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Columna
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Gritar libertad te compromete

La democracia sale triunfante de los desafíos de los oportunistas. Es un régimen sólido y generoso

David Trueba
Varios miembros de Vox durante la manifestación convocada este sábado en Madrid.
Varios miembros de Vox durante la manifestación convocada este sábado en Madrid.Jaime Villanueva

Es raro que cunda el pesimismo entre los españoles, precisamente al alcanzar todo el país la primera fase del desconfinamiento. La desaparición del miedo ha dejado ver que, al despertar del coma, el frentismo seguía ahí. Sin embargo, no deberían confundirnos. Son mayoría los españoles que se han comportado de manera sobria y constructiva y eso es motivo de orgullo. En enero de 2015, y ya ha llovido desde entonces, en una columna titulada De choque, trataba de hacer entender a los políticos nacionales que manejar su oficio como si fueran coches de choque no conducía a ninguna solución inteligente. Allí decía: “La expresión casta es un error que se vuelve contra quien lo usa, como los escraches terminaron por perjudicar a las causas que querían defender. La democracia tiene la virtud de obligar a aceptar la legitimidad de quien piensa diferente, es una carretera donde los coches circulan con arreglo a unas normas que permiten la convivencia. Los coches de choque son otra cosa”.

El tiempo nos demostró que llamar casta a los rivales políticos solo conducía a un callejón sin salida. Callejón que terminaba cuando tú mismo te convertías necesariamente en esa casta, siempre que la suerte electoral te concediera ese privilegio. Es costumbre de la derecha española atacar a cualquier persona progresista si se gana la vida con éxito y obtiene un merecido rédito económico. Lo malo es que esa atrofia intelectual fuera asimilada por cierta izquierda purificadora. En cuanto a los escraches, cualquier ciudadano decente tendría que haber comprendido en el primer instante que plantarse delante de la casa del bebé de Soraya Sáenz de Santamaría era una inmundicia política. Exactamente igual que algunos de los actos que han sucedido la semana pasada en Madrid y los enfrentamientos consiguientes. Esa agitación se inducía ahora desde la política para escurrir el bulto de una sanidad pública recortada y precaria, de unos materiales inexistentes, de una cifra de camas hospitalarias insultante y de un negocio indecente de especulación privada con las residencias de ancianos, causas que elevaron el contagio vírico en nuestro país a la categoría de tragedia en sus dos grandes ciudades.

No puede ser malo que personas identificadas a menudo con las ideas reaccionarias se hayan sentido invadidos de un deseo de salir a la calle para reclamar la libertad. En coherencia con su reclamación, tendrán que situarse a favor de la derogación de la ley mordaza, inexplicablemente aún en vigor. También esa nueva actitud los invita a apoyar leyes de defensa de los derechos civiles, mejoras democráticas en el sistema judicial, amparo a la libertad de expresión y ampliaciones de las medidas de socorro para los más desfavorecidos. Del mismo modo tendrán que dejar de oponerse a las limitaciones en su libertad personal de transexuales y estarán de acuerdo en que volver a instaurar la reclusión en los CETI contraviene derechos fundamentales. Aprenderán a oponerse al independentismo nacionalista con algo más que violencia policial. Y hasta tendría que resultar posible abrir el debate sobre la legislación de la eutanasia con sosiego y aplomo democrático. Gritar libertad te compromete a muchas cosas. La democracia sale triunfante de los desafíos de los oportunistas. Porque es un régimen sólido y generoso, que recibe con los brazos abiertos a quienes ayudan a fortalecerla con sus rectificaciones, aunque sean tardías.

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