Una vez en la vida
Todo el mundo, al menos una vez en la vida, debería ser camarero, soportar esas interminables jornadas de trabajo; o teleoperador, para tener que aguantar una tremenda bronca de un cliente descontento. Al menos una vez en la vida se debería ser comercial, para sufrir en propia carne el desprecio de quien no se molesta en ser educado contigo. Habría que ser también controlador de zona azul, para soportar las miradas de desdén. Y como estos, muchísimos casos más. Unos son escudos humanos de grandes empresas; otros, tienen la necesidad de ganarse la vida donde nadie quiere hacerlo. Por unas u otras razones, estamos perdiendo humanidad.
Marta Roselló. Real de Gandía (Valencia)
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.