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Columna
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Pandemia y desorden mundial

La UE ha reaccionado mejor que en la crisis anterior, pero está por ver la unidad política

Pablo Simón
Charles Michel y Ursula von der Leyen en conferencia de prensa el pasado 23 de abril.
Charles Michel y Ursula von der Leyen en conferencia de prensa el pasado 23 de abril.Olivier Hoslet (AP)

En el año 430 antes de Cristo la peste se cebó con Atenas. Sus habitantes estaban hacinados tras las murallas mientras los espartanos les asediaban, así que la enfermedad se expandió fácilmente por toda la ciudad. Incluso Pericles, su líder, pereció por la plaga, con lo que se suele decir que la peste fue un factor que propició el fin de la hegemonía ateniense y el auge de sus eternos rivales, los lacedemonios.

Las pandemias muchas veces se han acompañado de cambios de poder a nivel mundial. La plaga de Justiniano en el siglo VI, por ejemplo, debilitó en gran medida al Imperio Romano de Oriente y a los persas, favoreciendo el auge de los árabes. La Peste Negra, una de las más mortíferas pandemias de la historia, propició la decadencia definitiva de la Edad Media. La expansión del sarampión y la viruela, llevada por los europeos a las Américas, causó una enorme mortalidad en sus nativos y así facilitó su conquista.

Sin embargo, la pandemia de la covid-19 ha tenido un alcance global y su epicentro no ha estado en la potencia que decae sino en la que emerge. Estas dos diferencias pueden invitar a pensar que este virus podría servir como una especie de túnel del tiempo, acelerando dinámicas que se intuían antes de la emergencia sanitaria y económica, más que como un radical reequilibrio de poder.

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De entrada, las críticas a la hiperglobalización han calado. Los Estados (que pueden) ya están interviniendo en economía, endeudándose, participando de sectores estratégicos, intuyéndose relocalizaciones. Ahora bien, esto no es algo novedoso, los electorados ya estaban votando el “take back control” desde la Gran Recesión. Es posible que si vemos la reelección de Trump en noviembre (hoy más incierta que ayer) el mundo continúe tensionándose entre guerras comerciales: la carta del enemigo exterior es demasiado tentadora.

Mientras, el predominio de China puede llegar este siglo, pero no necesariamente acelerado por el virus. Xi Jimping se ha fortalecido dentro del régimen, personalizando mucho más el carácter del autoritarismo chino, y su reto será afrontar el primer retroceso económico del gigante asiático desde la Revolución Cultural. Algo que no quita que pueda recuperarse rápidamente, apuntalando la lógica bipolar con Washington en un tiempo en el que las guerras son comerciales y tecnológicas.

Entre tanto, la Unión Europea, la única gran potencia que aún está persuadida de las virtudes del multilateralismo, sigue haciendo equilibrismo. Sin duda ha reaccionado mucho mejor y más rápido que en la anterior crisis, pero todavía está por ver que sepa traducir su peso económico en unidad de acción política. Después de todo, el virus vuelve a preguntar a la Unión “qué hace una potencia kantiana como tú en un mundo hobbesiano como este”.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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