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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ventanas de oportunidad

En cualquier escenario, las preguntas seguirán siendo las mismas que ayer: ¿cómo debemos resolver las evidentes disfunciones de nuestra economía, nuestro bienestar y nuestra organización territorial?

Juan Rodríguez Teruel
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en el pleno del Congreso el miércoles.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en el pleno del Congreso el miércoles.J.J. Guillén (EFE)

Lo de esta semana en el Congreso de los Diputados ha sido un nuevo ensayo. A medida que los momentos más críticos de la emergencia sanitaria quedan atrás, los partidos políticos tantean el terreno para anticipar la nueva geografía política en ese territorio inexplorado del Parlamento postcovid. La memoria de la última década puede servir de ayuda para comprender cómo la Gran Recesión transformó la política española hasta convertirla en una de las más innovadoras y resilientes de nuestro entorno democrático. Algunas tendencias permanecerán: liderazgos personalistas, partidos más endebles, desconfianza institucional, votantes descreídos y volátiles. Pero dos argumentos clave se han evaporado.

La enmienda representativa que plantearon los nuevos partidos a la crisis de legitimidad de las fuerzas tradicionales difícilmente puede reeditarse. En los últimos cinco años surgieron nuevos actores en la izquierda radical, en la derecha radical e incluso en el centro radical. Y todos ellos, unos más que otros, se han acabado implicando en la gobernación de nuestras instituciones. Contribuyeron a la renovación, pero también evidenciaron sus límites. La etapa postcovid tendrá que gobernarse con estos partidos. No cabe esperar que emerjan nuevas fuerzas.

Igualmente, la enmienda soberanista lanzada por el independentismo catalán ante las disfunciones del Estado autonómico se ha desgastado. Los propios límites y errores del movimiento y la acción del Estado, que se ha dejado algunas plumas de credibilidad en ello, han desacreditado sus expectativas a corto plazo. Las jugadas astutas para bloquear la gobernabilidad aplicadas por Artur Mas y sus herederos ahora serán vistas como una frivolidad.

Sin esos dos grandes vectores de cambio, el juego de mayorías parlamentarias en los próximos tiempos ya no podrá gravitar sobre la retórica en torno a lo nuevo/viejo o al secesionismo/españolismo. ¿Qué nuevos escenarios pueden abrirse?

El más evidente se da cuando los electores castigan Gobiernos por su pésima gestión en tiempos de crisis. ¿Hasta qué punto los votantes están percibiendo un fallo gubernamental grave? ¿Y qué mayoría alternativa podría desplazarlo? Esas son las variables que explican la desbocada retórica con que estamos explicando políticamente estas semanas la responsabilidad y las consecuencias de lo sucedido.

El juicio más severo se limita aún a la periferia de las redes sociales. Pero un nuevo rebrote de calado o una pésima evolución económica podrían extenderlo al votante medio. Si eso sucediese, la estrategia antigubernamental de la derecha podría favorecer el auge de PP y Vox como nueva minoría predominante. La alternativa vendría de la obertura de juego observada esta semana. La votación del pasado miércoles en el Congreso ha sido la primera ocasión a nivel nacional en que la suma de nuevos partidos ha sido determinante para la gobernabilidad. Si ese escenario se repite en los próximos meses, veríamos un retroceso de la polarización política, con un riesgo paradójicamente para los actores que lo habrían posibilitado, Podemos y Ciudadanos.

El tercer escenario no es incompatible con el segundo, pero se juega en otro plano. Aunque ERC ha comprobado que no es indispensable para la continuidad de la legislatura, sigue siéndolo en la realidad. Siempre que mantenga la apuesta por ser decisiva y no desaparezca del nuevo debate que se avecina. Uno cuyos términos girarán preferentemente en torno a una federalización sustantiva, no una secesión disruptiva. Las elecciones catalanas clarificarán esa disposición.

En cualquier escenario, las preguntas seguirán siendo las mismas que ayer, porque permanecen sin respuestas serias: ¿cómo debemos resolver las evidentes disfunciones de nuestra economía, nuestro bienestar y nuestra organización territorial? Quizá nuevas alianzas políticas resuelvan mejor ese desafío.

Juan Rodríguez Teruel es profesor de Ciencia Política de la Universidad de Valencia. Este artículo ha sido elaborado por Agenda Pública para EL PAÍS.


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