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Columna
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Nueva normalidad

No sabemos cómo va a ser nuestra vida cuando pase lo del bicho asesino

Jorge M. Reverte
Un hombre con mascarilla pasa junto a una terraza cerrada de un bar en Madrid.
Un hombre con mascarilla pasa junto a una terraza cerrada de un bar en Madrid.Europa Press

Démosle gusto al presidente y llamemos, aunque solo sea una vez, la nueva normalidad al tiempo que viene. Más de una no, porque eso será una señal inequívoca de que se ha acabado la legislatura, y le queda por llevar a buen puerto un paquete de medidas, sobre todo las referidas a la renta básica, que el muy fiable ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, asegura que se puede poner en marcha sin que reviente el sistema.

Solo con eso y con que la sanidad pública recupere algo de lo perdido en unos años de austeridad, tan añorados por los franquistas indocumentados que golpean sus cacerolas en el barrio de Salamanca de Madrid, ya es bastante motivo para apoyarle en su idea de gobierno.

Una idea que parece basarse en una confianza casi ciega en este Estado que necesita algunas mejoras profundas, bien señaladas por Carlos Sebastián en un estupendo artículo publicado en Agenda Pública el pasado día 27 de abril. Pero que hay que cambiar para que no decepcione a quienes optan por un Estado que todavía tiene capacidad de negociar en el mundo, muy bien descrito en otro artículo crucial de Pablo Martín-Aceña y Elena Martínez Ruiz publicado en este periódico el pasado domingo, con el título de Sin perdón.

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Hay que pedir que Sánchez, o quizás Iván Redondo, si el presidente no tiene otra cosa mejor que hacer, se lean esos artículos antes de buscar un titular para el gran jefe. Roosevelt fabricó el New Deal después de poner unas bases muy sólidas para el acuerdo. Y George Marshall sabía lo que se traía entre manos cuando planificó las ayudas a la reconstrucción europea en 1948.

Ahora, Pedro Sánchez quiere, no se sabe por consejo de quién, ser reconocido como el hombre de la nueva normalidad, la NN, que nunca podrá ser normalidad, por mucho que se empeñen en La Moncloa.

No sabemos cómo va a ser nuestra vida cuando pase lo del bicho asesino. Pero yo si sé una cosa, y es que no le voy a llamar nueva normalidad a nada que me impida ir a los bares cuando me apetezca, ni a nada que me dificulte achuchar a los que quiero.

Sánchez tiene que hacer que Escrivá pueda conseguir que las cuentas le salgan, y que haya bastantes respiradores en los hospitales. Ya le buscaremos un apodo.

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