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Dos semanas en la habitación 506: así fueron secuestrados en un hostal de Ciudad de México 25 indios, una nepalí y un salvadoreño

Los 27 migrantes, que entraron irregularmente por Chiapas, fueron incomunicados en un cuarto de dos por tres metros, donde los torturaban y extorsionaban

secuestro migrantes cdmx
Migrantes liberados en un operativo en un Hostal en la Ciudad de México, el 21 de febrero del 2025.
Alejandro Santos Cid

Todo empieza con una llamada nerviosa que llega al Centro de Atención al Turista de Ciudad de México poco antes de la una de la tarde del viernes pasado. Al otro lado del teléfono hay un hombre agitado que no se identifica. Parece extranjero. Como puede, narra que está secuestrado en Casa Talavera, un hostal a dos cuadras de la plaza del Zócalo, en pleno corazón turístico de la capital. Dice que son 27 personas y que todas están encerradas en la habitación 506, en el quinto piso del edificio. Dice que los han torturado, les han robado todo su dinero y los pasaportes. Dice también que les han quitado los celulares, pero han logrado esconder uno o dos, desde los que ahora se ponen en contacto. No los dejan salir desde hace dos semanas. Hay 25 ciudadanos indios, una mujer nepalí y un salvadoreño.

Han cruzado a México desde Guatemala, por la frontera de Chiapas, algunos días antes e irregularmente. Su idea, como la de la enorme mayoría, no es quedarse en el país, sino alcanzar Estados Unidos. Poco después de pisar territorio mexicano son contactados por “unos sujetos de nacionalidad mexicana”, según fuentes de seguridad de la capital. Les ofrecen alojarse en su hotel. El grupo acepta. Y sin darse cuenta, acaban retenidos por 15 días en una habitación de “aproximadamente tres por dos metros” con literas. Solo les permiten utilizar sus teléfonos para llamar a sus familiares y pedirles más dinero: el manual clásico de la extorsión a migrantes en México.

Los secuestrados se comunican también con los agentes a través de mensajes de WhatsApp, a los que ha tenido acceso EL PAÍS, desde dos números de teléfono distintos. La conversación es algo surrealista: el secuestrado intenta hablar en español, seguramente con ayuda de alguna aplicación de traducción, pero dice cosas sin sentido. El policía responde en un inglés torpe, pero consiguen entenderse. La parte más coherente del intercambio sucede así:

13.36. Hombre secuestrado: Llamada perdida.

13.37 Hombre secuestrado: Hermano por favor ayudanos.

13.37. Hombre secuestrado: Llamada perdida.

13.38. Agente de policía: TELL ME [Dime].

13.38. Agente de policía: HOW CAN I HELP YOU ???? [¿Cómo te puedo ayudar?].

13.38. Hombre secuestrado: yes help plz [sí, por favor, ayuda].

13.39. Hombre secuestrado: Llamada, dura 32 segundos.

13.39. Hombre secuestrado: Help [ayuda].

El hombre continúa pidiendo ayuda. Hace más llamadas perdidas. Envía su ubicación y fotografías que muestran cortes y enormes hematomas en sus brazos. También otra imagen desenfocada en la que se aprecia a varios hombres hacinados en un cuarto minúsculo. Un teléfono distinto envía también la misma ubicación y suplica: “Hellp me [sic]”. Los secuestrados han encontrado el número de la Policía Turística de la capital a través de Mi Policía, una aplicación de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Los agentes salen en cinco coches y llegan a las 14.24 al número 25 de la avenida Pino Suárez.

Desde la calle no se ve el hostal. La entrada es a través de una taquería que vende carnitas y pastor. Hay que caminar hasta el fondo del pasillo, la trastienda, donde hay un ascensor y unas escaleras. Es un buen lugar para un secuestro: además del restaurante y un taller de costura no hay vecinos. Casi todo el edificio está vacío. Los agentes suben al quinto piso. La puerta del hotel es roja y está protegida por una reja del mismo color. Sobre la pared azul hay unas luces de neón que dicen: “México, mi amor”.

Abre la puerta una mujer de 52 años que se identifica como la dueña del hotel. Se llama Laura Talavera. Mientras la entrevistan, los agentes escuchan ruidos de fondo. Voces, gritos en un idioma que no son capaces de entender. Así es como encuentran a los 27. Ninguno de los indios habla español y solo uno de ellos habla inglés, por lo que la comunicación con ellos es difícil. Le tocará al salvadoreño echar luz sobre la situación.

Aun así, la policía saca en claro lo necesario: llevan 15 días secuestrados, incomunicados, han sido torturados —“presentaban golpes visibles“, dirá dos días después en una rueda de prensa Pablo Vázquez, secretario de Seguridad de la capital, “además estaban nerviosos y sucios”. Hay otros dos hombres, mexicanos, en el hotel, a los que los migrantes identifican como sus torturadores: Marcos Yael, de 29 años, y su hermano Alan Yankeri, de 20. Por sus apellidos, presumiblemente son los hijos de la dueña. El más joven lleva en la cintura una pistola de color negro que usaba para amedrentar a los secuestrados. Es una réplica.

Los tres secuestradores son detenidos en el momento. Los 27 migrantes reciben atención médica en el lugar. Casi todos muestran síntomas de una crisis de ansiedad. Los arrestados y las víctimas son trasladados a la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada, pero después de una hora allí, los responsables deciden que no es de su competencia “debido a que no se acredita la delincuencia organizada”. Así que todos son canalizados a la Fiscalía de Investigación del Delito de Secuestro. Allí, se abre la carpeta de investigación.

Como, salvo el salvadoreño, nadie habla español, los agentes contactan a la Embajada de la India para que envíe dos traductores y al jefe consular. Mientras tanto, los 27 comen algo —“raciones secas”—. Después de declarar, son alojados en un centro de asistencia social en la alcaldía Venustiano Carranza. Llegan allí, por fin y tras un día muy largo, a las 21.20. Dos policías custodian el edificio. En Casa Talavera, los agentes también hacen guardias de dos en dos en la puerta desde el viernes. La mañana del lunes todavía seguirán allí. Sobre la puerta del hotel, una cinta de clausura de la Fiscalía capitalina.

La policía trasladó al grupo de migrantes a la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada (FEMDO).
La policía trasladó al grupo de migrantes a la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada (FEMDO).SECRETARÍA DE SEGURIDAD CIUDADA

Preguntas sin resolver

El operativo, después de todo, ha sido discreto. Los de la taquería de abajo apenas se han dado cuenta de que algo pasa, o eso dicen. Igual con varios comerciantes cercanos. Ninguno es consciente de haber visto grupos grandes de extranjeros antes alrededor del hostal. De hecho, en la acera de enfrente, hay una patrulla de policía constantemente, comentan, que está ahí también cuando este periódico acude al lugar.

El camarero de uno de los restaurantes cercanos, un venezolano, también migrante, también de camino a Estados Unidos hasta que Donald Trump frustró cualquier aspiración que tuviera de cruzar la frontera, dice que en ocasiones los clientes del hostal comen en el establecimiento, pero que nunca nadie se había quejado de nada parecido.

El caso plantea preguntas, aun así. ¿Cómo es posible que dos jóvenes de 20 años y una señora de 53 sean capaces de retener solos a 27 personas jóvenes? ¿Formaban parte de un grupo organizado, a pesar de que la Fiscalía no encontrara en un primer momento indicios de ello? ¿Cómo llega un grupo de una veintena de personas de apariencia extranjera y sin hablar el idioma a un hotel en una calle que siempre está frecuentada, custodiada constantemente por una patrulla policial, sin que nadie se dé cuenta?

También apunta a la existencia de una ruta establecida para ciudadanos de esas nacionalidades a través de Chiapas. El pasado octubre, el Ejército masacró a seis migrantes que viajaban hacinados en un grupo de 33 personas en la parte trasera de un camión de carga de ganado. Entre ellos había ciudadanos de Nepal, India y El Salvador, además de gente procedente de Perú, Honduras, Egipto, Cuba y Pakistán. Las organizaciones de derechos humanos han vuelto a alertar, con el regreso al poder de Trump en Estados Unidos, que la estrategia de blindar las fronteras y militarizar la contención migratoria aboca a las personas a buscar rutas clandestinas donde se exponen a secuestros y extorsiones. Como los 27 de Ciudad de México.

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Sobre la firma

Alejandro Santos Cid
Reportero en El País México desde 2021. Es licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad Autónoma de Madrid y máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Cubre la actualidad mexicana con especial interés por temas migratorios, derechos humanos, violencia política y cultura.
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