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Noticias de una guerra estancada en Sinaloa

La batalla entre facciones del Cartel del Pacífico cumple cinco meses, con cientos de muertos y desaparecidos, y un futuro preñado de incertidumbre. Los Chapitos, fuertes en Culiacán, han sufrido más el embate de las autoridades, que han centrado sus actuaciones en la capital

Violencia en Sinaloa
Fuerzas de seguridad en la zona de un enfrentamiento armado y un incendio provocado por el mismo en Culiacán, Sinaloa, el pasado 6 de febrero. José Betanzos (Cuartoscuro)
Pablo Ferri

Pasan los meses, cinco ya, y la guerra continúa en Sinaloa, en el noroeste de México, sobre todo en Culiacán y sus sindicaturas sureñas, las comunidades rurales camino a Mazatlán. La capital del Estado del Pacífico sufre la batalla entre las facciones del Cartel del Sinaloa, particularmente Los Chapitos y Los Mayos, aunque con una intensidad menor que a finales del año pasado. Los primeros, deudores del legado criminal de Joaquín El Chapo Guzmán, tratan de defender Culiacán, con las autoridades encima; los segundos, vengadores de la supuesta traición que llevó a prisión a su líder, Ismael El Mayo Zambada, siguen con el asedio desde el sur y la sierra.

Aunque a un ritmo más pausado, las balaceras tejen la vida en la región y los muertos siguen apareciendo en las calles. Está en juego la prevalencia y el mando de un negocio multimillonario, centrado principalmente en el tráfico de drogas a Estados Unidos, por la vertiente noroeste de América del Norte. Desde principios de septiembre, cuando iniciaron las hostilidades, la violencia arrasa con todo, como un tsunami. La economía local se resiente, la noche se convierte en territorio vedado. Y todo por el presunto engaño de uno de los hijos de El Chapo al Mayo Zambada, convocado a un reunión que en realidad era una trampa, que acabó con los huesos del segundo en las garras del sistema de justicia de EE UU, de donde es más que probable que nunca salga.

Desde aquello, Sinaloa cuenta más de 800 asesinatos y 950 desaparecidos, además de miles de coches robados, que alimentan la batalla. Los promedios diarios son muy superiores a los meses y años anteriores, cuando el Estado era el ejemplo casi perfecto de la llamada pax narca, situación consignada en decenas de corridos, que componen una verdadera enciclopedia de la historia criminal reciente. Aun así, algo ha cambiado, lo que no es necesariamente mejor. “Está como estancado el pleito”, dice un periodista local, cuyo nombre no aparece aquí por seguridad. “Ahora hay mucho Gobierno, sobre todo por el día. “Los operativos se han intensificado mucho, con los militares”, añade.

A car used in a confrontation between criminal groups on January 31 in Culiacán.
Un auto con impactos de bala tras un enfrentamiento entre grupos delictivos, el pasado 31 de enero en Culiacán.José Betanzos (Cuartoscuro)

El Gobierno de Estados Unidos, con Donald Trump al frente, mira de reojo al sur del río Bravo. El Ejecutivo mexicano, que dirige Claudia Sheinbaum, centra sus esfuerzos en seguridad en unos cuantos puntos de la geografía, Acapulco, en Guerrero, la frontera norte, obligado por Trump, pero sobre todo Sinaloa, donde ha mandado miles de soldados y guardias nacionales, incluso a su zar de seguridad, Omar García Harfuch, que pasó allí la Navidad y da informes regulares de los resultados de su estrategia. Al 9 de enero, último corte de caja, eran ya 558 detenidos –“43 objetivos prioritarios”–, cientos de armas decomisadas, miles de kilos de droga y precursores químicos incautados…

Aparentemente, la peor parte se la están llevando Los Chapitos –población aparte–, que comanda uno de los hijos de El Chapo, Iván Archivaldo Guzmán, objetivo prioritario para el Gobierno de EE UU, que ofrece 10 millones de dólares por información que lleve a su captura. Un análisis realizado por EL PAÍS de 85 de esas 558 detenciones realizadas desde octubre, todas destacadas por la actual administración en sus informes bisemanales o reportes diarios, muestra los golpes a los hijos de El Chapo. De esas 85 capturas, entre 48 y 54 han sido de personal de los Guzmán. En cambio, las autoridades solo han detenido a entre 15 y 16 trabajadores del grupo contrario, que comanda Ismael Zambada Sicairos, alias Mayito Flaco, hijo de El Mayo. Del resto no hay certeza sobre su filiación.

“Un 80%-90% están siendo detenciones de los Guzmán, quién sabe por qué”, constata un agente de una de las corporaciones de seguridad que ha trabajado sobre el terreno estos meses, en Sinaloa. “Los Guzmán traen a mucho muchacho joven y los Zambada son gente más grande”, añade. El periodista mencionado arriba aporta un matiz. “Pues es que ellos andan más en la calle, cuidando de que no se metan los otros. Por eso los agarran”, argumenta. Así ha sido la guerra estos meses, Los Chapitos tratando de defender sus posiciones en Culiacán, sus negocios, y Los Mayos, según la cuenta de ambos, tratando de tomar posiciones en el sur, de Imala y Sanalona, camino a la sierra, a Costa Rica y Villa Juárez, con incursiones en la ciudad.

Omar García Harfuch (center) at a military ceremony in Culiacán last December.
Omar García Harfuch (centro) y Rubén Rocha Moya (izquierda) en una ceremonia militar en Culiacán, en diciembre pasado.José Betanzos (CUARTOSCURO)

No hay forma de saber quién va ganando, si es que guerras así pueden dejar ganadores. Los Chapitos perdieron al Nini a finales de 2023, responsable de los culiacanazos, las reacciones guerrilleras de Los Chapitos ante el intento de detención de otro de los hijos de El Chapo, Ovidio, que convirtieron la ciudad en un campo de batalla, primero en 2019 y luego en 2023. Luego cayeron El Chore y el Piyi, lugartenientes de los hermanos Guzmán. Y más tarde, ya en esta administración, El Pelón de Sonoyta, que el Gobierno señalaba como “coordinador de la ofensiva de Los Chapitos contra Los Mayos en Sinaloa”. Las autoridades han dado varios golpes igualmente al subgrupo de uno de los principales operadores del grupo en Culiacán, El Perris, con capturas y decomisos, y además detuvieron al tío de Ovidio Guzmán en diciembre, a quien señalan de tráfico de fentanilo.

Del otro lado, la principal captura ha sido la de Juan Carlos Félix Gastélum, alias El Chavo Félix, a mediados de enero. Gastélum es el yerno de El Mayo Zambada. Según el Gobierno, El Chavo Félix era una pieza importante del asedio de Los Mayos, pues “mantenía control en la zona sureste de Culiacán y tenía presencia e influencia en Quilá”. Destaca también la captura de El Max, en octubre, en un sospechoso enfrentamiento con militares que dejó 19 presuntos criminales muertos y saldo blanco para los soldados. Aunque según el agente mencionado arriba, El Max, capturado en una casa de seguridad cerca de Sanalona, no era tan importante en la red de apoyo de Los Mayos, que conservarían casi intacta su estructura.

Juan Carlos "El Chavo" Félix Gastélum was arrested in Culiacán in January.
Juan Carlos ‘El Chavo’ Felix tras su detención en Culiacán, en enero. GUARDIA NACIONAL

Es difícil saber cuánto durará esta guerra, fenómeno cíclico en el Cartel del Pacífico. A la detención de El Chapo, hace unos años, sus hijos se enfrentaron por el dominio criminal al viejo colaborador del capo, Dámaso López, alias El Licenciado, y su grupo. Los hijos ganaron entonces y López acabó detenido y extraditado a EE UU. Hace década y media, otro engaño nebuloso, entonces con los Guzmán y la familia Beltrán Leyva como protagonistas, desencadenó una guerra que duró tres años. “Esto va a seguir meses y meses, si no que años. Así fue cuando agarraron a El Mochomo”, dice el agente, en referencia a Alfredo Beltrán Leyva, hermano principal de la facción. Su detención, en 2008, causó un cisma con los Guzmán, que ya nunca se arregló. “Esto de ahora no va a parar hasta que a uno le doblen la mano, entre Mayito e Iván”, sigue. “Y los socios de los Zambada están como más fuertes”, zanja.


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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).
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