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arte contemporáneo
Columna
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La vibra de la Ciudad de México

La feria de arte contemporáneo ha puesto la guinda a una capital que pasa un momento prometedor de cultura urbana

Asistentes en las exposiciones de Salón Acme
Asistentes en las exposiciones de Salón Acme, el pasado 8 de febrero en Ciudad de México.Nayeli Cruz
Carmen Morán Breña

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La gran feria del arte contemporáneo celebrada esta semana en Ciudad de México ha dejado la impresión de una capital vibrante y vanguardista como pocas hoy en día. Los artistas y la corte de modernos que los rodea son un perfume fresco, una pincelada extravagante, una risa descarada y una varita mágica subversiva. Al menos por unos días. Ninguna ciudad debe dar la espalda al poder transformador del arte, catártico y milagroso. La capital mexicana le abre las puertas de par en par. Esa es la cosa: México City atraviesa tan felices momentos en la actualidad que se convierte en sede idónea para cualquier cita internacional. El arte le aporta y ella aporta al arte. La sublimación de lo urbano. La provocación se filtra por las paredes donde se muestra y se escapa volando por toda la ciudad. Esa es la impresión. ¿Es también la realidad?

Que la capital está pasando una etapa singular no es nuevo. Momento Chilango le llaman, pero en inglés, Chilango Moment, para referirse a esa atmósfera intangible que viaja por las calles con los transeúntes, ilumina las noches de temperatura perfecta y saca risas compartidas en los bares y terrazas. Creatividad por todas partes, una especie de primavera eterna aunque llueva a cántaros. Sensación de renacer. Tampoco es la primera vez que México vive un tiempo como ese. El país siempre fue refugio, parada y fonda, destino anhelado por viajeros, artistas, intelectuales y adinerados expertos en el buen vivir. La geografía ayuda: está al lado de los Estados Unidos, para quienes siempre fue el sur eterno de las mentes inquietas, y recoge las esencias que toda Latinoamérica quiera depositar en el cuerno de la abundancia que dibuja su mapa.

Pero México tiene unos mares del sur muy profundos y en la capital también conviven varios planetas. A medida que aumenta esa sensación de próspera modernidad se acrecienta el desasosiego por la enorme brecha que divide la ciudad entre los pobres y los ricos. Como otras grandes urbes, caso de São Paulo, por ejemplo, la miseria deja ver una cara amarga entre tanto frenesí. El arte es también lujo y dinero que confunde el centro con los márgenes. En México, el dinero es todavía marginal. Quiero creer que los gobernantes se están encargando de equilibrar esa cojera. Porque esos momentos efervescentes con los que vibran de tarde en tarde las ciudades, sea Barcelona, Londres, Lisboa, Chicago o Nueva York, tienen una primera consecuencia: el alza de los precios, desde la cerveza a la vivienda. Y eso también se ha sentido en Ciudad de México. Y no contribuye, precisamente, a cerrar ninguna brecha social, sino a ensanchar el abismo. Hay que poner manos a la obra para que la vibra actual no deje una profunda resaca.

Tendrán que esforzarse para que el vendaval de modernidad, esa sensación etérea que se respira estos días, impregne también a los barrios más alejados. Que todo el mundo pueda contagiarse del nuevo tiempo subido al mismo carro. El arte contemporáneo es excepcional herramienta para ello. Lo mismo nace en los palacios que en los barrios obreros, bebiendo de una creatividad que no requiere necesariamente de altas escuelas y su potencial de cambio social es infinito. De modo que antes de caer en pesimismos extra, disfrutemos del embrujo del Chilango Moment en la confianza de que llegará también a los mares del sur.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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