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De la revolución mexicana al grito estudiantil del 68: las joyas del cine mexicano llegan al ‘streaming’

La Filmoteca de la UNAM, que protege 50.000 títulos y 500.000 rollos cinematográficos, pone a disposición clásicos de inicios del siglo XX y documentales sobre los movimientos sociales que marcaron la historia de México

Ignacio Sánchez, jefe del taller de restauración, analiza material en la Filmoteca de la UNAM en Ciudad de México.
Ignacio Sánchez, jefe del taller de restauración, analiza material en la Filmoteca de la UNAM en Ciudad de México.Aggi Garduño
Carlos S. Maldonado

Corría el tumultuoso año del 68 y Leobardo López Arretche cursaba su formación en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM. Los estudiantes de medio país se movilizaban, hartos de la apretada soga con la que el PRI gobernaba a México, y exigían un cambio de sistema, libertad y fin de la corrupción estatal. Hubo huelgas, manifestaciones, toma de universidades, dura represión y masacres como la de Tlatelolco. Entre los lugares donde más se vivió esa ola de liberación fue en los pasillos de la UNAM. López Arretche aprovechó los recursos que le facilitaba su escuela y filmó muchas de aquellas expresiones de hartazgo. Producto de ese trabajo es El Grito, considerado el único testimonio fílmico que narra aquella revolución desde dentro. El documental forma parte del acervo de la Filmoteca de la UNAM —que reúne más de 50.000 títulos—, cuyos especialistas lo han restaurado y puesto a la disposición del público a través de un servicio de streaming que ya es una alternativa a grandes compañías como Netflix.

La de López Arretche no es la única joya del tesoro de la Filmoteca, pero posiblemente sí es la más simbólica. No solo porque representa un testimonio sólido de lo que fue el grito de libertad de los estudiantes —al que se unieron intelectuales, catedráticos, obreros, amas de casa, comerciantes y campesinos—, sino porque sobrevivió a la represión y la censura gubernamentales. “La película marca un parteaguas en la producción cinematográfica de la universidad, porque la repercusión que tuvo El Grito fue poderosísima”, dice Hugo Villa, director de la Filmoteca. Villa recuerda que los jóvenes de su generación adoraban el filme, que se estudiaba en clubes de cine, se compartía en VHS o se distribuía en copias piratas.

Proceso de digitalización de material cinematográfico en la Filmoteca de la Unam en Ciudad Universitaria el 5 de marzo del 2024.
Proceso de digitalización de material cinematográfico en la Filmoteca de la Unam en Ciudad Universitaria el 5 de marzo del 2024.Aggi Garduño

La película fue restaurada para la conmemoración de los 50 años del movimiento estudiantil, en 2018, gracias a las manos mágicas de un equipo técnico que al son de la batuta de Villa trabaja para rescatar el patrimonio fílmico de México. “Las restauraciones en la Filmoteca no solo tratan de mejorar los daños que tenga el material, porque naturalmente con el tiempo pasan muchas cosas, sino que también implica el dar a conocer la época y el entorno de quien lo dirigió”, explica Villa.

Hugo Villa Smythe, Director General de Actividades Cinematográficas de la UNAM en la Filmoteca de la Unam en Ciudad Universitaria el 5 de marzo del 2024.
Hugo Villa Smythe, Director General de Actividades Cinematográficas de la UNAM en la Filmoteca de la Unam en Ciudad Universitaria el 5 de marzo del 2024.Aggi Garduño

La cinta de López Arretche ha pasado por un proceso que parece de alquimia. Todo inicia en el taller de restauración de la Filmoteca, un lugar espacioso y luminoso, donde hay montañas de latas que se usan para guardar los rollos de películas. Este es el territorio de Ignacio Sánchez, jefe de taller, y Manuel Mendoza, técnico restaurador, quienes trabajan verificando con sumo cuidado cada cinta. Los hombres laboran con celo, insertan los rollos en un artefacto que estira la cinta y con un lente especial ven cada cuadro del filme. Ellos revisan las imágenes, reparan pegaduras, registran daños y apuntan las características especiales de las películas, en lo que es un viaje en el tiempo, a imágenes, espacios y gente de otras épocas, inmortalizadas por el lente de creadores que captaron un cachito de la historia mexicana, tanto la real como la ficticia.

De este taller los rollos pasan al proceso de digitalización, donde se estabilizan las imágenes, se ajusta el color, se corrige el sonido y se “limpia” el material deteriorado. Acá brilla la tecnología y al frente de todo el equipo está Gerardo León, un hombre delgado y de sonrisa amable, que explica que las cintas se colocan en escáneres que digitalizan, a través de lo que llama luces estorboscópicas, cada fotograma de la película. “Aquí se analiza cómo están las escenas y los encuadres. También se realiza un trabajo de restauración profundo que rescata el material fílmico que estará disponible en línea”, explica León.

Las películas digitalizadas se almacenan en un sistema conocido como CLAF, donde hay 1.600 títulos (52 millones de fotogramas, 795 horas de material digitalizado), a los que pueden acceder expertos de la Filmoteca o los investigadores y cineastas que cuenten con permisos para consultar este acervo. De aquí pueden salir filmes que se presentarán en festivales de cine, pero no se marchan tan libremente, sino que cuentan con varios ‘candados’ que restringen su uso, para evitar la piratería y cuidar los derechos de autor, explica Gustavo Lucio José, jefe del Departamento de Laboratorio Digital. Así, una película solo se puede presentar en una determinada ciudad, a una hora específica, según el acuerdo al que se haya llegado con la Filmoteca. En el sistema no solo se almacenan trabajos mexicanos, sino también de Francia, España, Estados Unidos, Canadá, Colombia, China o Japón.

No todas estas cintas están disponibles en el servicio de streaming que ha organizado la Filmoteca. Hasta ahora solo hay 103 títulos que representan una alternativa para quienes quieren ahondar en la historia del cine en México. De este tesoro forman parte obras como el largometraje El tren fantasma, de 1926, y dirigida por Gabriel García Moreno, que narra las fechorías de unos asaltantes de trenes que siembran el temor entre los habitantes de Veracruz; Dos monjes, de 1934, y bajo la dirección de Juan Bustillo Oro, que es la historia pasional de dos curas que se enfrentan por el amor de una mujer; o Tepeyac, de 1917, de los realizadores José Manuel Ramos y Fernando Sayago y que narra la devoción por la Virgen de Guadalupe de una mujer joven que cree a haber perdido a su prometido en el naufragio de un barco bombardeado por un submarino alemán. La cinta “mezcla con gran ingenuidad ficción y realidad documental, lo que nos permite atisbar la Villa de Guadalupe en 1917 con sus costumbres populares, religiosas y paganas”, explican desde la Filmoteca.

Este servicio de cine en línea también permite navegar entre materiales como la propaganda con la que el Gobierno mexicano llamaba a la población a vacunarse, metrajes que narran los movimientos sociales o grandes personajes de la época del cine de oro mexicano, como la actriz y directora Mimí Derba. “Fue una cineasta brillante, pero además una de las primeras personas que pensó en crear los archivos cinematográficos”, dice Villa. Entre los títulos que generan más orgullo a los encargados de la Filmoteca están los que forman parte del cine de la Revolución mexicana, nombrado patrimonio inmaterial por la UNESCO.

Un técnico restaurador revisa material en la filmoteca.
Un técnico restaurador revisa material en la filmoteca.Aggi Garduño

El servicio de cine de la Filmoteca no solo pretende ser una plataforma para ver películas, sino un espacio donde los espectadoras puedan ahondar en la historia de estas creaciones. Detrás de El grito de López Arretche, por ejemplo, hay toda una historia de persecución y represión. “La película se terminó hasta 1971, porque a Leobardo lo detienen y encarcelan en la penitenciaría de Lecumberri [denunciada como centro de torturas] y es hasta que sale que concluye el proyecto. Pero incluso aquí, a la escuela, venía a hostigar la policía política, revisaba todo lo que estaban haciendo los alumnos, por lo que Leobardo tuvo que trabajar a salto de mata y los materiales estuvieron guardados bajo otro título”, explica el director Villa.

La película se conservó por décadas en las bóvedas de la Filmoteca, lo que permitió que se salvara de hechos lamentables para el cine mexicano como el incendio de la Cineteca, ocurrido el 24 de marzo de 1982, un infierno que duró 16 horas, durante las que las llamas destruyeron carteles, cintas, películas (incluyendo algunas de Luis Buñuel) y documentales, documentos históricos del cine, consumiendo uno de los mayores acervos cinematográficos de México. “El periplo de esta película de Leobardo ha sido largo y marca un hito en el cine”, afirma Villa. Gracias a ese trabajo de conservación de los magos de la Filmotelca la cinta puede llegar restaurada hasta nuestros ojos y podemos apreciar aquella ola de libertad que fue el movimiento estudiantil de 1968.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.
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