Solares y Pepe Gordon, cuatro décadas de amistad y literatura
El novelista histórico y el divulgador científico publican un compendio de charlas sobre la vasta obra del chihuahuense, sus intereses mutuos y sus recorridos literarios y espirituales
Leer Novelista de lo invisible es como entrar a un libro con muchos libros dentro. Es recorrer los paisajes nocturnos de la sierra Tarahumara, en Chihuahua —escenario místico de los más gratos recuerdos del autor Ignacio Solares (Ciudad Juárez, 1945)— con los ojos bien abiertos, y continuar por los caminos de la Rumania de Nicolae Ceaușescu, rumbo al castillo de Drácula y a regañadientes de los guardias presidenciales. O conocer de cerca el relato de Elie Wiesel, el escritor estadounidense que sobrevivió a los campos de concentración nazis y al que José Gordon (Ciudad de México, 1953) se acercó a los 17 años para poder entender la presencia de Dios en terrores como el Holocausto. De eso se trata este compendio de conversaciones entre el divulgador de ciencia mejor conocido como Pepe Gordon y Solares, autor de decenas de novelas históricas y periodista cultural, que compacta la complicidad literaria y los intereses mutuos de una amistad que ya dura más de cuatro décadas.
Novelista de lo invisible es el esfuerzo de Pepe Gordon por contar todo lo que su amigo Ignacio Solares ha narrado durante casi 50 años en sus novelas históricas, sus textos periodísticos y sus relatos fantásticos. Solares, ataviado por una infancia llena de carencias y de la presencia de un padre alcohólico, va tejiendo un camino muy personal sobre los temas de su interés que han atravesado toda su producción literaria y que convergen con la búsqueda incesante de la fe, de Dios y del sentido a través de las conexiones invisibles entre los seres humanos.
Las imágenes que deja a su paso son tan tristes como extraordinarias y entretenidas. Como el recuerdo de su madre diciéndole entre sollozos que no tienen dinero para darles de comer y él, con sus ocho o nueve años, pidiendo unos pesos prestados para tratar de ayudar. O sus memorias sobre su amistad con Erich Fromm y el hecho de que la primera entrevista que diera el psicoanalista alemán fuera precisamente a él, en su casa de Cuernavaca, y que luego se traduciría con expectación y se publicaría en todo el mundo.
La lectura del libro parece un campo fértil para la imaginación que crece con cada página, porque la voz de Pepe Gordon, un extraordinario conversador, está siempre presente como entrevistador y, además, aporta varias ideas de su trabajo como periodista y divulgador. No es coincidencia que el libro comience con un relato de cómo Gordon se vincula inmediatamente con las ideas de Solares, cuando el primero daba un curso de meditación trascendental en el Reclusorio Oriente, de Ciudad de México, y al que pudo asistir el segundo. Al llegar, había un evento especial para los prisioneros, a los que encontraron bailando extasiados El rock de la cárcel. Tras la sesión, ambos volvieron a casa hablando de las lecturas y los autores que tenían en común y con la certeza de que ya habían encontrado en el otro a un amigo.
Durante un par de años, Gordon y Solares se reunieron una vez cada dos semanas para dar forma a sus ensayos en vivo de los que tanto hablaron antes. “En esos encuentros, Ignacio Solares se ha vuelto Nacho, mi amigo , quien me ha abierto su mundo, sus claroscuros y las claves invisibles de su búsqueda como ser humano y como creador”, dice Gordon en el prólogo, y añade: “Y conversamos sin prejuzgar, como lo hacen dos amigos que se reúnen para ejercer ese misterioso ritual de dar fe de lo que nos pasa”.
En entrevista con EL PAÍS, ambos autores recuerdan las largas charlas que dieron forma a Novelista de lo invisible. Sus relatos se mezclan y vuelven a ser un vaivén de ideas que florecen en sus voces: “La clave del libro es mantener el tono amistoso, profundo y afectuoso de una conversación entre amigos, en donde nos toca dar fe de lo que ha pensado, vivido, explorado el otro. Desde esa libertad nos encontramos. Lo que ocurre es que vas abriendo las corazas, y cuando no te das cuenta, ocurre algo: la posibilidad de la confesión, y la confesión creo que es uno de los momentos más importantes que puede haber en la comunicación, cuando de pronto uno abre el corazón a la otra persona y es recibido sin prejuicios”, asegura Gordon.
Fiel a su afición por desentrañar a la historia con sus letras, Solares compara esa dinámica del intercambio y la complicidad y lo lleva al terreno de la creación. Sus ejemplos revelan sus más grandes aficiones y pasiones: el mundo espiritual. Cuando era pequeño tuvo la oportunidad de asistir con cierta frecuencia a la casa de uno de sus tíos, con una mejor posición económica que la de su familia, y en aquella casona descubrió y exploró sesiones espiritistas que le llevaron a interesarse por el mundo del ocultismo y la adivinación.
Solares habla del expresidente mexicano Francisco I. Madero, casi con la nostalgia de quienes extrañan a un ser querido que ya no está: “En el libro no solo son mis experiencias, sino las de mis personajes. Me gustan que vivan por sí mismos. Me interesa su mundo, porque resuena con tu mundo. Puedes apreciar los visos de realidad que están detrás de tus personajes. Yo siento una compasión infinita por Madero. Era muy ingenuo, no estaba preparado para gobernar y no quería gobernar. Él quería ser un místico. Hacía retiros en el desierto. Entonces, llegó un momento en el que no sabía qué hacer. No tenía ningún sentido del poder, de mando, de control”, recuerda, aludiendo a su trabajo de investigación para escribir su libro Madero, el otro. La dimensión íntima y espiritual del revolucionario.
El interés por aquello que es invisible a los ojos lo comparten y lo conversan ambos autores desde hace muchos años, pero un momento clave que podría resumir esa complicidad cabe en un relato que confiesa Gordon y que sucedió durante las charlas para el libro: “Hubo un momento en que justo al estar tan conectados, porque la amistad supone, casi como el trabajo del novelista, sentir lo que está sintiendo el otro y casi a soñar lo que está soñando el otro, en que tuve vívidamente un sueño en donde veía una nueva novela de Ignacio Solares. La tenía ahí frente a mi vista y tenía que ver con Plutarco Elías Calles. Incluso vi la portada de la novela y le hablé por teléfono y le dije: Nacho soñé que tienes una nueva novela con pasajes sobre Calles. Nacho se quedó en silencio, y tiempo después, cuando efectivamente se publicó su novela sobre Calles, nacho escribió: ‘No había de otra, era una señal clara de que tenía que escribir esa novela’”.
Durante la promoción de Novelista de lo invisible, Pepe Gordon reitera la alusión al escritor Aldous Huxley sobre su ensayo Por qué son preciosas las piedras preciosas, y reflexiona: “Resulta que no hay nada más duro y opaco que una roca, y cuando una roca contundente se vuelve transparente y cristalina y filtra luz, nos recuerda que tal vez nosotros también podemos filtrar luz. La misma luz que Nacho ve en la sierra Tarahumara al contemplar las estrellas, y darse cuenta de que también las estrellas son como piedras preciosas que nos dicen que tenemos una inmensidad que nos habita y que no sospechamos. En nuestro cuerpo, lo que más se parece a una piedra preciosa son los ojos, si alguien te cierra los ojos y no lo ves, entonces no estás viendo a la otra persona”. De fondo la voz de Solares pide hacer un último apunte, y con la mirada emocionada y llena de cierta iluminación, concluye: “Acuérdate que el ojo no es ojo porque lo miras, sino porque te ve”.
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