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Las 596.000 millones de razones de Biden para traer a Norteamérica la producción de chips

En la Cumbre de Líderes de América del Norte, los mandatarios de Estados Unidos y México acordaron ampliar la producción de esta tecnología en ambos lados de la frontera

Isabella Cota
Un trabajador en una planta de fabricación de semiconductores propiedad del fabricante de chips holandés NXP Semiconductors
Un trabajador en una planta de fabricación de semiconductores propiedad del fabricante de chips holandés NXP Semiconductors que fabrica chips de telecomunicaciones 5G en Chandler, Arizona.COURTESY NXP SEMICONDUCTORS (Reuters)

Teléfonos, computadoras, cámaras digitales, televisores, lavadoras, refrigeradores y microondas, todos necesitan chips semiconductores para funcionar. Más allá de los aparatos de uso diario, su alcance llega hasta los sectores militar, automotriz e industrial que cada día dependen más de esta tecnología. Es por esto que Estados Unidos quiere producir más chips en su propio territorio (o bien, en territorios aliados). Es materia de “seguridad nacional”, ha dicho la Casa Blanca, pero también es un negocio: se estima que los ingresos por ventas de chips semiconductores este año sea de 596.000 millones de dólares a nivel mundial, de acuerdo con la consultora Gratner.

Durante la visita de Joe Biden a México, como parte de la Cumbre de Líderes de América del Norte esta semana, EE UU y México acordaron ampliar la cadena de suministro de semiconductores de manera que México aporte algunos de los minerales clave que se pueden encontrar en el estado de Sonora y pueda aportar la mano de obra en algunos de los procesos. Esto pudiera traer grandes beneficios a México, pero el bajo nivel educativo del país limitará su potencial, aseguran expertos.

Hechos de silicio, una especie de arena refinada, los chips semiconductores tienen propiedades para conducir la electricidad. “Son tan avanzados que pueden contener más de 100.000 millones de transistores en una sola pieza de silicio, tantos que a una persona le tomaría más de 1.000 años contar cada uno en voz alta”, describe la Asociación de la Industria de Semiconductores de EE UU (SIA, por sus siglas en inglés) en su más reciente reporte anual. Es por eso que se han vuelto ubicuos.

Según los datos más recientes de SIA, esa industria generó ingresos de más de 45.000 millones de dólares a nivel mundial en noviembre del año pasado solamente. Se espera que para 2030, la industria tenga un valor de un billón de dólares, según la consultora McKinsey.

Empresas estadounidenses, alemanas, holandesas y chinas están entre las más grandes productoras de esta tecnología, pero gran parte de sus operaciones están en Taiwán y el Gobierno de Joe Biden busca traer esas operaciones a su país o, por lo menos, a países aliados, como México. Durante los picos más intensos de la pandemia de la covid-19, entre 2020 y 2021, las interrupciones de cadenas de suministro global llevaron a una escasez de chips semiconductores. Esto retrasó la producción de millones de productos, generando, a su vez, inflación. La crisis fue el impulso que terminó por convencer a legisladores en EE UU de ambos partidos políticos que invertir en la industria nacional es urgente. A finales del año pasado, el Gobierno pasó el Chips and Science Act, con el cual se invertirán miles de millones de dólares en incentivos para la industria.

Mucha de la producción actual se encuentra en China, explica James Lewis, experto del Center for Strategic and International Studies (CSIS), quien trabajó en los Departamentos de Estado y de Comercio. El país ha sido muy agresivo en contra de EE UU desde que Xi Jinping tomó el poder, explica Lewis, y no tener mayor control sobre la producción de chips pone a EE UU en una posición vulnerable.

“De repente nos encontramos en una competencia con una potencia hostil que es China”, dice al teléfono desde Washington. “Es esa competencia con China la que está impulsando esto porque China juega con un conjunto diferente de reglas y EE UU ha decidido que necesita centrarse en tecnologías emergentes, tecnologías centrales, como semiconductores. Estos son los más importantes en este momento porque están en todo: está en tu auto o en tu refrigerador, en tu teléfono. Son la industria central de la economía global digital”.

Debido a los ambiciosos incentivos para la fabricación de chips ofrecidos por los gobiernos de otros países y la consolidación en curso en la industria, la participación de la capacidad de fabricación de semiconductores hechos en EE UU se redujo en más del 10% en los últimos 8 años, dice el reporte de SIA publicado a finales de 2022. A pesar de esto, la tecnología se ha convertido en la quinta exportación más importante del país, después del petróleo refinado, los aviones, el petróleo crudo y el gas natural. La iniciativa de la Casa Blanca “no pone al país a la cabeza”, dice Lewis, “sino que le permite alcanzar a los demás”.

Una parte del esfuerzo que está haciendo Biden consiste en colocar incentivos —como exenciones de impuestos— a empresas que inviertan en producir chips en su país, pero otra parte es geopolítica. En octubre, Washington emitió una orden que prohíbe a las empresas estadounidenses suministrar chips semiconductores y dispositivos de fabricación de chips a empresas chinas. También prohibió a los ciudadanos estadounidenses trabajar para empresas chinas de semiconductores.

“Hay demasiado riesgo político en China y algo de eso tiene que ver con nosotros”, dice Lewis. “La regulación por sí sola tiene que ver con Xi Jinping, quien a veces puede comportarse como un autoritario impredecible, pero las empresas no son solo estadounidenses, sino que son también europeas, japonesas. Las empresas están diciendo, ‘ya tengo tres fábricas y voy a construir una cuarta. Tal vez debería construirlo en el sudeste asiático, o en Israel. Tal vez debería construirlo en Centroamérica o México’. Lo que estás viendo es un alejamiento de China”, explica. Este distanciamiento con China se intensificó a partir del apoyo del país asiático a Rusia en su ofensiva contra Ucrania, agrega Lewis.

Sin embargo, el bajo nivel educativo de México en comparación con sus pares en Asia, por ejemplo, limitará su participación en la industria. Los chips semiconductores más sofisticados requieren una producción compleja, así como una gran inversión en investigación, explica Lewis. Este tipo de trabajos, que son mejor pagados, no los ofrece México, por lo que esta parte de la cadena de suministro seguramente se irá a EEUU o Canadá. Costa Rica, por ejemplo, uno de los países con el mejor nivel educativo en Latinoamérica, cuenta con varias instalaciones de una de las grandes productoras de chips, Intel.

“La etapa de fabricación es muy sofisticada para los chips más avanzados, solo unos pocos países pueden hacer eso”, explica Lewis. “Pero hay muchas otras etapas, como son de prueba, empaque, diseño, que no son requieren mucha mano de obra en lo que respecta a la tecnología. Y esa es una de las cosas en las que países como México podrían tener una ventaja”, augura el especialista.

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Sobre la firma

Isabella Cota
Es corresponsal económica para América Latina. Como periodista de investigación trabajó con Quinto Elemento Lab, NHK, BusinessWeek y OpenDemocracy, entre otros. También fue staff de Bloomberg News y Reuters en Centroamérica y Reino Unido. Es licenciada en Comunicación y Máster en Periodismo de Negocios y Finanzas por City University London.

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