
Cómo conseguir que un adolescente rebelde o disperso desarrolle su fuerza de voluntad
Los jóvenes se enfrentan a una sociedad que les exige constancia y disciplina cuando su naturaleza les impulsa a la exploración y la inestabilidad. La gran noticia para las familias es que esta habilidad se enseña y se aprende

Si algo preocupa a las familias con hijos adolescentes es la falta de voluntad que estos muestran en su día a día. Jóvenes que proponen mucho y acaban haciendo poco, que postergan, ponen excusas y acaban cediendo ante la pereza. Que muestran muchas dificultades para alargar un esfuerzo en el tiempo y bajan los brazos ante cualquier adversidad. Que tienden a dejarse arrastrar por la gratificación inmediata y a implicarse solo en aquello que despierta su interés.
La adolescencia es una etapa en que la constancia y la atención muchas veces brillan por su ausencia, pues los jóvenes viven inmersos en un torbellino de cambios físicos, cognitivos, sociales y emocionales que ponen a prueba su capacidad de mantener rutinas y compromisos. Esta es una etapa evolutiva muy compleja repleta de inseguridad e incertidumbre que les pone difícil enfocar su atención en aquello que es realmente importante.
Capitaneados por un cerebro aún inmaduro y normalmente incapaz de emplear correctamente las funciones ejecutivas básicas, como la planificación, la organización, la autorregulación o el control de la conducta, los jóvenes suelen priorizar el placer al esfuerzo prolongado. Esta tendencia, unida a la sobreestimulación constante del uso de pantallas y la inmediatez digital, dificulta su capacidad de mantener la atención y el foco en tareas prolongadas. La dispersión se convierte así en el escenario habitual de una mente que salta de estímulo en estímulo sin tiempo para reflexionar y perseverar.
Los adolescentes se enfrentan a una sociedad que les exige constancia y disciplina cuando su naturaleza les impulsa a la exploración y la inestabilidad. A tomar pocas responsabilidades en casa o el instituto, respondiendo muchas veces con desinterés o falta de compromiso, no por rebeldía o falta de hábitos, sino porque aún están aprendiendo a gestionar el esfuerzo y la frustración. Una falta de esfuerzo que les genera muchos conflictos en casa y bajo rendimiento académico o deportivo.
La fuerza de la voluntad es la energía del querer, del hacer que las cosas pasen. Es mucho más que un deseo: es la capacidad de sostener el esfuerzo, incluso cuando el entusiasmo inicial se desvanece. La voluntad es el motor interno que impulsa a levantarse después del fracaso, a intentarlo una vez más, a seguir trabajando por aquello que importa.
La gran noticia para las familias es que la fuerza de voluntad se enseña y se aprende. Es una habilidad que se construye con paciencia, ejemplo y práctica diaria que está directamente relacionada con el desarrollo de hábitos positivos y con la capacidad de tomar decisiones responsables. Una destreza imprescindible para que el adolescente pueda conseguir todos los objetivos que se marque manteniendo su motivación y atención. Un joven con una buena fuerza de voluntad será una persona trabajadora, con buen autocontrol, que se sentirá satisfecho consigo mismo y establecerá relaciones saludables.

Cómo conseguir que una adolescente desarrolle su fuerza de voluntad:
- No basta con exigir esfuerzo, hay que mostrarlo. El adulto debe convertirse en el mejor modelo que el adolescente pueda tener a la hora de afrontar la frustración, cumplir con sus compromisos y perseverar cuando algo no sale bien. Cuando el adulto actúa con coherencia, el mensaje cala más hondo que cualquier discurso.
- Mostrar apoyo, confianza y alentar al joven será esencial para que confíe en sus posibilidades y no abandone cuando las cosas se ponen difíciles. El acompañamiento emocional del adulto será el pilar que permitirá al adolescente persistir cuando el resultado no llegue de inmediato o tenga que cambiar de planes. Sentir que sus esfuerzos son valorados y que los errores no son castigados, reforzará su seguridad y capacidad para seguir intentándolo las veces que sean necesarias.
- Fomentar la autonomía y la responsabilidad permitirá al adolescente sentirse capaz de tomar sus propias decisiones, asumir las consecuencias de sus actos y confiar en su propio criterio e intuición. Cuando al joven se le brinda la oportunidad de actuar por sí mismo, de tropezar y buscar soluciones, se fortalece su sentido de competencia y su voluntad para enfrentarse a los retos de su día a día con madurez y seguridad.
- Ayudar al adolescente a establecer un plan de acción en el que se especifique cuándo, cómo y cuanto tiempo empleará para intentar conseguir sus propósitos, evitando así la indecisión o la falta de foco. Unos objetivos que deben ser realistas, que le van a exigir constancia y trabajo.
En un mundo donde la inmediatez y la exigencia lo domina todo, enseñar a los adolescentes a cultivar la voluntad es enseñarles a hacer frente a la frustración correctamente, a aplazar la recompensa y a entender que los logros verdaderos requieren de mucha constancia y esfuerzo. La fuerza de la voluntad no se hereda ni se impone: se entrena con el ejemplo, la paciencia, la confianza y el acompañamiento diario.
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