¿Cómo se manifiesta la anorexia en adolescentes?
Según los expertos, los trastornos de la conducta alimentaria pueden aparecer a cualquier edad, aunque esta etapa es un momento especialmente vulnerable e inciden en que hay sensibilizar a la sociedad y derribar el estigma que existe
Las personas con Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) desarrollan factores de riesgo previos que les hace vulnerables. Según Marian Fernández Arroyo, psicóloga en la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia (ADANER), “estos factores son: el perfeccionismo, una elevada autoexigencia, el exceso de autocrítica, las intensas experiencias de fracaso, la baja tolerancia a la frustración, la impulsividad, la percepción de pérdida de control, el déficit de habilidades y de afrontamiento de estrés, la insatisfacción corporal…”. La experta añade que en un momento de la vida de estas personas sucede algo que escapa a su control y optan por resolverlo controlando la comida.
La psicóloga explica que los TCA se pueden iniciar a cualquier edad, aunque la adolescencia es un momento especialmente vulnerable. Aclara, además, que se ha detectado una bajada en la edad de inicio a causa de la pandemia. “A nivel público hay saturación de los dispositivos de salud mental tanto para menores como para mayores de edad, con dificultad de acceso y citas muy espaciadas en el tiempo. Es fundamental que se creen nuevos recursos, que se amplíe el número de profesionales especializados en trastornos alimentarios, sobre todo, psicólogos y que incluyan a las familias en los tratamientos. Esperamos que el nuevo Plan de Salud Mental y Adicciones 2022-2024 de la Comunidad Autónoma de Madrid, ofrezca respuesta a estas necesidades. Nuestra asociación trabaja en ese sentido”, subraya Fernández Arroyo.
La profesional expone que ante señales como cambios bruscos de humor, irritabilidad, hiperactividad, ansiedad o tristeza..., hay que buscar ayuda poniéndose en contacto con las asociaciones de TCA de la zona o acudir al pediatra o médico de cabecera para que realicen la derivación conveniente a los especialistas, procurando pensar que se puede superar. Remata afirmando que todavía queda mucho trabajo para conseguir sensibilizar a la sociedad; derribar el estigma y el rechazo que, en muchas ocasiones, provocan por el desconocimiento.
Vivir con anorexia
Franciska Reinuaba (21 años), futura estudiante de Psicología, lleva años luchando contra la anorexia, se la diagnosticaron a los 13 años. Reinuaba garantiza haberse comparado muchas veces con imágenes de jóvenes en las redes sociales sin analizar que esas fotografías pueden estar editadas, pero con el deseo de ser así porque todavía no se acepta tal cual es. Nadia Barral González (44 años), psicóloga clínica y deportiva y entrenadora personal, fue diagnosticada de anorexia nerviosa restrictiva a los 14 años. Asegura sentirse perdida y con ansiedad en muchas ocasiones. “Noto un vacío dentro, cada vez más profundo”, refiere Barral González. Declara que, como muchos enfermos, tiene una exacerbada distorsión de la imagen corporal y lamenta sufrir cuando le dicen que está muy delgada y ella solo se ve gorda. Barral González relata que lo peor que le puede pasar a alguien (porque lo experimenta ella) es dejar de luchar por uno mismo y creer que la vida se reduce a intentar mitigar el sufrimiento propio.
Noelia Belog (33 años), licenciada en Periodismo y Técnica Superior en Dietética, tuvo anorexia nerviosa en su adolescencia y parte de su etapa adulta. “Una patología mental como es un TCA se presenta sin previo aviso. Y seguramente, cuando uno se percate habrá sido arrollado por la enfermedad”, testimonia Belog, quien asegura que siempre tuvo muchas inseguridades y que la comida fue la herramienta con la que suplió sus miedos. Explica que el detonante de todo fue un comentario inocente de una compañera de instituto. Con 13 años no se percibía con la suficiente fuerza mental y al sentirse con poder y control al no comer, puso en peligro su vida e hirió a sus seres queridos. La terapia psiquiátrica con apoyo psicológico, la medicación y el acompañamiento de su entorno lograron que volviese a comer. Sin embargo, argumenta que: “la raíz emocional que hay detrás de una anorexia nerviosa nunca desaparece del todo; aprendes a vivir con ella”. Belog subraya que, en la actualidad, posee herramientas que la ayudan en momentos de inestabilidad respecto a pensamientos que la guían a patrones conocidos. “El problema está en la mente, no en la comida”, confirma. Y concluye que debe hablarse de los TCA y evitar comentarios sobre el físico, procurando empatizar más con el prójimo.
“Con los influencers y la publicidad que se traslada a las redes sociales, se interviene en todo tipo de conductas de las personas, ya sea en la forma de vestir, las marcas, los viajes o la comida”, declara Josselyn Sevilla Martínez, psicóloga, especializada en niños y adolescentes. La experta trasmite que los niños y adolescentes presentan más dificultad para discernir entre la publicidad engañosa o aquella que no es beneficiosa para la salud y es por esto que refiere que los adultos han de acompañarlos para poder diferenciar y entender el significado de la publicidad, algo que “no es más que mostrar apetecible o satisfactorio el consumo de un producto”. Sevilla Martínez recomienda que tratándose de personas que están descubriendo y entendiendo el mundo, se les puede explicar alegando que: “muchas veces en la publicidad se exageran algunos aspectos o características de los productos o se muestra una apariencia que luego es muy distinta a la de la realidad”.
“La sintomatología física, conductual y emocional asociada a los trastornos de la conducta alimentaria, es compleja y depende mucho de la edad del niño y de su grado de madurez”, confirma Gonzalo Oñoro, de Dos Pediatras en Casa, pediatra en un centro de salud de atención primaria de la Comunidad de Madrid. El médico constata que los síntomas físicos son más complejos de evaluar, por su inespecificidad y pueden confundirse con síntomas causados por enfermedades comunes, como: el dolor abdominal, la sensación de dolor al tragar, la saciedad muy precoz o el estreñimiento. Asimismo, aclara que, aunque pueden no tener nada que ver con un TCA, van acompañados de síntomas conductuales que llaman la atención de los padres. “Los cambios de conducta sin un motivo aparente, crisis de llanto o la actitud desafiante suelen estar presentes antes de la adolescencia, lo que junto con los síntomas físicos comentados nos deberían poner en alerta”, subraya el doctor Oñoro.
El pediatra considera que los adolescentes merecen una mención aparte porque “en ellos es usual el rechazo a socializarse, centrándose mucho en ellos mismos o que se sientan diferentes o incluso rechazados por los que antes eran sus amigos”. Y opina que debe añadirse el interés desmedido por la comida y el ejercicio físico o que se salten comidas. “La pérdida de peso en un adolescente es un signo casi inequívoco de un TCA cuando se descartan otras causas, pero siempre va a ser de aparición tardía, incluso meses después de que esos otros síntomas físicos y conductuales comentados empezaran a dar la cara”, sostiene Oñoro. Además, suma que, en la adolescente, la amenorrea secundaria (perder la menstruación) es un síntoma habitual y suele acompañarse de la pérdida de peso.
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