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Dos de cada tres niños con dislexia no reciben el apoyo profesional que necesitan

Una detección tardía y la ausencia de un tratamiento adecuado aumentan el riesgo de sufrir fracaso escolar e inciden negativamente en su desarrollo posterior y bienestar emocional

Una monitora realiza ejercicios con una monitora para tratar su dislexia en un colegio de Madrid.
Una monitora realiza ejercicios con una monitora para tratar su dislexia en un colegio de Madrid.CArlos Rosillo
Nacho Meneses

En España, la dislexia afecta a uno de cada diez menores, pero apenas un tercio de ellos tiene acceso a las terapias de apoyo que necesitan para evitar que afecte negativamente a su desarrollo académico y emocional e incluso a su vida adulta. Para muchas familias, la ayuda económica que perciben del Estado (900 euros mensuales de una beca por necesidades específicas de apoyo educativo) es fundamental para facilitar un tratamiento que, de media, alcanza los 3.840 euros anuales, y sin embargo muchas dejarán de percibirla el curso que viene: para optar a ella, los alumnos con dislexia tendrán a partir de ahora que acreditar un 33 % de discapacidad, una exigencia que en la práctica puede dejar fuera a la mayoría de los alumnos con esta patología.

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¿Cuál es el problema? “Que únicamente con la dislexia no te reconocen un 33 % de discapacidad, aunque sea muy severa: dependiendo de la comunidad, pueden llegar a darte un 12%”, afirma Araceli Salas, portavoz de la Federación Española de Dislexia (FEDIS). Solo si se dan comorbilidades [otros trastornos simultáneos] es posible traspasar este umbral: “Hay que recordar que es frecuente la concurrencia de la dislexia con otros trastornos del neurodesarrollo, como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o el Trastorno del Desarrollo del Lenguaje, lo que determinará las características de la intervención y que requiere, en no pocas ocasiones, la intervención simultánea de varios profesionales” como logopedas, psicólogos o psicopedagogos, recuerda Toni Cerdá, psicólogo de FEDIS.

No se trata de un requisito nuevo, sino que se incorporó durante la anterior crisis económica, pero su aplicación no era rigurosa y en la práctica muchas de estas familias podían acceder a las ayudas. Una situación que, si no se remedia, cambiará después del verano. “En vez de poner un umbral económico (que es además lo que dice la normativa), lo que el ministerio está haciendo es incluir cada año a un colectivo y dejar fuera a los demás, a pesar de que todas las asociaciones familiares de niños con necesidades específicas de apoyo educativo estamos de acuerdo en renunciar a algo a cambio de un reparto equitativo que llegue a todos”, ilustra Salas. “Y no lo entendemos, porque esto va en contra de los derechos fundamentales de los niños y solo sirve para crear guetos”.

Síntomas y tratamiento

La dislexia se caracteriza por una dificultad notable para leer debido a problemas para identificar los sonidos del habla y comprender cómo estos se relacionan con las letras y las palabras. Entre los síntomas más comunes están “el sustituir una letra por otra, la falta de ritmo lector, un elevado número de errores ortográficos en comparación con otros niños de su edad, falta de comprensión lectora y dificultad para expresarse verbalmente”, explica Tamara Chubarovsky, experta en lenguaje y desarrollo infantil. Se trata de la dificultad específica del aprendizaje más extendida del mundo, y aunque permanece durante toda la vida, una terapia adecuada servirá para evitar el riesgo de fracaso escolar o de otros obstáculos a lo largo de su vida adulta.

Lo primero y fundamental es que se detecte de manera temprana y se les enseñe según sus necesidades”, dice Salas, cuyo hijo pequeño empezó a tener dificultades con cuatro o cinco años, pero que no pudo conseguir un diagnóstico hasta los nueve. Esta patología suele detectarse en los primeros cursos de Primaria, y aunque se trata de una afección frecuente en el entorno escolar, su diagnóstico no siempre es lo suficientemente rápido como para evitar problemas de adaptación y derivados de la falta de apoyo y tratamiento.

“La ayuda comienza por enseñarles a leer, que es donde empiezan a tener sus primeras dificultades, porque no recuerdan el sonido de cada letra (…). El niño con dislexia, aun con una capacidad intelectual normal o por encima de la media, pasa por ese proceso de automatización de una forma mucho más lenta”, sostiene Salas. De ahí que brindar las ayudas y herramientas necesarias ayudará a reducir la brecha con el resto de sus compañeros y que no se queden atrás.

La labor del logopeda, por tanto, se centrará en trabajar con el niño los sonidos, la conciencia fonológica y la comprensión y velocidad lectora. “Si no puede acceder a la lectura en este sistema actual que tenemos, ¿cómo va a aprender, si no tiene una comprensión adecuada de lo que está leyendo? ¿Cómo va a trabajar después?”, se pregunta Salas, que a su vez recuerda la especial vulnerabilidad de este colectivo a causa de la pandemia: “Esos niños antes recibían apoyo en el aula y ahora, con la covid, no lo están recibiendo, con lo que el agravio es mucho mayor. Los orientadores, por su parte, no dan para más, porque a lo mejor hay uno para coordinar dos o tres centros de 400 o 500 alumnos... Pero ahora, con los fondos europeos para compensar las secuelas de la pandemia, hay más dinero para becas. ¿Qué se va a hacer?”

Adaptaciones en el aula

Para la portavoz de FEDIS, es necesario incorporar en los centros escolares adaptaciones metodológicas y herramientas que pongan a los niños con dislexia en igualdad de condiciones para aprender. “No se trata de rebajar los contenidos, sino de proporcionar herramientas que compensen esa desigualdad en el aprendizaje, con exámenes orales o tipo test, por ejemplo; que no cuenten las faltas de ortografía o que se incorporen las nuevas tecnologías, como una aplicación de lectura para que el niño pueda leer, con la ayuda de unos auriculares, de forma auditiva y visual”.

Desde FEDIS hacen a su vez una serie de recomendaciones, como no hacerles leer en público en contra de su voluntad: “Si un niño está emocionalmente muy tocado y es muy inseguro, hacerle leer en voz alta delante de la clase le producirá muchísima angustia y problemas de autoestima”, denuncia Salas. “Estos chicos son supervivientes de un sistema educativo que no los tiene en cuenta... Hay niños de siete u ocho años con un nivel de estrés muy elevado y muy mal emocionalmente... No puede ser que un niño tenga que enfermar para aprender; les roban la infancia”.

Las necesidades específicas de apoyo educativo que presenta este colectivo están cubiertas desde 2006 por la Ley Orgánica de Educación, pero el desarrollo que de ella han hecho las comunidades autónomas ha sido muy desigual, puntualiza Salas: “La realidad es que, dependiendo del maestro o del orientador que te toque, o de la comunidad en donde vivas, estarán más o menos sensibilizados y cumplirán (o no) con los derechos del niño”. También, afirma, está pasando con los exámenes de la selectividad (EBAU), donde las adaptaciones varían de una comunidad a otra. “Imagínate cómo será la situación de las familias, que ha habido casos en los que el padre se queda a vivir en una mientras que la madre y el hijo o hija se van a otra, para que el menor pueda estar en igualdad de condiciones con el resto”.

*En una versión anterior de este artículo, se incluían unas declaraciones que establecían una relación causal de la dislexia con una falta de desarrollo del sistema vestibular que se han eliminado, al comprobarse que no hay evidencia científica que permita tal aseveración.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS

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