Estados Unidos vive el penúltimo acto del drama por la Casa Blanca con la votación del Colegio Electoral
El voto de los compromisarios confirmará la victoria de Biden entre presiones de Trump, pero algunos republicanos planean llevar la batalla hasta el Congreso
El drama en el que se han convertido las elecciones estadounidenses afronta este lunes su penúltimo capítulo. Los miembros del Colegio Electoral se reúnen en las capitales de sus respectivos Estados para emitir sus votos y formalizar así la victoria del demócrata Joe Biden, un procedimiento constitucional que suele pasar sin pena ni gloria, pero que, esta vez, se desarrolla bajo la extraordinaria presión del aún presidente, Donald Trump, que sigue lanzando acusaciones infundadas de fraude. A las tres y media de la tarde (hora de Washington) ya habían votado los compromisarios de los seis territorios recurridos por Trump ( Michigan, Arizona, Georgia, Nevada, Pensilvania y Wisconsin) y Biden quedaba prácticamente confirmado. Tras fracasar en los tribunales, algunos republicanos planean llevar la batalla hasta la sesión del 6 de enero en el Congreso –cuando las dos Cámaras deben contar las papeletas de este lunes– para tratar de evitar que ratifiquen a Biden.
“Esto no es solo una tradición, es también una forma de mostrarle a la gente, ahora más que nunca, que el sistema funciona”, dijo el gobernador de New Hampshire, el republicano Chris Sununu, al comenzar la sesión en el Estado, uno de los primeros que llevó a cabo la votación, junto con Indiana, Tennessee y New Hampshire. La jornada terminará cuando voten los territorios de la costa Oeste y la victoria de Biden quedará completamente sellada con California, sobre las cinco de la tarde (hora de la ciudad de Washington).
En las presidenciales estadounidenses, el voto individual de cada ciudadano es lo que se conoce como voto popular y no sirve para elegir al candidato directamente, sino para designar a una serie de compromisarios, los miembros del Colegio Electoral. Son un total de 538 en todo el país, 100 senadores (dos por cada uno de los 50 Estados), más otros 435 que se reparten entre los Estados en función de su peso en el Congreso (California, que es el mayor, tiene 55) y los tres del Distrito de Columbia (DC). La mayoría de los territorios, salvo Maine y Nebraska, funcionan mediante un sistema mayoritario (se le conoce, en inglés, como winner-takes-all) en el que quien saca mayoría de votos populares en dicho territorio, aunque sea por la mínima, se lleva a todos los compromisarios. Para ganar, hacen falta 270 votos electorales. Biden logró 306 (con una ventaja de siete millones en voto popular) y Trump se quedó en 232.
Estos son los compromisarios que votan este lunes ante una expectación muy poco común, en unas sesiones que un gran número de Estados transmitieron en directo, por streaming. Hillary Clinton, exsecretaria de Estado y excandidata presidencial, fue una de las electoras escogidas y publicó una foto en su cuenta de Twitter tras depositar el voto por el Estado de Nueva York.
Lo que Trump y sus aliados han intentado es que las autoridades republicanas de territorios que han perdido en un escrutinio ajustado (Arizona, Georgia y Wisconsin, entre otros) ignoren el voto popular y designen a sus propios compromisarios, de forma que este lunes no voten por Biden. “Los Estados pendulares que han hallado un fraude electoral masivo, que son todos, no pueden certificar legalmente estos votos como completos y correctos sin cometer un delito severamente punible”, escribió Trump este domingo por la noche en Twitter, a modo de amenaza velada.
Desde que fue declarado perdedor de las elecciones del 3 de noviembre, el republicano está presionando a los funcionarios de su partido en dichos territorios clave para que vulneren la voluntad expresada en las urnas, que él tacha de ilegítima, y este lunes le concedan la reelección. Pero ni los funcionarios locales ni los diferentes jueces a los que se les ha reclamado semejante medida han encontrado pista alguna de fraude que justifique revertir la voluntad democrática expresada en las urnas.
Así que este lunes, salvo sorpresa mayúscula de última hora, los miembros del Colegio Electoral ratificarán que Joe Biden ganó las elecciones y enviarán sus papeletas certificadas rumbo al Capitolio, en Washington. Una sesión conjunta del Senado y de la Cámara de Representantes programada para el 6 de enero contará y revisará esos votos electorales certificados. Con el ganador declarado oficialmente, solo falta la toma de posesión de Biden, el 20 del mismo mes.
El rechazo del Tribunal Supremo a los pleitos presentados deja la cruzada de Trump y sus acólitos prácticamente sentenciada, pero algunos republicanos están dispuestos a utilizar el último recurso del Congreso. Según The New York Times, al frente de la última intentona está el congresista republicano Mo Books, de Alabama, quien planea discutir el resultado de Arizona, Pensilvania, Nevada, Georgia y Wisconsin. Este domingo, en su cuenta de Twitter, mostró su posición: “El Congreso es el último árbitro sobre quién gana las elecciones presidenciales, no el Tribunal Supremo. Los padres fundadores de América no querían que jueces dictatoriales y no elegidos tomaran estas decisiones. El sistema judicial no está preparado ni tiene el poder para decidir elecciones discutidas”, escribió.
Para poder presentar una objeción a esos votos, es necesario el apoyo de al menos un miembro de la Cámara de Representantes y de otro del Senado. De conseguirlo, las dos Cámaras escucharán el argumento y lo debatirán durante no más de dos horas. Para poder descalificar los votos de un territorio haría falta una mayoría en las dos, pero la baja está controlada por los demócratas y la alta por los republicanos. Los demócratas han presentado mociones contra estos votos en un pasado muy reciente (2017, 2011 y 2005), pero en todas esas ocasiones se trató más de una queja simbólica que de una desafío real, pues los candidatos derrotados ya habían concedido la victoria a sus rivales republicanos.
No es el caso de Trump, que no tira la toalla y, además, presiona a los republicanos que no le apoyan en esta cruzada, como el gobernador de Georgia, Brian Kemp. Con la crucial segunda vuelta de elecciones al Senado que este Estado celebra el 5 de enero -sí, justo el día antes-, nadie quiere enfadar a las bases y predomina el silencio. Para añadirle carga dramática a la jornada del 6 de enero, el encargado de anunciar el resultado y, así, oficializarlo, no es ni más ni menos que el vicepresidente de EE UU, Mike Pence, uno de los grandes aliados de Trump. De sus labios y su firma saldrán las palabras que menos quiere oír.
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