La purga de Trump en la cúpula de la ciberseguridad le libera de contestación interna en sus acusaciones de fraude
El descabezamiento de la agencia encargada de la seguridad en las elecciones, por rechazar su cruzada contra la legitimidad del resultado, indica que el presidente no tiene intención de aceptar la derrota
Prácticamente ausente de la vida pública de un país en crisis, boicoteando la transición de poder y volcado en una inquietante cruzada para tratar de deslegitimar y revertir el resultado electoral de las elecciones de Estados Unidos, el todavía presidente Donald Trump insiste en demostrar que es él quien aún está al mando, aunque sea solo hasta el 20 de enero. El martes por la noche despidió, a través de un tuit, a Christopher Krebs, director de la Agencia de Ciberseguridad, después de que este certificara la integridad de las elecciones del pasado 3 de noviembre, mediante una serie de declaraciones realizadas en los últimos días en las que contradecía las denuncias falsas de fraude masivo realizadas por el presidente.
Con el despido del más alto cargo en materia de seguridad electoral, el presidente elimina cualquier control interno sobre sus infundadas acusaciones de fraude. La destitución se encuadra, además, en una purga en profundidad de la cúpula de la agencia, perteneciente al Departamento de Seguridad Nacional, encargada de certificar la seguridad de las elecciones. El segundo de Krebs, Matthew Travis, también fue informado de que la Casa Blanca exigía su cese. Otro director adjunto de la agencia fue destituido la semana pasada.
Conocida como CISA por sus siglas en inglés, la agencia fue creada a raíz de la masiva injerencia rusa en las elecciones de 2016. Con ella, el Gobierno federal pasaba de no desempeñar papel alguno en la garantía de la seguridad de los procesos electorales a convertirse en la fuente de referencia para asuntos de ciberseguridad. CISA despertó al principio suspicacias entre las autoridades estatales, que la veían como un asalto federal a competencias de los Estados. Pero Krebs, en gran medida por su escrupulosa neutralidad partidista, acabó ganándose la confianza de unos y otros y, cuatro años después, CISA y los Estados actúan como un frente sin fisuras y ninguna autoridad electoral estatal da pábulo a las acusaciones de Trump y sus aliados, e incluso algunos de ellos las han rechazado abiertamente.
Ayer mismo, los miembros republicanos del consejo electoral de un condado clave de Michigan, que se habían negado a certificar la victoria del demócrata Joe Biden, dieron marcha atrás y reconocieron el resultado. Tampoco está llevando a ningún lado la ofensiva judicial emprendida por el entorno del presidente para impugnar resultados en Estados decisivos: los republicanos han perdido un caso en el Supremo de Pensilvania, han encontrado un notable escepticismo en otro caso planteado ante la justicia del mismo Estado, y las autoridades de Georgia indican que el recuento manual de votos allí no tiene posibilidad de revertir la victoria de Biden en el Estado. Pero, a pesar de que sus opciones de cambiar el resultado de las elecciones son poco menos que nulas, el presidente Trump no ofrece señal alguna de que pretenda cesar en sus peligrosos ataques al sistema electoral.
El despido de Krebs, nombrado por el propio Trump, ha sido tan fulminante como previsible, en el marco de la ofensiva a la que se ha lanzado el presidente republicano. La semana pasada, el propio Krebs había dicho a sus compañeros de trabajo que contaba con que podía ser despedido. Amparado de manera insólita por los cuadros de un Partido Republicano temeroso de enfrentarse al líder antes de que se celebre en enero la segunda vuelta de las elecciones para dos escaños del Senado en Georgia de los que dependerá quién controla la Cámara legislativa, Trump se niega a aceptar la contundente victoria electoral de Biden. Y no duda en despedir a aquellos de su equipo que considera desleales. Así lo hizo el pasado 9 de noviembre con el propio secretario de Defensa, Mark Esper, como parte de un relevo in extremis en la cúpula del Pentágono. En la lista de altos cargos a los que el presidente considera desleales, según The New York Times, Krebs incluye también a Christopher Wray y Gina Haspel, director del FBI y de la CIA, respectivamente, que continúan en sus puestos.
“La reciente declaración de Chris Krebs sobre la seguridad de las elecciones de 2020 era altamente inexacta, ya que hubo masivas incorrecciones y fraude, incluidas personas muertas que votaron, supervisores no autorizados a entrar en recintos electorales, fallos en las máquinas que cambiaron votos de Trump a Biden, votos fuera de plazo y mucho más”, tuiteó Trump, enumerando una serie de acusaciones sin base y obligando a Twitter, de nuevo, a etiquetar su mensaje como “controvertido”. “Por tanto, con efecto inmediato, Chris Krebs ha sido cesado como director de la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de las Infraestructuras”.
Krebs, de 43 años, exejecutivo de Microsoft, llevaba días rebatiendo las acusaciones falsas de fraude electoral. Su agencia publicó comunicados negando las acusaciones de que pudieran emitirse votos de personas fallecidas y que se pudieran cambiar los resultados sin ser detectado. Distribuyó también un comunicado de un amplio grupo de autoridades federales y estatales que concluían que la elección había sido “la más segura de la historia de Estados Unidos”. Este mismo martes, Krebs había tuiteado un informe en el que 59 expertos en seguridad electoral aseguran que no existe evidencia alguna de fraude en las elecciones.
“Honrado por haber servido. Lo hicimos bien. Defender hoy, asegurar mañana”, dijo Krebs desde su cuenta personal de Twitter, poco después de su despido. “Es patético, pero tristemente predecible, que defender y proteger nuestro proceso democrático sea causa de despido”, tuiteó el congresista demócrata Adam Schiff, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
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