La sobriedad de Pence, un activo para Trump
La demócrata Harris no ha atacado al candidato republicano, que sale casi ileso de este debate y con ello mantiene las esperanzas de su partido
Esta noche se ha celebrado en Utah el primer y único debate vicepresidencial de la campaña electoral. Un debate tradicionalmente considerado de segunda, en un Estado poco importante para el resultado final de las elecciones pero que, en el contexto actual, ha situado a sus protagonistas, Mike Pence y Kamala Harris, en primer plano.
La noticia de que Donald Trump ha contraído la covid-19 ha hecho que los electores sean más conscientes que nunca de que la posibilidad de que el próximo presidente quede incapacitado o incluso fallezca en el cargo es real. A lo largo de la historia estadounidense, el vicepresidente ha debido sustituir al presidente en nueve ocasiones, y la edad avanzada de los candidatos y la pandemia acrecientan el riesgo.
Ambos rivales llegaban con aura competitiva: Kamala Harris es recordada en el primer debate en las primarias demócratas, cuando barrió al propio Biden. Respecto a Pence, está experimentado en estas lides, y ya en 2016 ganó al candidato a vicepresidente de Hillary Clinton, Tim Kaine.
El debate no ha decepcionado, a pesar de que la moderadora, Susan Page, ha estado más pendiente del control de los tiempos y del guion (que las campañas habían aceptado) que, del debate en sí, y se han perdido varios pasajes intensos y vibrantes de posibles réplicas entre los candidatos.
La cara hierática de Pence ha contrastado con la gestualidad expansiva de Harris que, aunque tiene la energía que le faltó a Biden, mostró un tono ácido e irónico en su lenguaje no verbal (ante cada exposición de Pence) que puede ser perjudicial. La frialdad y sobriedad de Pence ha sido un activo convincente frente al intento de empatía constante de la demócrata. Pence ha mostrado una actitud imperturbable a cualquier ataque de su rival y ha contragolpeado en cada oportunidad mostrando debilidades, contradicciones o imprecisiones del ticket Biden-Harris.
Harris no siempre ha encontrado los mensajes asertivos hacia los públicos decisivos. Mientras que Pence, con su repetición “el presidente Trump y yo” ha estado rocoso mostrando una idea de equipo a la que Harris no ha conseguido contraponer con claridad con su propuesta ni su binomio.
En el bloque de política exterior, Harris ha preferido atacar a Trump y Pence que cuestionar o criticar a China. Dejarles a los republicanos el relato de defensa de los Estados Unidos frente a la “agresión extranjera” puede ser un error estratégico que alimenta el marco mental de Trump.
Harris no ha atacado a Pence, que sale casi ileso de este debate y con ello mantiene las esperanzas de los republicanos. El problema de los republicanos es que tienen un candidato sólido, pero que no es el presidente. El problema de los demócratas es que Harris no ha parecido el complemento de Biden, sino su superación.
Pence ha dejado mensajes para todos sus públicos (“El pueblo necesita saber”) desde los cristianos a los ciudadanos de los suburbios. Harris ha tenido profundidad y empatía. Ha mostrado su preparación y su competencia técnica, pero no necesariamente su competitividad electoral. Pence, sin complejos, ha salido a crear dudas razonables sobre Biden y Harris, y ha estado convincente y asertivo sin esforzarse en matices, logrando casi siempre direccionar la discusión hacia sus marcos.
El momento más vibrante ha aparecido al final. La fiscal Harris ha enseñado las garras en el debate sobre el debate racial: “No le voy a permitir a Pence que me dé un sermón de cómo cumplir las leyes”. Ha sido su mejor momento, llegando mejor al final. Pero a Pence no le importa parecer un predicador conservador. No parece que le importe mucho su imagen, solo quiere competir y ganar. Esa autoestima de Harris es, paradójicamente, su fortaleza y -quizás- su debilidad. Pence no parece que tenga esa preocupación, solo una profesional ambición controlada. Cuando los segundos son los primeros.
Antoni Gutiérrez-Rubí es asesor de comunicación.
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