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Columna
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Donald Trump, personaje de Lewis Carroll

Con el virus metido en casa y en su cuerpo, el presidente de EE UU no sabe qué será de él, ni siquiera si llegara al día de las elecciones como candidato presidencial o se desvanecerá de pronto como el gato del cuento

Lluís Bassets
Donald Trump saluda desde el balcón de Truman en la Casa Blanca tras abandonar el hospital el pasado lunes.
Donald Trump saluda desde el balcón de Truman en la Casa Blanca tras abandonar el hospital el pasado lunes.NICHOLAS KAMM (AFP)

Según Jared Kushner, el yerno de Trump, hay que leer Alicia en el país de las maravillas para entender a su suegro y prestar además especial atención a uno de sus extraños personajes, el gato de Cheshire, un sonriente animal que puede desvanecerse y dejar como único rastro su sonrisa. Un capítulo de Rage, el libro de Bob Woodward, está dedicado a recoger las ideas de Kushner sobre la personalidad de Trump, que se resumen en una frase del famoso gato del cuento de Lewis Carroll: “Si no sabes adónde vas, seguro que el camino que has escogido te llevará allí”.

La estrategia de Trump es la resistencia y la persistencia, no la dirección, le señala Kushner a Woodward. Junto a su esposa Ivanka, nadie conoce mejor ni tiene mayor influencia sobre el presidente. Siendo totalmente errático e impredecible, “no se sabe dónde están sus límites”. “No es sólido, sino fluido, y esta es su fuerza”, remata. “Kushner adora a su suegro y actúa como su más fiel admirador y fervoroso creyente”, dice el periodista. Como director en la sombra de la campaña electoral, confiesa que el secreto del éxito estriba en mantenerle siempre a la ofensiva, en el centro del escenario, sin dejar protagonismo para nadie más.

Las numerosas entrevistas realizadas por el periodista para escribir su libro, 17 de ellas con el propio Trump, terminaron a principios de julio, cuando nadie podía prever que el presidente enfermaría de la covid-19 y la Casa Blanca y el Pentágono se convertirían en destacados focos de contagio. A cuatro semanas de la jornada electoral, la estrategia trumpista ha conseguido sorprender y desbordar a sus propios protagonistas, Kushner incluido.

Las prioridades electorales trumpistas pueden cambiar ahora varias veces en una misma jornada. Si a la salida del hospital Walter Reed se presentó como un valiente y humilde comandante en jefe que ha combatido el virus en persona, a su llegada a la Casa Blanca se arrancó la mascarilla y compareció como desafiante negacionista respecto a la peligrosidad de la pandemia. El último quiebro ha sido la orden de paralizar las negociaciones con los demócratas para la aprobación de un paquete billonario de ayudas a la economía hasta después de las elecciones y luego su inmediata corrección ante la reacción horrorizada de los republicanos y la caída de las bolsas.

Desatado ayer en las redes sociales, gracias al confinamiento, y enredado en la tela de araña de sus propias mentiras, son visibles las dificultades de Trump para orientarse, atribuibles según sus adversarios a la intensa medicación que ha recibido. No quiere que la pandemia ocupe la actualidad hasta el 3 de noviembre y prefiere esgrimir en su lugar los futuros e improbables éxitos económicos o el bastón amenazador de la ley y el orden. Con el virus metido en casa y en su cuerpo, no sabe qué será de él, ni siquiera si llegara al día de las elecciones como candidato presidencial o se desvanecerá de pronto como el gato del cuento, dejando tras de sí, en vez de la sonrisa gatuna, su desesperante mechón oxigenado.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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