Los dos plebiscitos del 9-J: contra los ultras o contra Sánchez
Feijóo se abre a pactos con Meloni en el Parlamento Europeo: “No me parece homologable a otros partidos de extrema derecha” y la izquierda alerta frente al avance extremista en la UE
Entre la más clamorosa indiferencia ciudadana, comenzó la madrugada de este viernes la campaña para las elecciones europeas del 9 de junio. La víspera se había celebrado en La Sexta el primer y único cara a cara entre las candidatas de los dos principales partidos, la socialista Teresa Ribera y la popular Dolors Montserrat, con un ínfimo seguimiento: un 3,4% de audiencia, poco más de 400.000 espectadores. El país vive en una campaña permanente desde enero —la sucesión de elecciones gallegas, vascas y catalanas— y ha cundido el cansancio. Ahora los partidos tienen dos semanas para despertar al elector confiando en la fortaleza de sus reclamos. En la izquierda será la alarma por el crecimiento de la ultraderecha en todo el continente. Y en la derecha, la llamada al enésimo plebiscito sobre Pedro Sánchez.
La gran cuestión que acaparará la campaña se hizo patente desde el primer minuto: la posibilidad cierta de que la extrema derecha entre en el gobierno europeo. Lo mostraron los dos debates inaugurales, el casi clandestino entre las candidatas españolas y el celebrado este jueves en Bruselas entre representantes de las mayores corrientes políticas del Parlamento europeo. En ambos casos quedó certificado que la derecha de toda la vida ya no se cierra a pactos como los que el PP mantiene con Vox en comunidades y municipios españoles. O al menos con una parte del magma ultra, la que representa la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, una crítica de la UE más discreta que otros de sus pares ideológicos. A pactar con Meloni se abrió en Bruselas la actual presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. Horas después se abonó a la idea Alberto Núñez Feijóo, quien esgrime que la italiana “no es homologable a otros partidos que se consideran de extrema derecha”.
Fueron precisamente los acuerdos PP-Vox tras las elecciones locales de mayo de 2023 los que insuflaron combustible a la izquierda para remontar el vuelo ante las generales. El temor a la entrada de Vox en el Gobierno actuó, según la mayoría de análisis, como el estímulo para una movilización de última hora que frustró la llegada al poder de la derecha.
Con los ultras avanzando en todo el continente, la izquierda va a exprimir hasta la última gota el reclamo que tan exitoso se reveló el 23-J. En la larga comparecencia de Sánchez el pasado miércoles en el Congreso, no se oían más de cuatro frases seguidas del presidente sin que resonase la palabra “ultraderecha”. No hay en Europa otro Gobierno tan nítidamente de izquierda como el español, y eso permite a Sánchez presentarse como un dique contra la marea extremista. “Somos lo que más odia la ultraderecha”, repite el líder socialista. La candidata Ribera lo recalcó en el primer acto de campaña en Valencia, junto a Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero: “Quieren reventar nuestro modelo de Europa”.
La gran diferencia respecto al 23-J es que esta vez los dos partidos en el Gobierno no comparecerán casi como si integrasen un ticket conjunto. Ahora se vota en circunscripción única, no hay peligro de perder sufragios por la dispersión, y el PSOE intenta arramblar con toda la izquierda para al menos reducir distancias ante el PP. Porque ni siquiera los socialistas más entusiastas se ven superando en cinco puntos a los populares, como vaticinó este jueves otra controvertida entrega del CIS de José Félix Tezanos.
Sumar necesita diferenciarse, como ha mostrado estos días en el Congreso rechazando dos leyes socialistas, tras meses sin apenas nada que vender en el Gobierno. Tiene la presión de Podemos, cuya supervivencia depende de colocar en el Europarlamento como mínimo a Irene Montero. La líder de Sumar, Yolanda Díaz, abrió campaña en Madrid, junto a su candidata, Estrella Galán, arremetiendo contra los discursos de odio, al tiempo que advertía de que en Europa socialistas y populares gobiernan juntos y acaban de pactar el regreso a las reglas fiscales que limitan el gasto público. Frente a eso, Díaz se ofrece como la izquierda opuesta a otra ración de austeridad.
En el PP, el acoplamiento entre los mensajes y el ámbito geográfico de cada elección no resulta fácil de detectar. En Cataluña los populares no hablaron de la amnistía y en el País Vasco no hablaron de la herencia de ETA. Ahora que las elecciones son europeas, vuelven con la amnistía (lo mostró Montserrat en el debate con Ribera) y algunas dosis de ETA (reapareció en la sesión semanal de control al Gobierno). En un acto con empresarios este jueves en Barcelona, donde abrió la campaña, Feijóo hasta se permitió dudar de que el independentismo haya perdido la mayoría en Cataluña argumentando que los comunes, integrados en Sumar, defienden el referéndum de autodeterminación. Aunque el líder del PP ha enterrado su letanía de la campaña del 23-J, aquel fallido “derogar el sanchismo”, el mensaje de fondo ahí sigue.
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Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.