Alemania busca el porqué de una matanza cuyo autor no encaja en ningún esquema
El saudí que mató al menos a cinco personas en un mercado de Navidad decía ser el crítico “más agresivo” contra el islam
Es una sensación de aturdimiento, más que de cólera o indignación, y menos aún de venganza. Alemania tiene más preguntas que respuestas tras el atentado que el viernes dejó al menos cinco muertos y 200 heridos en el mercado navideño de Magdeburgo, una de estas ciudades donde muchos se sienten protegidos, en la confortable provincia, de las convulsiones del mundo. ¿Qué falló? ¿Y quién era el hombre que al volante de un automóvil embistió contra las personas que comían salchichas o bebían el típico vino caliente? Todo sucedió en menos de cinco minutos, los que su potente BMW tardó en cruzar pasadas las 19.00 horas la concurrida plaza del Ayuntamiento, donde en estas fechas se instalan las casetas de madera y las decoraciones de Navidad. ¿Qué quería este saudí que dice odiar el islam y que en un instante hizo saltar por los aires la paz de una ciudad con una larga historia de guerras cruentas y bombardeos apocalípticos?
“Parecían tan lejanas estas cosas, y ahora están tan cerca”, dice Silvia, una mujer de 57 años que ha venido a dejar una velas ante la Johanniskirche y bajo la mirada severa de la estatua de Lutero, que en 1624 predicó en este templo y convirtió a la ciudad al protestantismo. “Es difícil de creer”.
En Magdeburgo, este sábado, reinaba un silencio espeso. El termómetro marcaba los siete grados, pero la humedad del Elba calaba hasta los huesos. Las casetas de madera seguían en el mercado y las luces navideñas seguían encendidas como si nada, pero la plaza estaba acordonada y nadie circulaba entre los puestos de salchichas y vino. Un paisaje espectral. En los centros comerciales de las amplias avenidas de la ciudad reconstruida con estilo soviético de la Alemania Oriental tras los bombardeos de la II Guerra Mundial, los clientes eran escasos. No era el ambiente de unas vísperas de Navidad. En una manifestación en el centro urbano, se escucharon proclamas xenófobas. Mientras, a un centenar de metros del mercado, a la entrada de la Johanniskirche, se formaba una pequeña multitud ante las numerosas velas y flores a la entrada de la iglesia. Una madre abrazaba a su hijo. Un tío y su sobrino, púdicamente entrelazando los brazos, depositaban dos rosas y se recogían ante este memorial espontáneo. Las conversaciones eran susurros.
“No solo cayeron adultos. Cayeron niños también”, reflexiona Domenique, el sobrino. Y reclama Frank, el tío: “Hay que pensar en las víctimas, no en el perpetrador”.
El perpetrador se llama Taleb al Abdulmohsen, tiene 50 años, es ciudadano saudí, reside en Alemania desde 2006 y ostenta la condición de refugiado desde 2016. Las primeras noticias del atentado y de la detención de su autor, el viernes, provocaron en muchos una lógica asociación de ideas. No habría sido el primer atentado islamista en un mercado navideño, “uno de los últimos símbolos populares de los cristianos”, escribió Ulf Poschardt, director del diario conservador Die Welt. Las voces habituales desenfundaron de inmediato. “¿Cuándo acabará esta locura?”, dijo Alice Weidel, dirigente de Alternativa para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha que puede convertirse en la segunda fuerza parlamentaria en las elecciones anticipadas de febrero. En el Parlamento del estado de Sajonia-Anhalt, cuya capital es Magdeburgo, ya lo es desde hace años, y la inseguridad, la inmigración y el terrorismo puede adueñarse ahora de la agenda de campaña. Elon Musk, amo de la red social X y magnate trumpista, pidió la dimisión del canciller Olaf Scholz. Marine Le Pen, líder de la extrema derecha francesa y aspirante a suceder a Emmanuel Macron en el Elíseo, fue más rotunda: “De nuevo la barbarie islamista siembra el terror en el corazón de Europa. Este acto de guerra contra un símbolo de nuestra civilización sacude los corazones”.
Pero unas horas después, cuando se dieron a conocer los nombres y el apellido del detenido, quedó claro que las cosas eran más complicadas. Taleb al Abdulmohsen es saudí, pero rompió con su religión, hasta el punto de declarar en 2019 al Frankfurter Allgemeine Zeitung: “Soy el crítico del islam más agresivo de la Historia”.
Los servicios de inteligencia de Arabia Saudí habían alertado a las autoridades alemanas sobre Al Abdulmohsen, informa la agencia Reuters. En su perfil de la red social X figuraba la foto de un arma automática y un dibujo de su rostro junto a la siguiente descripción: “Oposición militar saudí. Alemania persigue a las mujeres saudíes demandantes de asilo, dentro y fuera de Alemania, para destruir sus vidas. Alemania quiere destruir Europa”. Difundió en la misma red mensajes elogiosos con Musk y Alternativa para Alemania, lo que obligó a Weidel a señalar que el sospechoso no militaba en el partido. También un fotomontaje de un activista conocido por organizar manifestaciones públicas de quema del Corán en el que se veía a la excanciller Angela Merkel con un cartel que decía: “Yo destruí Europa”. Seguramente se refería a la decisión de la democristiana Merkel en 2015 de acoger a un millón de refugiados. En otro mensaje, Al Abdulmohsen disparaba: “Si la pena de muerte es restablecida, [Merkel] merece morir”. Y el mismo día del atentado, escribió, en un crescendo conspiracionista, en los límites entre la paranoia y la subversión: “Considero a la nación alemana responsable del asesinato de Sócrates”. Defendía a AfD y la extrema derecha, pero también a los refugiados; se declaraba enemigo del islam y perpetró una masacre en un mercado cristiano.
El fiscal Horst Nopens, en una rueda de prensa en Magdeburgo, dijo que el detenido se había pronunciado sobre el motivo del crimen: “Insatisfacción respecto a cómo se trata a los refugiados de Arabia Saudí”. Se le investiga por cinco asesinatos y 200 tentativas de asesinato. “No sabemos si se trata de un atentado terrorista”, añadió el fiscal.
El método del atentado —un automóvil contra un mercado navideño, exactamente como el de Berlín en 2016— es tristemente típico. El perfil del autor, totalmente atípico.
“No hay elementos suficientes para entender este caso”, admite en un correo electrónico Olivier Roy, especialista de referencia en islamismo y otros radicalismos. “Sea como sea”, añade, “es un lobo solitario, atípico, probablemente con una dimensión psiquiátrica. Y se trata de un atentado poco sofisticado, sin logística y con un arma improvisada: el coche”.
La guarida del lobo solitario era hasta el viernes el número 45 de la Christianstrasse en Bernburg, 50 kilómetros al sur de Magdeburgo. Es una calle estrecha en pendiente en un barrio residencial de este municipio de 30.000 habitantes dominado por una vetusta fábrica química y un aire de vieja ciudad industrial de la RDA. Taleb al Abdulmohsen vivía en la planta baja de esta casa de dos pisos y buhardilla, y su nombre sigue inscrito en el interfono y el buzón, mientras la policía bloquea la entrada y registra el interior. A menos de un kilómetro se encuentra la clínica donde trabajaba en el límite de la ciudad, entre campos y casas unifamiliares. Algunos vecinos lo veían ir y venir. Según Der Spiegel, en 2013 fue condenado por “perturbar la paz pública mediante amenazas de cometer infracciones penales”. Varios medios locales señalan que llevaba tiempo de baja laboral. Ahora hay más periodistas que vecinos en la Christianstrasse y algunos se asoman a la ventana y desde ahí responden casi todos lo mismo: “Yo no lo conocía”.
Una mujer que se identifica como Petra y que camina cuesta abajo es más explícita: “Cuando me lo cruzaba, le saludaba”. Y añade: “Son cosas que pasan. La culpa es de la política”. Al preguntarle por qué de la política, contesta esquiva: “No, esto no se lo diré”. Y se aleja entre risas.
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