Biden autoriza a Ucrania a atacar territorio ruso con misiles de EE UU
El paso, avanzado por medios estadounidenses, representa un giro de gran calado en la política de EE UU, hasta ahora preocupado por que esos ataques desencadenaran una respuesta brutal de Moscú
Un nuevo golpe de mano en la guerra en Ucrania. El Gobierno del presidente de EE UU, Joe Biden, ha autorizado a Ucrania a utilizar el armamento estadounidense de largo alcance para atacar el interior de Rusia, según han avanzado este domingo la agencia Reuters y los periódicos The New York Times y The Washington Post. El paso representa un giro de gran calado en la política de Washington en esa guerra, donde hasta ahora la Casa Blanca se oponía a que los ataques de Kiev se adentraran en territorio ruso por preocupación a que Moscú pudiera responder de manera contundente, incluso con armas nucleares.
Según Reuters, que cita “fuentes familiarizadas con el asunto”, Ucrania planea llevar a cabo su primer ataque de larga distancia en el interior de Rusia en los próximos días. Utilizaría para ello los sistemas de misiles ATACMS que Estados Unidos comenzó a proporcionarle este año. Los ATACMS tienen un alcance de cerca de 300 kilómetros. El Times precisa que los proyectiles ucranios se lanzarían contra objetivos rusos y norcoreanos para proteger a las tropas ucranias que se encuentran en la región occidental rusa de Kursk.
Hasta el momento, ni la Casa Blanca ni el Departamento de Estado han confirmado de manera oficial la medida, filtrada cuando Biden se encontraba en Manaos, en la Amazonia brasileña, para subrayar la necesidad de la lucha contra el cambio climático en vísperas de su participación en la cumbre del G-20 en Río de Janeiro. El presidente compareció brevemente ante la prensa en la selva poco después de que saltara la noticia, aunque se limitó a hacer una declaración sobre el medioambiente, sin admitir preguntas.
El cambio en la posición estadounidense ―reclamado en numerosas ocasiones por el presidente ucranio, Volodímir Zelenski y sobre el que los expertos en Washington se encuentran divididos― se daba a conocer horas después de que Rusia retomara los bombardeos masivos contra la infraestructura de energía ucrania. Y se produce como respuesta a la decisión rusa de desplegar soldados norcoreanos (unos 10.000, según los servicios de inteligencia de EE UU) para su intervención en combate, según los medios estadounidenses. Washington ha expresado una y otra vez su preocupación por la participación de esas tropas, que considera que puede tener graves consecuencias en el este de Europa y en Asia Pacífico. La Casa Blanca había advertido en diversas ocasiones que, de entrar en combate, los soldados norcoreanos representarían un objetivo legítimo para los ataques ucranios.
La idea de los ataques, según el periódico, no es tanto alterar la marcha de la guerra, sino dejar claro a esos militares que pueden ser alcanzados y disuadir al líder norcoreano, Kim Jong-un, de enviar tropas adicionales para participar en ese conflicto en el que Pyongyang ya respalda a Moscú con la producción y envío de munición, entre otros materiales bélicos. La presencia de los soldados norcoreanos había sido uno de los asuntos que Biden había puesto sobre la mesa en su reunión con el presidente chino, Xi Jinping, el sábado en Lima. Biden pidió la presión de Pekín, el gran aliado tradicional de Corea del Norte, para evitar que se amplíe ese despliegue.
La autorización también puede ayudar a Ucrania en una etapa de la guerra en la que Rusia se encuentra a la ofensiva y el país invadido tiene problemas para cubrir sus bajas con soldados lo suficientemente experimentados en el frente. Y puede situar a Kiev en una mejor posición negociadora si las partes llegaran a sentarse a la mesa para conversaciones de paz. Algo que la Casa Blanca aseguraba esta semana que es lo que busca conseguir en esta etapa de transición de poder en Washington y que había transmitido al propio Trump en la reunión del miércoles entre el presidente saliente y el entrante: que “durante y después de la transición, Ucrania quede en la posición más fuerte posible en el campo de batalla para que pueda estar en las mejores condiciones posibles en la mesa de negociación”, declaraba el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan.
La decisión de Washington llega dos meses antes de la investidura de Donald Trump como nuevo presidente, el 20 de enero. El líder republicano se expresa en términos elogiosos hacia el mandatario ruso, Vladímir Putin, y asegura que pondrá fin a la guerra en cuestión de “un día”. Trump no ha precisado qué solución exacta tiene en mente, aunque su futuro vicepresidente, J. D. Vance, ha planteado que Kiev tendría que resignarse a ceder el territorio ocupado.
En un comentario en la red social X, Richard Grenell, antiguo consejero de Seguridad Nacional de Trump y miembro de su campaña, ha criticado el paso de Biden. “Escala las guerras antes de dejar el cargo”, escribía.
El ministro de Exteriores polaco, Radek Sikorski, consideraba por contra que Biden “ha respondido al despliegue de tropas norcoreanas y al masivo ataque con misiles ruso con un lenguaje que Putin entiende”.
La primera autorización estadounidense para el uso de su armamento en territorio ruso había llegado en mayo, de manera mucho más limitada. Rusia había atacado Jarkov, la segunda ciudad ucrania. Para defenderla, Washington dio el visto bueno al uso de misiles de defensa aérea HIMARS, con un alcance de unos 80 kilómetros, en la zona fronteriza rusa. Pero el temor a la reacción rusa bloqueó medidas más ambiciosas, pedidas insistentemente por Zelenski con el argumento de que Ucrania no puede responder contra bombardeos desde el interior del territorio ruso sobre la zona fronteriza, por ejemplo.
“Este cambio en la política era necesario desde hace tiempo. El artículo 5 de la Carta de Naciones Unidas otorga a Ucrania el derecho a la autodefensa. Debemos abandonar esa extraña lógica de que Rusia pueda atacar Ucrania desde cualquier parte en su territorio, pero Ucrania no pueda devolver el golpe. El miedo a una escalada, incluido el uso ruso de armas nucleares tácticas, suscitó preocupaciones sobre el levantamiento del veto, pero la probabilidad de una escalada así, que en mi opinión siempre fue baja, es ahora todavía más reducida dada la victoria de Trump en las elecciones. De ninguna manera, Putin va a lanzar una bomba nuclear contra Ucrania semanas antes de que Trump vuelva a la presidencia. Así que no hay contrapartidas al levantamiento de este veto”, ha escrito en sus redes sociales Michael McFaul, antiguo embajador de EE UU en Moscú durante el mandato de Barack Obama y ahora profesor en la Universidad de Stanford.
Por contra, Jennifer Kavanagh, del think tank conservador Defense Priorities, apuntaba que la medida “no va a mejorar de manera significativa la posición militar de Ucrania, pero intensificará la implicación de Estados Unidos y la OTAN en el conflicto y agravará el riesgo de una escalada rusa, incluidas posibles represalias contra objetivos europeos o estadounidenses”.
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