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Macron salva su apuesta

Aunque el presidente liberal ya no será el protagonista absoluto de la política francesa, ha evitado el fracaso en las legislativas que casi todo el mundo, incluso muchos de los suyos, creían irreversible

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, el domingo después de votar en la segunda vuelta de las legislativas.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, el domingo después de votar en la segunda vuelta de las legislativas.Christian Hartmann (REUTERS)
Marc Bassets

Hay políticos que ya pueden dar mil volteretas, caminar por la cuerda floja e incluso saltar al precipicio: siempre caen de pie. Emmanuel Macron no ha caído exactamente de pie tras este mes en el que él, y Francia, vivieron peligrosamente. Sale magullado. Su partido ha perdido 77 diputados. Él ya no ocupará en solitario el lugar central que ocupaba en la política francesa. Pero ha salvado una apuesta que casi todo el mundo, incluso muchos de los suyos, creía perdida.

La extrema derecha, aunque reforzada, está derrotada. El centro, su centro, no se ha hundido. Y será decisivo para una posible gran coalición de Gobierno. Macron puede volver a estar en el centro del juego, aunque sea con otro papel. Esta vez, como árbitro y mediador entre las sensibilidades que existen, desde la izquierda socialdemócrata a la derecha moderada.

Al disolver la Asamblea Nacional el 9 de junio, sin consultárselo ni siquiera a su primer ministro, Gabriel Attal, Macron abocó a Francia a lo desconocido. La extrema derecha de Marine Le Pen acababa de ganar por goleada las elecciones europeas y de humillar a la candidatura macronista. Si se repetía este resultado en las legislativas anticipadas, los ultras tenían muchos números para conquistar el poder. Y todo esto, en vísperas de los Juegos Olímpicos, con los ojos del mundo fijados en Francia. “Si el 26 de julio de 2024, día de la apertura de los JJ OO, la ceremonia tiene lugar con un Gobierno del Reagrupamiento Nacional”, decía hace solo unos días el historiador Patrick Boucheron, “se verá en el mundo entero y la gente se acordará por los siglos de los siglos.”

Se consideró, y se escribió, que Macron había “jugado a la ruleta rusa”. Que su decisión era “un suicidio”. El acto de un “narcisista” que colocaba no solo a Francia, sino también a la Unión Europea, en el precipicio. Macron defendió su decisión con dos argumentos. El primero era que, después de la derrota en las europeas, no podía seguir igual y debía preguntar a los franceses quién querían que les gobernase. Una foto del país. El segundo argumento era que, desde las legislativas de 2022, la polarización se había adueñado de la Asamblea Nacional, además de que la falta de mayoría dificultaba gobernar con tranquilidad.

Junto a estos argumentos públicos, circularon otros por París. La disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones anticipadas iba a llegar de todos modos en otoño, pues la oposición en bloque preparaba una moción de censura. La idea de Macron, según esta teoría, era: mejor precipitar las elecciones que verse forzado a convocarlas. Y otra teoría más: mejor precipitar él mismo la llegada del RN al Gobierno, algo que tarde o temprano pensaba que podía ocurrir, que esperar a llegada de Le Pen, no al Gobierno, sino a la presidencia de la República en 2027. Además, de haber llegado al poder y con un primer ministro bisoño como el delfín de Le Pen Jordan Bardella, Macron podría demostrar la incompetencia de este partido… y evitar, como hizo Barack Obama cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca en 2017, verse obligado a entregarle las llaves del Elíseo a su némesis, Le Pen.

Pocos entendieron la decisión de Macron. Los que menos, los macronistas. Sus diputados se lanzaron a hacer campañas escondiendo su imagen. Pesos pesados de su formación, como el ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, o su exprimer ministro Édouard Philippe, escenificaron en público la ruptura con el jefe.

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Esta noche, Macron puede sentirse en parte reivindicado. Quería una clarificación, y raramente los franceses han votado tanto como este domingo y han dicho con tanta precisión qué es lo que querían. Y ahora, cuando parecía amenazado con caer en la irrelevancia del pato cojo, Macron resucita. Ya no acaparará tanto poder y tendrá que compartirlo. Es el fin del macronismo tal como se había conocido ―el presidente omnipotente, el Júpiter que todo lo decide, el Napoleón―, pero probablemente esta noche ha nacido un nuevo Macron. No ha caído del todo de pie, pero sobrevive.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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