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Senegal da una lección de madurez democrática con la pacífica subida al poder del opositor Faye

La movilización ciudadana y la presión internacional contribuyen a resolver una crisis que hacía temer lo peor, en una África afectada por conflictos y un grave retroceso de las libertades

Senegal Faye
El presidente de Senegal, Macky Sall, recibía en el palacio presidencial a Bassirou Diomaye Faye, ganador de las elecciones y presidente electo, el pasado 28 de marzo en Dakar.Abdou Karim Ndoye (REUTERS)
José Naranjo

El hasta ahora líder opositor Bassirou Diomaye Faye, de 44 años, toma posesión este martes como nuevo presidente de Senegal tras ganar con amplia ventaja las elecciones del pasado 24 de marzo. En medio de una África sacudida por terribles guerras, como las de Sudán, Congo o el Sahel, y sumida en un retroceso de las libertades con la reciente ola de golpes de Estado, la pequeña Senegal, de 18 millones de habitantes, ha dado una nueva lección de madurez democrática. Cuando los más agoreros vaticinaban una asonada militar o incluso un conflicto armado, bastaron unos comicios libres y transparentes y el rápido reconocimiento de su derrota por el candidato gubernamental, Amadou Ba, para regresar a la calma. La movilización ciudadana y la presión internacional fueron claves para la resolución pacífica de la crisis.

Las turbulencias comenzaron en marzo de 2021, tras la primera detención del líder opositor Ousmane Sonko, que desencadenó una semana de intensas protestas. “El presidente Macky Sall quiso eliminar al rival más serio que tenía, a aquel que podía impedirle un tercer mandato. Pero se encontró con una fuerte respuesta popular”, recuerda Aminata Touré, ex primera ministra de Sall y posteriormente una de sus más feroces opositoras. “El presidente saliente no pensó nunca en dejar el poder, quería seguir el modelo de Alassane Ouattara en Costa de Marfil. Nunca preparó a nadie para sucederle”, coincide el escritor Boubacar Boris Diop.

Durante los tres años siguientes, las libertades sufrieron un enorme retroceso. “El régimen resistió y se rearmó”, añade Touré. La exclusión de Sonko de la carrera presidencial por sus condenas judiciales alimentó aún más las protestas, hasta que Sall anunció su renuncia a continuar. “Lo hizo por la presión popular, sabía que si optaba a un tercer mandato llevaría al país al caos”, comenta Babacar Fall, miembro de la plataforma Aar Sunu Election (Proteger nuestras elecciones, en wolof, la lengua nacional). Mientras tanto, el movimiento opositor seguía ganando terreno en la calle y la elección de Faye como candidato sustituto de Sonko acabó por funcionar.

Un postrero intento de Sall a principios de febrero de retrasar las elecciones y ganar tiempo fue rechazado por el Consejo Constitucional. “No comparto esa admiración desmedida por el Constitucional”, comenta, sin embargo, Diop. “Durante todos estos años de represión ha estado ausente o se ha declarado incompetente. Fue la vigilancia ciudadana y la presión popular las que acabaron por inclinar la balanza, los jueces del Constitucional sabían que todo el mundo les miraba y solo se plantaron frente a Sall cuando ya era frágil, cuando estaba a punto de irse”, añade el escritor.

Todos coinciden en que, además de las protestas ciudadanas, lo que acabó por inclinar la balanza hacia la celebración de las elecciones del día 24 de marzo fue la posición firme de la comunidad internacional. “Jugó un papel muy importante. Pocos días después de la decisión de Sall de aplazarlas, Antony Blinken (jefe de la diplomacia estadounidense) le advirtió por teléfono de su error y la Unión Europea también se posicionó en contra”, comenta Diop. “Ni los ciudadanos ni la comunidad internacional vieron con buenos ojos la suspensión de los comicios, esa destrucción brutal del proceso electoral”, explica Fall.

Victoria en primera vuelta

Pero la victoria de Diomaye Faye en primera vuelta con un 54% de los votos, frente al 35% de su rival, es el resultado tanto del empuje de la oposición como de los errores en el campo presidencial, según los expertos. Entre ellos destaca el hecho de que Sall enviara señales confusas respecto al apoyo a su propio delfín, que no logró ni siquiera generar la unanimidad necesaria en su propia coalición. “La verdad es que me sorprendió, esperaba que hubiera segunda vuelta y que viviéramos escenas de caos”, opina Boris Diop. Por su parte, Babacar Fall asegura que era consciente de que Senegal estaba ante unas elecciones que se habían convertido, en realidad, en un referéndum y que había “signos claros” de “la necesidad fundamental de cambio” que pedían los ciudadanos.

No es la primera alternancia que vive Senegal. Ya ocurrió en 2000 con la elección de Abdoulaye Wade como presidente y en 2012 con la victoria de Macky Sall. Pero una cosa es conquistar el poder y otra bien distinta gestionar un país. En su primera y única intervención tras su apabullante triunfo electoral, frente a más de un centenar de periodistas, el presidente Faye anunció sus intenciones. “Los senegaleses han elegido la ruptura. Ahora tenemos que dar cuerpo a la enorme esperanza que ha generado nuestro proyecto de sociedad”, anunció. En concreto, se refirió a algunos de lo que serán los ejes de su presidencia: combatir la corrupción, refundar las instituciones, consolidar la integración regional y pasar página de la crisis, reconciliando al país.

“Los senegaleses han demostrado su inteligencia”, asegura Touré. “Si Diomaye Faye ofrece buenas señales, le van a acompañar. Los resultados no se verán en seis meses, pero si apuesta por la transparencia, la independencia de la justicia y reducir los poderes del presidente querrá decir que va por el buen camino”. Diop pide comprensión: “Hace unos meses ni siquiera él se podía imaginar que sería presidente. Su primera decisión ha sido renunciar a todos sus cargos en el partido, eso ya es un buen indicio. Hay que remoralizar la vida política, reducir el hiperpresidencialismo y mejorar la gobernanza. Eso sí, ningún presidente será tan vigilado como este y habrá errores, pero comparto la esperanza de un cambio positivo”.

El activista Babacar Fall considera que la imagen de Senegal sale reforzada de la crisis y cree que el empleo de los jóvenes debe ser una de las prioridades, lo que permitirá, a medio plazo, reducir la emigración irregular. “La gente se va porque está desesperada, porque les resulta imposible encontrar un trabajo digno. Sall fracasó en este empeño. Las soluciones no van a llegar de la noche a la mañana, pero hay que ponerse ya a la tarea, crear oportunidades, apoyar a los emprendedores. Tenemos gas, petróleo, agua, sol, tierra cultivable. Mejoremos la gobernanza, el Estado de derecho y generemos el ambiente económico propicio”, comenta.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).
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