Irán condena a casi cuatro años de cárcel al autor del himno de las protestas por la muerte de Mahsa Amini
La sentencia del músico Shervin Hajipour se conoce el mismo día en que el país celebra unas elecciones en las que el régimen teme una alta abstención
Baraye, el título de una canción de Shervin Hajipour, quiere decir “por” o “porque” en farsi. La letra que este músico de 26 años, uno de los más populares de Irán, escribió inspirándose en 31 mensajes que otros iraníes habían publicado en redes sociales, dice: “Por bailar en las calles”, “por cada vez que tuvimos miedo de besar a nuestros amantes”, “por nuestras hermanas” y “por las mujeres, la vida y la libertad”. Esa letra, que reproduce en esa última estrofa el lema de las protestas contra el régimen de 2022 desatadas por la muerte bajo custodia policial de Mahsa Yina Amini, la joven detenida por llevar mal colocado el velo, le ha valido al músico una condena a tres años y ocho meses de cárcel. La sentencia se ha conocido este viernes, el mismo día en que 61 millones de iraníes están llamados a elegir en las urnas su nuevo Parlamento y a los 88 miembros de la Asamblea de Expertos, el organismo encargado de elegir al sucesor del líder supremo de Irán, Alí Jameneí.
“El acusado ha sido condenado a tres años de prisión por propaganda contra el sistema y a otros ocho meses de cárcel por incitar a los disturbios con el fin de atentar contra la seguridad del país”, reza la sentencia, que el músico ha compartido en su cuenta de Instagram. Hajipour había sido detenido en octubre de 2022, apenas un mes después de la muerte de Amini, el 16 de septiembre, y posteriormente liberado bajo fianza. Tras su arresto, las autoridades iraníes le obligaron a borrar la canción de sus redes sociales.
Baraye era ya para entonces el himno de unas manifestaciones en las que cristalizó la ira largamente incubada, no solo de unas mujeres sometidas a una legislación misógina, sino de los otros iraníes que se echaron a las calles, muchas veces coreando la canción, para reclamar la caída del régimen. Cinco meses duró ese clamor, finalmente sofocado por una represión en la que murieron al menos 500 personas, según las ONG de derechos humanos, 22.000 fueron arrestadas y, al menos ocho hombres, ahorcados.
La represión alejó aún más al régimen iraní de una parte de la población. Ese malestar es uno de los factores que hacen temer a los gobernantes iraníes que muchos ciudadanos hagan caso omiso de los insistentes llamamientos a votar de sus líderes. La participación, que, según diferentes sondeos, podría oscilar entre menos del 30% y el 41% del electorado, es el principal desafío de unas elecciones en las que los candidatos reformistas han sido descalificados prácticamente en su totalidad.
“Hagan a nuestros amigos felices y decepcionen a nuestros enemigos. Por favor, voten”, ha declarado el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, este viernes, al iniciar de forma simbólica la jornada electoral depositando su voto. Unos 60.000 colegios electorales abrieron luego sus puertas a las ocho de la mañana (5.30 en horario peninsular español). Debían permanecer abiertos hasta las seis de la tarde, pero, ya avanzado el día, las autoridades anunciaron que ese plazo se extendía unas horas más, una medida que parece dirigida a favorecer ese objetivo de aumentar una participación que, de desplomarse, mostraría una grave crisis de legitimidad.
Solo una treintena de los 15.200 candidatos —1.713 de ellos mujeres— entre los que pueden elegir los iraníes para los 290 escaños del Parlamento pueden ser considerados moderados o reformistas. La línea más dura del régimen domina también la lista de 144 aspirantes a uno de los puestos de la Asamblea de Expertos. Esas listas sin apenas opositores auguran la perpetuación del statu quo. El Parlamento saliente en Irán estaba dominado por una mayoría conservadora de 232 de 290 asientos.
El Frente de la Reforma, que agrupa a una veintena de organizaciones reformistas, ha renunciado a concurrir a estas elecciones, que define como “no libres”. Profesores, estudiantes, políticos y activistas, como la premio Nobel de la Paz de 2023 Narges Mohammadi, han llamado también al boicot.
Un “deber nacional”
Fatemeh, un ama de casa de Teherán de 52 años, atendió este viernes en Teherán al llamamiento de unas autoridades que han definido el voto como un “deber nacional”. “Lo he hecho [votar] para demostrar mi apoyo a la República Islámica y frustrar a los enemigos. Nuestra participación muestra al mundo que el sistema tiene mucho apoyo público”, ha dicho en un colegio electoral de la capital iraní, donde una decena de personas esperaba para votar.
La capital es una de esas urbes donde se calcula que la baja afluencia a los colegios que temen las autoridades de Irán puede ser incluso mucho menor que a escala nacional.
“En las provincias situadas fuera de Teherán, donde las agendas políticas locales son más importantes que las cuestiones nacionales, los comicios parlamentarios cumplen una función similar a la de las elecciones en las democracias. La gente elige a sus representantes, a pesar de que el régimen descalifica e impide que muchos candidatos se presenten al Parlamento. En Teherán, sin embargo, la mayoría de los votantes no se molestan en participar debido a la descalificación general de los candidatos reformistas y al enfado general de la población contra el régimen”, explica desde Estados Unidos por correo electrónico el politólogo Ali Alfoneh, del Instituto de los Estados Árabes del Golfo en Washington (AGSIW, en sus siglas en inglés).
Ali Reza, empleado de 56 años de una empresa gubernamental, también votó, pero afirmó haberlo hecho “en contra de su voluntad”. En las empresas, sobre todo del Gobierno, siempre controlan quién ha votado y quién no”, aseguró.
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