_
_
_
_

Giuliano da Empoli, escritor: “Veo al poder político inconsciente, sumiso y oportunista ante la revolución tecnológica”

El ensayista, politólogo y exasesor gubernamental analiza el estado de la política en vísperas del gran ciclo electoral de 2024

Giuliano da Empoli
Giuliano da Empoli, en Madrid, el pasado mes de abril.Atilano García (SOPA Images/ LightRocket/ Getty)
Andrea Rizzi

El mundo aborda en 2024 un extraordinario ciclo electoral, que tomará el pulso a la calidad democrática en países fundamentales y a cómo el poder político se desempeña en un tiempo en el que el poder tecnológico avanza a ritmo asombroso. Giuliano da Empoli (Francia, 1973) es un observador especial de estas cuestiones, que ha analizado a través de la literatura, el ensayo, la actividad académica y, desde dentro, como asesor del ex primer ministro italiano Matteo Renzi. Su novela El mago del Kremlin ―ganadora del Gran Premio a la mejor novela de la Academia Francesa en 2022 y que ha vendido solo en Francia ya más de 650.000 copias― es una mirada sobre el poder con el foco puesto en la Rusia de Putin. Anteriormente, analizó las andanzas de populistas modernos y su uso del entorno digital en el ensayo Los ingenieros del caos. En una entrevista concedida el 19 de diciembre en el marco del Grand Continent Summit, una conferencia anual organizada en Saint Vincent (Valle de Aosta, Italia) por la revista homónima, Da Empoli afirma que el poder político se muestra “inconsciente, sumiso y oportunista” ante la gran transformación tecnológica.

Pregunta. 2024 se presenta con un impresionante calendario electoral. Hay convocatorias en EE UU, la UE, India, Rusia y muchos más países. ¿Cómo ve usted el poder político hoy, en vísperas de este asombroso ciclo de elecciones?

Respuesta. Lo veo inconsciente, sumiso y oportunista. La premisa es que la vida social y la vida política, incluso la relación con nosotros mismos, están vinculadas cada vez más a las plataformas tecnológicas. Esto ocurre en todas partes. Hay zonas en África donde no hay desagües, pero sí hay teléfonos móviles. Esto produce transformaciones fundamentales. Ante ellas, los políticos se mueven en un estado de inconsciencia, porque la dinámica política les lleva a seguir las mismas lógicas y a no interrogarse adecuadamente sobre estos cambios profundos. También de sumisión, porque cuando llega un feudatario tecnológico tienden a querer hacerse el selfi con él; y uno de oportunismo, porque buscan aprovechar estas plataformas para fines tácticos.

P. Las redes sociales favorecen la polarización. Los puentes que unían se caen por doquier. Ahora llega la inteligencia artificial. ¿Es realista esperar que se pueda mejorar?

R. La tendencia, desafortunadamente, es a peor, en el sentido de que estas plataformas se hacen cada vez más inteligentes, por tanto, cada vez más capaces de darnos lo que queremos. Porque el verdadero problema es este. Las fake news son solo la punta del iceberg. El problema real es que las plataformas, agradablemente, nos encierran en un mundo que confirma nuestras opiniones, nuestros prejuicios, nuestros deseos, y lo harán siempre mejor. Por supuesto, hay actores que usan ciertos instrumentos con malas intenciones políticas. Pero lo curioso es que, en el fondo, su acción es indistinguible de la natural de las redes, porque el trabajo de los rusos, su intento de sembrar la discordia, ya lo hacen Google, Meta o X. Es la manera en la que está construido el sistema. Esto no excluye que haya instrumentos para cambiar las cosas. Pienso, por ejemplo, en la UE, que ha puesto en marcha una regulación del uso de la inteligencia artificial.

P. ¿El mago del Kremlin de hoy es alguien genial en la utilización de esas herramientas?

R. Sí, Dominic Cummings [el estratega político del Brexit] aconsejaba a los aspirantes asesores políticos que estudiaran física más que historia o ciencias políticas, porque la física es una ciencia que maneja enormes cantidades de datos y experimenta con ellos. Primero eso, que es difícil, y luego historia y ciencia política, que es más fácil. Dicho lo cual, Cummings obtuvo resultados extraordinarios con el hábil uso de datos en el Brexit, pero igual si hubiese estudiado un poco más de historia, si hubiese visto un par de representaciones más de Shakespeare y un par de tablas de datos menos, igual no habría caído tan pronto y ruinosamente. Los números son importantes, pero no lo son todo. La gran paradoja es que vivimos en un mundo en el que todo es medido, contabilizado, y, por tanto, uno esperaría que todo fuera más previsible. Sin embargo, las dinámicas políticas son cada vez más imprevisibles y caóticas.

P. A propósito de dinámicas imprevisibles, Putin logró sobreponerse con mucha dificultad al llamativo motín de Prigozhin. Ahora se prepara para un nuevo mandato. Poca duda cabe de que ganará. ¿Qué podemos esperar después? ¿Podemos esperar lo imprevisible?

R. Putin ha cometido un gigantesco error estratégico con la invasión de Ucrania. Es un animal político menos lúcido que antes, envejecido, debilitado. Pero conserva un fuerte instinto de supervivencia. Creo que ahora él calcula que 2024 puede ser el año de un gran giro, sobre todo, en el frente occidental. Espera poder celebrar algún tipo de victoria en Ucrania en 2025. De momento, ha fracasado en el intento de imponer su orden en Ucrania. Pero quienes no son suficientemente fuertes como para imponer su orden, pueden imponer el caos. Y esto es lo que Putin intenta hacer en Ucrania y también en Occidente.

P. Es un ingeniero del caos.

R. Efectivamente. Es interesante la historia de esos tipos detenidos en Francia que diseñaban estrellas de David en portales de casas donde viven judíos. Luego afloraron indicios creíbles de que habían sido pagados por los rusos. Este es un ejemplo de cómo, más allá de la dimensión digital, también en la dimensión física, Putin aprovecha cualquier circunstancia para alimentar el caos.

P. La dimensión emocional parece imponerse sobre la racional en la vida política. Esto ocurría también en el pasado. Pero, ¿ocurre ahora con más intensidad?

R. En efecto, esto no es una novedad. Pero creo que había antes organizaciones, instrumentos, que empujaban en otra dirección. Por ejemplo, los partidos representaban una forma de racionalidad en la política. El gran Sloterdijk habla de bancos de la ira. Él dice que la ira siempre existió, en todas las sociedades, en todas las épocas, pero históricamente hubo organizaciones que gestionaban esa ira. En el siglo pasado, los partidos de la izquierda desempeñaban esa función. Cogían tu ira y la invertían en un proyecto de largo plazo. Pero desde finales del siglo pasado los partidos de izquierda han ido perdiendo esa característica. Hoy, quien está insatisfecho con el funcionamiento de la sociedad mira hacia otros lugares. La ira se ha quedado un poco sin intermediación, y han entrado en escena nuevos actores, con pocos escrúpulos, que además han podido contar con nuevos instrumentos para aprovechar esa ira. La fórmula de esta cosa, de los ingenieros del caos, es ira más algoritmo.

P. ¿Y cómo interviene la literatura en todo esto? ¿Puede contribuir a cortocircuitar estas dinámicas?

R. Bueno, naturalmente no creo que la literatura pueda salvar el mundo, pero sí creo que tiene una función decisiva. La literatura te permite entrar en la cabeza de otra persona durante algunas horas, algunos días. Y, por tanto, es exactamente el antídoto de la situación por la que nos hallamos encerrados en burbujas de informaciones que, verdaderas o falsas, confirman nuestras ideas, nuestros prejuicios. Las burbujas lo logran tanto dándonos lo que queremos o, al contrario, mostrándonos alternativas tan radicales que nos enfadan y reafirman. La literatura hace justo lo contrario de todo eso. Te lleva en la cabeza de alguien, incluso muy lejano de ti, y te hace vivir ahí dentro, por un momento, por un periodo. Luego sales, pero tal vez, cuando has salido, te queda una clave para sentir y saber que cada uno de nosotros tiene un punto de vista diferente sobre el mundo, porque cada cual tiene sus razones. Solemos pensar que solo los demás están atrapados en una burbuja, pero no es verdad. Todos lo estamos. Y la literatura te permite salir. Por tanto, es un antídoto, más importante y potente que en el pasado.

Sigue toda la información internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_