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Los líderes europeos intensifican su ofensiva diplomática con Orbán para salvar el apoyo a Ucrania

El primer ministro húngaro, invitado al Elíseo por Macron y tras conversar con Sánchez, rechaza debatir en la próxima cumbre el acceso de Kiev a la UE y esgrime una supuesta falta de unidad de los Estados miembros

Viktor Orbán y Emmanuel Macron, este jueves en el Elíseo.
Viktor Orbán y Emmanuel Macron, este jueves en el Elíseo.SARAH MEYSSONNIER (REUTERS)

El primer ministro húngaro, el ultraconservador populista Viktor Orbán, tiene en sus manos el futuro del apoyo de la UE a Ucrania. Y de momento no da signos de cambiar el rumbo y levantar el veto para aprobar un nuevo paquete de ayuda especial de 50.000 millones de euros para el país invadido por Rusia —esenciales para mantener a flote a Kiev en una situación cada vez más precaria, tras el bloqueo de la ayuda de EE UU— ni dar el sí a la apertura de negociaciones de adhesión a la UE, que le daría un espaldarazo moral. A una semana de la cumbre europea más importante del año para Ucrania, los líderes europeos están intensificando su ofensiva diplomática con Orbán, que mantiene vínculos fuertes con el Kremlin. El objetivo es salvar el apoyo a Kiev y evitar unas grietas en la unidad del club comunitario que darían munición a Rusia y dañarían el papel de la Unión como potencia geopolítica.

Por ahora, el esfuerzo diplomático parece no dar resultados. Tras conversar este jueves con el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, Orbán fue tajante: “Mi mensaje fue claro: debemos evitar discutir el tema del acceso de Ucrania a la UE en el Consejo Europeo de diciembre, puesto que sobre esta cuestión no hay unidad entre los Estados miembros”. Eso sí, Orbán no ha mencionado (tampoco para criticarlo) el paquete económico de la UE para Kiev.

España ostenta la presidencia rotatoria del Consejo de la UE este semestre. Sánchez, que busca “avanzar hacia el consenso” en el apoyo al país invadido por Rusia, además de la llamada con Orbán, también ha hablado este jueves con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. En un movimiento inusual, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha invitado este jueves a cenar al primer ministro húngaro al palacio del Elíseo, donde esperaba persuadirle.

Desde hace días, jefes de Estado y de Gobierno maniobran entre bambalinas para que el húngaro cambie su postura, según varias fuentes comunitarias. Sin resultado. El tiempo corre en contra de Kiev y ahora se ha pasado a una segunda fase, con movimientos públicos. Tras la visita del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, a Budapest a finales de noviembre, es momento de un acelerón.

Los líderes buscan saber cuál es el verdadero propósito del populista húngaro —que capitaliza bien en casa el discurso contra los “burócratas” de Bruselas y el supuesto daño a su economía de las sanciones contra Rusia— al plantear una “discusión estratégica” sobre el apoyo y la postura de la UE hacia Ucrania. Quieren averiguar si quiere dinero a cambio de levantar su veto. O si su negativa responde a una posición filosófica de fondo, en cuyo caso resultará más complicado moverle de su postura. Orbán ha hecho del chantaje su herramienta principal de influencia dentro de la Unión. Y a nadie se le escapa que reclama el desbloqueo de más de 27.000 millones de euros en fondos europeos que el Ejecutivo comunitario mantiene congelados por sus incumplimientos del Estado de derecho hasta que complete una serie de reformas para garantizar la independencia judicial y lucha anticorrupción.

Lo cierto es que Hungría ha cumplido una parte importante de esos requerimientos, señala una alta fuente de Bruselas. Y en algún momento —si no lo revierte con nuevas vulneraciones— llegará el desbloqueo, al menos de una parte de los fondos de cohesión. “Es posible que Orbán busque que se perciba como una contraprestación al levantamiento de su veto”, dice un veterano diplomático. “No puede dar luz verde al apoyo a Ucrania, contra el que se ha pronunciado duramente, y, en cambio, irse a casa con las manos vacías”, añade. Hungría está en serias dificultades financieras, con uno de los déficits públicos más altos de la UE (6,2% en 2022). Este viernes, de hecho, los ministros de Finanzas de la UE analizarán el desbloqueo de parte de esos fondos: 900 millones de euros a cuenta del plan de recuperación, que no están condicionados a nada relacionado con el Estado de derecho.

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El órdago de Orbán tiene bloqueados 50.000 millones de euros (17.000 millones en forma de subvenciones y 33.000 en préstamos) de apoyo a lo largo de cuatro años para Kiev dentro de una revisión más amplia del presupuesto plurianual de la UE que todavía se negocia bajo la batuta de la presidencia española del Consejo de la UE. Ese paquete forma parte de las prioridades marcadas por el Ejecutivo comunitario, que pide a los socios que pongan dinero nuevo en las arcas comunes. Pero la mayoría rehúsa poner ni un euro nuevo —pese a que la última propuesta elaborada por España reduce a más de la mitad las contribuciones para otras prioridades—. Excepto para Ucrania, donde todos los Estados miembros coinciden en la necesidad de desembolsar recursos. Todos excepto Hungría. Lo ha dejado muy claro en dos duras cartas enviadas a Michel.

De momento, el Consejo Europeo, la Comisión y los 26 países que están a favor del paquete económico a cuatro años para Ucrania empujan para que salga el plan. Aunque ya empieza a sobrevolar la idea de un plan B —hacerlo a 26— o incluso un plan C —a través de fórmulas bilaterales, cuatrienales o anuales— para que evitar el colapso del país, que va camino de cumplir 700 días de invasión a gran escala.

El otro punto de fricción, la decisión de abrir negociaciones de adhesión con Ucrania, es algo más complejo. Hungría no es el único país que mantiene reservas ante el acercamiento de Ucrania a la UE, aunque otros no lo expresan con la misma estridencia. Algunos Estados miembros, como Austria, quieren vincular el paso hacia Kiev con que se tome la misma decisión con Bosnia, que va peor en el cumplimiento de sus reformas; lo que dificulta el diálogo. Otra opción es acordar dar una patada hacia adelante al expediente de la ampliación y, con buenas palabras, posponer la apertura práctica de conversaciones hasta la cumbre de marzo, señala una fuente comunitaria al corriente de los debates. Pero el Consejo Europeo es claro: quiere abrir la negociación con Ucrania y Moldavia y quiere que así conste de manera firme.

Hay tiempo para endurecer el tono

Para ello, de nuevo, hay que atraer a Orbán y romper el aislamiento en el que se ha asentado en los últimos tiempos. Ahora es tiempo para un diálogo “constructivo” con el primer ministro húngaro, ya habrá tiempo en el Consejo Europeo de la próxima semana de cambiar y endurecer el tono, dice una alta fuente.

Macron cree poder convencer a Orbán para que levante el bloqueo a la ayuda a Ucrania y a su futura adhesión al club. Francia considera que es fundamental enviar en la próxima cumbre de la UE una señal del compromiso con Ucrania, en un momento de crecientes dudas sobre Estados Unidos, donde, pese a las peticiones de Joe Biden, el Senado ha bloqueado miles de millones de apoyo a Kiev. Se trata, en la cena y en Consejo Europeo, de colocar a Orbán ante la responsabilidad histórica de torpedear un proceso fundamental para el futuro de Europa, su seguridad y su posición geopolítica.

La cena en el palacio del Elíseo debía servir para tomar la temperatura en una conversación a calzón quitado, con la sinceridad de dos líderes que se conocen desde hace tiempo y, en público y en privado, están acostumbrados a airear sus diferencias. Ambos figuran entre los miembros más veteranos del Consejo Europeo, el club de los jefes de Estado y de Gobierno. Se respetan. Que Orbán se desplace a París se interpreta en esta capital como un signo de reconocimiento a la autoridad de Macron en la UE.

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