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Bachar el Asad regresa a la Liga Árabe entre besos y sonrisas de sus antiguos rivales

Zelenski se desplaza por sorpresa a la cumbre en Arabia Saudí y se reúne con el príncipe heredero del país anfitrión, Mohamed Bin Salmán

El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, a su llegada a la ciudad saudí de Yeda, este viernes. Foto: SAUDI PRESS AGENCY (VIA REUTERS) | Vídeo: EPV
Antonio Pita

El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, y el líder sirio, Bachar el Asad, han competido este viernes por la foto del día en la cumbre anual de la Liga Árabe. El primero, al aterrizar por sorpresa en la ciudad saudí de Yeda y reunirse con el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, gobernante de facto y mediador en intercambios de presos entre Moscú y Kiev. El segundo, al marcar con su presencia el regreso de Damasco a la organización panárabe 12 años después de su suspensión por reprimir las protestas pacíficas ―en el marco de la Primavera Árabe― que degeneraron en una guerra inacabada que ha matado a medio millón de personas y ha convertido a la mitad de la población en desplazados o refugiados.

La cumbre en Yeda, la más simbólica en una década de la anquilosada organización, no solo simboliza el retorno al redil árabe del mismo El Asad al que la mayoría de los países miembros trató de derrocar. Supone también el esbozo de un nuevo Oriente Próximo, menos consumido por las rivalidades, menos influido por Washington y con Arabia Saudí como mediador.

El presidente sirio ocupaba este viernes el asiento que la misma Liga Árabe dio hace una década a la oposición siria, algo inédito desde la creación de la organización en 1945. Sus fuerzas han participado en decenas de miles de desapariciones y torturas, empleado armamento químico y lanzado barriles bomba sobre zonas civiles. Por ello, consciente del triunfo simbólico que suponía su regreso, se mostró sonriente y relajado desde que bajó del avión y fue recibido igual que el resto de mandatarios. Ya en el hotel del cónclave, Bin Salmán lo saludó con un gesto cálido y dos besos, mientras que el presidente egipcio, Abdelfatá Al Sisi, mantuvo con él un diálogo distendido.

La nota discordante la puso el emir de Qatar, Tamim Bin Hamad al Thani. Destacado apoyo de los rebeldes, llamó hace un lustro a El Asad “criminal de guerra”, cuando su país albergaba la cumbre. Este viernes, abandonó la sala cuando el presidente sirio iba a tomar la palabra y no quiso dar un discurso ni celebrar encuentros bilaterales, informa la agencia Reuters.

En su alocución ante el pleno, El Asad ha interpretado su regreso a la Liga Árabe como “una oportunidad histórica” y ha expresado su deseo de que marque “el inicio de una nueva fase en la acción árabe común en favor de la solidaridad, la paz en la región, el desarrollo y la prosperidad, en vez de la guerra y la destrucción”. También ha lanzado una pulla a Turquía, que apoya a un sector de los rebeldes y controla parte del norte de Siria, al advertir del “peligro del pensamiento expansionista otomano”.

“El Asad no quería pagar un precio por el reingreso, y no lo ha hecho. Los países árabes lo necesitan más a él que él a ellos”, asegura por teléfono Vali Nasr, profesor de Estudios de Oriente Próximo y Relaciones Internacionales en la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos. Nasr señala que El Asad tiene “la sartén por el mango” porque “su supervivencia no depende de la aceptación entre los países árabes, sino que la garantizan Rusia e Irán”, mientras que los países árabes quieren resolver el asunto de los refugiados y del tráfico de drogas provenientes de Siria.

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Bachar el Asad habla con el presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, en la cumbre de la Liga Árabe, este viernes en Yeda.
Bachar el Asad habla con el presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, en la cumbre de la Liga Árabe, este viernes en Yeda.SANA (REUTERS)

El gesto culmina años de acercamientos individuales a Damasco. Los países miembros que se alinearon con los rebeldes asumen ahora que El Asad ha ganado virtualmente la guerra, quieren reducir la influencia de Irán en el país y ven errónea e ineficaz la vía occidental de las sanciones. “No es una victoria total, porque no irá acompañada de inversiones masivas, pero sí una victoria política simbólica. Una forma de decir ‘El régimen está aquí para quedarse’, lo que influirá además en el debate en la Unión Europea”, donde podría animar a países como Italia, Polonia o Grecia a desmarcarse de la posición del eje franco-alemán, explica por teléfono Joseph Daher, analista suizo-sirio y profesor en el Instituto Universitario Europeo de Florencia.

Coexistencia en Oriente Próximo

El abrazo a Damasco se enmarca en una dinámica regional más amplia. Los rivales en Oriente Próximo vienen enterrando el hacha de guerra en busca de una cierta coexistencia, pese a sus intereses estratégicos enfrentados. “Todos los actores comparten ahora mismo un interés por centrarse en su propio crecimiento económico, para lo que necesitan reducir la inestabilidad”, señala Daher.

Más ahora que Estados Unidos tiene la mirada puesta en la guerra de Ucrania y en la rivalidad con China. Los aliados árabes de Washington perciben desde hace años cómo, pese a las declaraciones públicas, este tiene cada vez menos interés y peso en la zona. En 2021, se retiró de Afganistán y, en 2019, parcialmente del norte de Siria. También han acabado viendo a Teherán como un actor regional clave que va a mantener su peso. Ya en 2019, Estados Unidos dejó pasar los ataques (atribuidos a Irán) a petroleros en las costas emiratíes y a instalaciones petroleras saudíes, lo que llevó a Abu Dabi a reconfigurar su política de alianzas.

“El mundo árabe está preparado para volver a implicarse con Siria, y ningún país del mundo puede detener este proceso. Ni Irán ni Estados Unidos ni Europa. Y sucede en un momento en el que Damasco, que se siente aislado y desea recuperar legitimidad, necesita desesperadamente esa mano tendida”, aseguraba el jueves el politólogo emiratí Abdulá Abduljaleq al diario libanés L’Orient Le Jour. El Asad, agrega, ve la normalización de relaciones con los países árabes “como una primera etapa antes de la europea y, eventualmente, la estadounidense”.

El Asad, tratado durante años como un paria también en el mundo árabe, ha sido invitado por Emiratos Árabes Unidos (el país más implicado en la rehabilitación del líder sirio) a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que comienza en noviembre, según informó la semana pasada la agencia estatal de noticias siria, Sana. Esta cita supondría su primera participación en un evento internacional desde el inicio de la guerra, en el que se cruzaría con los mismos dirigentes occidentales que apoyan su caída y mantienen al país sancionado.

Terremoto y acuerdo entre Riad y Teherán

Dos momentos de este año tienen mucho que ver con la presencia de El Asad este viernes en Yeda. El primero, en febrero, fue el terremoto con epicentro en Turquía que se llevó unas 6.000 vidas en Siria. Confirió aún más importancia a su capacidad de que la ayuda humanitaria llegase también a la parte rebelde, la más afectada por el seísmo. Estados Unidos suspendió temporalmente las sanciones al régimen y las muestras de solidaridad árabe se sucedieron: los ministros de Exteriores de Egipto y Jordania, Sameh Shoukry y Ayman Safadi, visitaron Damasco por primera vez en una década; el sultán de Omán, Haitham Bin Tariq al Said, recibió a El Asad con alfombra; y el rey de Baréin, Hamad Bin Isa al Jalifa, lo telefoneó.

El otro, un mes más tarde, fue el acuerdo de normalización de relaciones que firmaron ―con mediación de Pekín― Irán y Arabia Saudí, las dos grandes potencias enfrentadas por la hegemonía regional y que apoyaron con intensidad a bandos opuestos en la guerra siria.

La nueva política exterior del anfitrión, Arabia Saudí, ha sido clave. Bin Salmán comenzó con una muy agresiva ante Irán, en Yemen en particular, y su nombre quedó manchado por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el Consulado saudí de Estambul. Ahora sigue dependiendo militarmente de Estados Unidos, pero ha desarrollado importantes lazos económicos con China, se ha abstenido de tomar partido en la guerra de Ucrania y busca cada vez más ejercer de mediador, como recientemente en Sudán.

“Su actitud ante Occidente es ‘Nos vamos a sentar con unos y con otros. Vamos a decidir con quién hablar y no seguimos ni vuestros intereses, ni vuestro criterio de derechos humanos”, explica el profesor Nasr.

Su invitación al ucranio Volodímir Zelenski es, de hecho, otra muestra de su capacidad de forjar alianzas a varias bandas, una vez que ha dejado atrás su estrecho alineamiento con Washington y que Occidente necesita sus hidrocarburos, como alternativa a los rusos.

No ha sido solo un golpe de efecto. El norte de África y Oriente Próximo no son ajenos a la subida del precio de los alimentos que ha provocado la guerra. El caso más claro es Egipto ―que importaba su grano de Rusia y Ucrania―, con una inflación desbocada y fuga de capitales.

Otros países, sobre todo del Golfo, vienen acercándose a Moscú, que conserva por lo general buenas relaciones con el mundo árabe, como herencia de la Guerra Fría. La entrada de Rusia en el conflicto sirio en 2015 fue además clave para que El Asad controle hoy buena parte del país.

Por eso, Zelenski ―que llegó por sorpresa en un avión del Gobierno francés― retó con claridad a los países árabes a revisar su posición ante el conflicto: “Desafortunadamente, hay algunos en el mundo, y algunos entre ustedes, que miran hacia otro lado ante esos casos y anexiones ilegales. Estoy aquí para que todos puedan mirarlos con honestidad, sin importar cuánto traten de influir los rusos”. Zelenski, que se dirigirá posteriormente a la cumbre del G-7 en la ciudad japonesa de Hiroshima, jugó además la carta de la solidaridad musulmana, al viajar con representantes de la comunidad tártara de Crimea, la península ucrania que Moscú se anexionó en 2014.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.

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