El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas exhibe su bloqueo sobre Ucrania un año después
La reunión extraordinaria del máximo órgano ejecutivo pasa de puntillas sobre la propuesta de diálogo de China
Un año después de la invasión de Ucrania, los tres bloques en que se ha dividido la diplomacia global (Occidente, el sur global y Rusia con sus escasos satélites) no se han movido un ápice, ni han logrado sumar apoyos a sus respectivas causas. La falta de entendimiento ha quedado de relieve en la sesión extraordinaria del Consejo de Seguridad de la ONU celebrada este viernes en Nueva York. Las posturas parecen aún más enconadas, incluso con episodios de tensión, como el gesto del embajador ruso, Vasili Nebenzia, al proponer, frente al minuto de silencio por las víctimas pedido por Ucrania, uno extensivo a “todas las víctimas desde 2014″, cuando empezó el conflicto en el este de Ucrania. Nebenzia se sumó finalmente, en pie, pero su protesta inicial, dando golpetazos en la mesa, demostró cómo el intento de conciliar posturas parece aún lejano. El Consejo, teórico garante de la paz y la seguridad internacionales, continúa bloqueado.
El plan de paz chino de 12 puntos presentado en Pekín este viernes, y acogido con escepticismo por Occidente por inclinarse supuestamente hacia el Kremlin, no monopolizó la sesión, salvo veladas alusiones por parte de países del sur global sobre la necesidad de iniciar un diálogo —Brasil denunció “la retórica triunfalista de ambas partes”― y del propio embajador chino, Dai Bing, que no se explayó sobre el contenido del denominado “posicionamiento político” de su país para resolver el conflicto. Basada en un alto el fuego, el fin de las sanciones a Rusia y el respeto a la integridad territorial, la propuesta recoge el mismo mensaje que sustenta la posición de China ante la crisis: de perfil, absteniéndose en las votaciones, pero a la vez condenando la guerra.
Con la participación del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, la convocatoria solo ha podido trasladar al mundo el simbolismo de la fecha, sin ideas ni propuestas nuevas. Rusia ha vuelto a llamar “régimen de Kiev” al Gobierno de Ucrania y esgrimido los fantasmas de la Guerra Fría (“lo que ustedes llaman paz es la destrucción de Rusia”, ha dicho Nebenzia). El sur global sigue instalado en la abstención a la hora de votar contra Rusia, o a favor de Ucrania, así como en sus críticas tanto a Moscú como al suministro de armas de Occidente, un ejercicio de equidistancia al que también se ha sumado esta semana Hungría, rompiendo la unanimidad de la Unión Europea, y que ha sido contestado por el ministro de Exteriores ucranio, Dmytro Kuleba: “Armar a un país para defenderse de una agresión es absolutamente legítimo; lo contrario es un crimen”.
Rusia, en fin, a quien la víspera solo apoyaron seis países en la votación de una resolución de la Asamblea General, ha vuelto a esgrimir la habitual lista de agravios, incluidos los de procedimiento en el orden del día, además de reiterar que Moscú no persigue la “destrucción de Ucrania”, sino eliminar las amenazas como “el genocidio y la marginación de los rusohablantes” en el este de Ucrania, un pretexto que el Kremlin repite desde 2014. “El régimen de Kiev sacrifica a su propia gente para servir a los intereses de Occidente, y la situación empeorará a medida que se arme a Ucrania”, dijo Nebenzia en una réplica.
En la sesión tomaron la palabra los quince miembros del Consejo de Seguridad y una quincena larga de ministros de Exteriores europeos, entre ellos el británico James Cleverly y la francesa Catherine Colonna, además del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, que atribuyó a Vladímir Putin toda responsabilidad: “Un hombre ha empezado esta guerra y [solo] un hombre puede acabarla”. “Si abandonamos a Ucrania, abandonamos también la Carta de Naciones Unidas”, añadió Blinken, quien volvió a sentar las bases de cualquier solución: “Soberanía, integridad territorial, independencia” de Ucrania.
Derecho de veto de Rusia
El discurso del jefe de la diplomacia de Ucrania provocó airadas quejas procedimentales por parte de Nebenzia, el correoso y veterano embajador ruso, en su día número dos de Serguéi Lavrov cuando el actual ministro de Exteriores ruso presidía la delegación de su país en la ONU. La ausencia de Lavrov este viernes en Nueva York, más notoria si cabe en una reunión protagonizada por homólogos suyos, fue puesta de relieve por el ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, en una comparecencia ante periodistas tras la reunión. Una ausencia que no sólo demuestra, dijo Albares, el aislamiento de Rusia, sino también el hecho de que no quiera “oír la voz de la diplomacia, pues ha apostado siempre por la voz de las armas”. Para Albares, Moscú ha perdido “estrepitosamente” la batalla de la diplomacia.
Las palabras de Nebenzia fueron a su vez contestadas con similar acritud por el ministro ucranio. “Putin va a perder [la guerra] mucho antes de lo que cree; cuanto más nos ataquen, mayor será nuestra resistencia”, clamó un enérgico Kuleba, quien subrayó que la acción agresiva va mucho más allá de Rusia y se extiende “a África, Asia y Oriente Medio”. “Rusia es el problema del mundo”, zanjó Kuleba, y recordó que en 1991, año de la descomposición de la URSS, la Federación Rusa heredó el asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad. El derecho de veto inherente bloquea la acción ejecutiva del máximo foro de la ONU, un obstáculo que numerosos países miembros de la organización vienen denunciando desde entonces.
Al respecto, el ministro Albares denunció la carta blanca que supone tal prerrogativa, al impedir que el Consejo ejerza su “función primordial” de garante de la paz y la seguridad globales. Ningún país debería tener la capacidad de abusar de ese derecho para sus propios fines, “como si fuera un cheque en blanco”, dijo el titular de Exteriores.
Entre todos los mensajes de la reunión extraordinaria del Consejo, el del ministro húngaro de Exteriores, Péter Szijjártó, resonó más si cabe, por la fisura que abre en la unidad europea. Reivindicando el papel humanitario de su país, “con 1.300 colegios abiertos a refugiados”, Szijjártó subrayó: “Esta guerra no tiene vencedores, solo perdedores, y cuantos más perdedores haya, más sufrimiento. Pero con armas y con sanciones [los pilares de la UE hacia Ucrania] no se salvan vidas. Hemos sido criticados por esta postura (…) Estamos en la hora 25ª. Hay que parar la guerra, impedir que se convierta en una III Guerra Mundial”. Las palabras de Szijjártó son interpretadas por algunos como una vía de agua en la respuesta europea.
La grave crisis de seguridad alimentaria provocada en los primeros meses de la guerra por el bloqueo de los puertos del mar Negro ha merecido también la atención del foro. António Guterres anunció que pedirá una ampliación del llamado Acuerdo del Mar Negro, patrocinado por Turquía, para prorrogar después de marzo la navegación de cargueros con cereales y fertilizantes, cuyo bloqueo durante meses amenazó con causar hambrunas masivas en el sur global. Guterres también pidió un acuerdo de las partes para establecer una zona de seguridad alrededor de la central de Zaporiyia, con el fin de evitar “consecuencias catastróficas” para la humanidad. Fueron las dos únicas propuestas concretas de la reunión.
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