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António Guterres en la ONU: “La guerra de Ucrania es una afrenta a la conciencia colectiva” global

La Asamblea General celebra una sesión especial para votar una resolución que insta a Rusia a poner fin a las hostilidades, mientras China presenta en Moscú su propio plan de paz

María Antonia Sánchez-Vallejo
El embajador ruso en la ONU, Vasili Nebenzia, interviene en la sesión especial de la Asamblea General, este miércoles en Nueva York.
El embajador ruso en la ONU, Vasili Nebenzia, interviene en la sesión especial de la Asamblea General, este miércoles en Nueva York.JUSTIN LANE (EFE)

La Asamblea General de la ONU ha celebrado este jueves una sesión especial sobre la guerra en Ucrania en la que destaca la movilización de la Unión Europea, con la presencia de 25 ministros de Exteriores del bloque y del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, que también intervendrá el viernes en la reunión del Consejo de Seguridad sobre el conflicto. Mientras en Nueva York el secretario general de la ONU, António Guterres, calificaba la guerra de “afrenta a la conciencia colectiva” global, China presentaba en Moscú su visión para un “arreglo político”, una hipotética alternativa, se aventura en la ONU, a la resolución mayoritaria en pro de una paz “global, justa y duradera” que se votará este jueves, al término de la sesión extraordinaria. A la reunión también especial del Consejo de Seguridad, el viernes, asistirá el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, recién llegado de su gira europea.

“La invasión es una afrenta a nuestra conciencia colectiva; una violación de la carta de Naciones Unidas y de la ley internacional con dramáticas consecuencias humanitarias y de derechos humanos. El impacto se siente más allá de Ucrania”, ha dicho Guterres al inicio de la sesión, que se prolongará mañana. “La carta [fundacional de la ONU] no deja lugar a dudas: todos los miembros deben abstenerse en sus relaciones internacionales de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial y la independencia política de cualquier Estado”.

Tras Guterres tomó la palabra Dmytro Kuleba, ministro de Exteriores de Ucrania, quien recordó su intervención en esta misma tribuna la víspera de la invasión. “Hace un año, tomé la palabra aquí, 24 horas antes del primer bombardeo ruso de mi país, en la madrugada [del 24 de febrero]. Desde entonces, Ucrania ha ejercido su derecho a defenderse, pero Rusia continúa buscando la destrucción de Ucrania como nación soberana. Nunca hemos querido la guerra”, subrayó.

Ningún plan de paz debe cruzar “las líneas rojas” de Kiev, advirtió, es decir, las pretendidas concesiones territoriales a Rusia en el este del país y en Crimea. “Para Ucrania las líneas rojas son los principios de la carta de la ONU, entre ellos el respeto a la integridad territorial ucrania. No habrá ningún tipo de mercadeo sobre territorios ucranios, el presidente [Volodímir] Zelenski lo ha dejado claro”, advirtió Kuleba. Zelenski presentó en noviembre un plan de paz de diez puntos, con las líneas rojas bien marcadas, aunque el texto de la resolución de la Asamblea no hace ninguna referencia al mismo para alcanzar un mayor consenso.

Por parte de Rusia ha intervenido Vasili Nebenzia, su embajador ante la ONU, quien denunció que Occidente se haya quitado finalmente “la máscara” para revelar su intento de hegemonía sobre el mundo. “Occidente está dispuesto a arrastrar al mundo entero al abismo de la guerra para infligir una derrota estratégica a Rusia”, dijo el diplomático, en su día número dos en la ONU de su predecesor, el actual ministro de Exteriores del Kremlin, Serguéi Lavrov. Nebenzia explicitó que Occidente, “la suma de EE UU, la UE y la OTAN, ve el mundo como si fuera su propiedad”.

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Sus palabras fueron refutadas punto por punto por Borrell, al señalar que la de Ucrania no es una guerra de Occidente contra Rusia, pues afecta “al norte, al sur, a Oriente y a Occidente”. El jefe de la diplomacia europea alertó del riesgo de una ampliación del conflicto. “Si no condenamos las acciones de Rusia en Ucrania hoy, se incrementan los riesgos para otro país, en otra parte del mundo, de sufrir una agresión similar”. Sobre el texto de la resolución, indicó que ha incorporado numerosas enmiendas para cosechar adhesiones, pero también principios innegociables, como el cese de las hostilidades por parte de Rusia y “la retirada de todas sus fuerzas y equipamiento militar de Ucrania, de manera inmediata, completa e incondicional”. En la misma línea que Borrell, el ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, alertó de la “amenaza global” que supone la guerra y condenó a Rusia por su “flagrante violación del derecho internacional humanitario” en Ucrania.

La palabra negociación ya no es tabú, no sólo en la escena diplomática global, y los 68 países, incluida España, que hasta hoy apadrinaban el borrador de resolución apuestan por esa vía, además de recordarle al Kremlin que cualquier compromiso excluye la conquista por la fuerza de territorio ajeno. Dado el bloqueo operativo del Consejo de Seguridad, el único capaz de formular resoluciones ejecutivas, por el derecho de veto de Rusia, la Asamblea General, el plenario de los 193 países que componen la organización, se ha convertido en la única instancia con voz y voto -aun simbólico- en el conflicto. Durante estos meses no se ha aprobado una sola resolución ejecutiva sobre la guerra por el veto ruso.

La resolución de la Asamblea incluye un llamamiento al “cese de hostilidades”, seguido de unas negociaciones entre las partes bajo el principio rector de la carta de Naciones Unidas y la integridad territorial de los Estados, con la subsiguiente retirada de las tropas rusas de territorio de Ucrania. El texto de la resolución, de dos folios, cuenta con el apoyo de la práctica totalidad de los países occidentales, que aspiran a arrastrar al llamado sur global, víctima también de la contienda por derivadas como la crisis de seguridad alimentaria por el desabastecimiento de cereales, o la energética.

El gran número de participantes -más de 60 países habían pedido la palabra este miércoles, en intervenciones de cinco minutos, más otros 20 el jueves-, así como la presentación de dos enmiendas por Bielorrusia, tradicional satélite de Moscú, ha dilatado sensiblemente el orden del día. Con todo, la gran incógnita consistirá en saber si la resolución del bloque occidental logrará un apoyo superior a los 143 votos que en octubre condenaron, en este mismo foro, el intento ruso de anexionarse partes de Ucrania tras la celebración de cuatro referendos ilegales en el Este, concretamente en Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk.

Aquel fue el mayor triunfo diplomático del bloque occidental -con la UE, EE UU, Canadá, Japón y Australia a la cabeza- frente al pírrico apoyo cosechado por Rusia, que sólo logró el apoyo de cuatro países (Bielorrusia, Corea del Norte, Nicaragua y Siria), frente a 35 abstenciones, a la cabeza de todas ellas la de China, además de gran parte del continente africano. Las dos enmiendas presentadas este miércoles por Bielorrusia han sido una componenda que únicamente ha añadido demora a la convocatoria.

El papel de China y su supuesto plan de paz es la otra incógnita de una reunión marcada por una fecha tan redonda como el aniversario de la guerra. Durante todo este año Pekín ha oscilado entre la comprensión hacia los argumentos rusos y una neutralidad formal, técnica, como demuestra su abstención en las votaciones. Los detalles del plan de paz chino no habían sido presentados a Kiev antes de la reunión, según altos funcionarios ucranios, pese al encuentro de Kuleba y su homólogo Wang Yi durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, el pasado fin de semana.

Con respecto al sur global, especialmente afectado por la crisis alimentaria y energética derivadas del conflicto, será determinante el sentido del voto de los países africanos, en los que en los últimos años ha crecido exponencialmente la influencia económica china y la presencia militar rusa, incluido el grupo de mercenarios Wagner. Que el sur global se alinee con el bloque occidental o prefiera seguir al margen de un conflicto supuestamente lejano será el otro termómetro de la reunión.

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