Huir hacia Turquía para evitar la guerra: “El que puede salir, lo hace. Si te envían a Ucrania, vas a morir”
La demanda de los vuelos de Moscú a Estambul se dispara con ciudadanos que buscan huir de la movilización forzosa a la guerra en Ucrania
Mijaíl todavía no puede creerse su suerte. Y como no termina de creérsela, tiene miedo. Ahora mismo debería estar camino del frente o de una base militar en la que recibir un breve entrenamiento antes de ser desplegado en Ucrania, pero, en realidad, está en Turquía. Fue una cuestión de horas. El mismo día que aterrizó en Estambul, un oficial militar se presentó en su casa de Moscú para ordenar su incorporación a las Fuerzas Armadas rusas.
“Amo a mi país, mucho, aunque no a este Gobierno. Pero cuando escuché en las noticias que pueden condenarte a 10 años de cárcel si te niegas a ir a matar a gente a otro país, entendí que era el momento de marcharse”, explica al teléfono Mijaíl, que, por razones de seguridad, pide no publicar su verdadero nombre y ocultar algunos de los detalles que ha compartido con EL PAÍS. Como en muchos otros hogares rusos, las horas que siguieron al decreto de “movilización parcial” firmado por Vladímir Putin el pasado 21 de septiembre, fueron frenéticas y angustiosas. Sabía que él podía ser uno de los primeros movilizados. Es un joven de 26 años, atlético y durante el servicio militar obligatorio pasó por una unidad de fuerzas especiales. Tenía todas las papeletas para recibir la llamada a filas.
“Éramos tres personas —mi madre, mi novia y yo— intentando comprar un billete para mí, daba igual el país que fuera. Lo intentamos como unas 40 veces y siempre daba error”, relata. “Incluso llegué a adquirir un vuelo a Ekaterimburgo para ir luego desde allí a Kazajistán en autobús. Aunque finalmente sí pude comprar un billete a Estambul”, prosigue Mijaíl. En las primeras horas del 22 de septiembre aterrizó en la metrópolis turca. “Me sentí libre”, exclama.
Con las conexiones aéreas a los países de la Unión Europea desde Rusia suspendidas, Turquía se ha convertido en uno de los principales destinos para los rusos que huyen —para quedarse o como etapa intermedia hacia otro país—, ya que no se les exige visado de entrada. Más de 120 vuelos llegan cada día a Turquía procedentes de diversas ciudades rusas, pero la demanda se ha disparado tanto que Turkish Airlines ha cambiado los aviones que utiliza por otros de mayor capacidad, según han explicado fuentes de la compañía a la prensa local. Durante las últimas dos semanas, resultaba prácticamente imposible hacerse con un billete y los que hay actualmente superan los 1.000 euros por trayecto. La situación es similar en la página web de la compañía rusa Aeroflot, donde quedan menos de cuatro plazas libres por trayecto para los vuelos de la próxima semana.
“Si te envían a Ucrania, vas a morir”
Alexander Dobromislov fue algo más previsor. Hacía tiempo que quería abandonar su país. “Pero al inicio de la guerra el rublo perdió tanto valor que no podía permitirme comprar un billete de avión”, se lamenta sentado en la terraza de una cafetería en Estambul. Trazó varios planes y empezó a ahorrar. El día 20, cuando se anunciaron pseudorreferendos en los territorios ocupados de Ucrania destinados a justificar su anexión a Rusia, este joven doctorando en Ciencias Políticas en la Universidad de Moscú se olió que la movilización —un rumor constante en Rusia desde hace meses— estaba por llegar, y se hizo con una plaza en un avión a Estambul. “Mis estudios terminaban oficialmente el 30 de septiembre, así que a partir de entonces podía ser movilizado. Mis habilidades como experto en Ciencias Políticas no son algo que le interese a este Gobierno, que únicamente necesita propagandistas. Yo solo les sirvo de carne de cañón para morir en el frente. Cualquiera que tiene la oportunidad de escapar lo hace, porque sabe que si te envían a Ucrania vas a morir”.
La mayoría de los vuelos que llegan a Turquía todavía viajan llenos de turistas —dos tercios de los aviones procedentes de Rusia tienen como destino las ciudades de la costa mediterránea—, pero entre los pasajeros cada vez hay más hombres jóvenes que escapan de la movilización y que no se creen la promesa del ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, de que se limitará a 300.000 reservistas. “Básicamente, cualquier hombre mayor de 18 años se siente en peligro. Porque, por mucho que la hayan llamado movilización parcial, están reclutando de forma totalmente aleatoria. A gente que murió hace dos años, a personas mayores de 50 años, a gente que tiene cinco hijos. Tratan de reclutar a todo el que puedan”, explica Eva Rapoport, rusa residente en Estambul y que participa en el proyecto Kovcheg (El arca), financiado por el empresario y opositor Mijaíl Jodorkovski para dar apoyo a los rusos que escapan de su país.
“Hemos tenido miles de consultas y peticiones de asistencia legal en los últimos días”, detalla. Su grupo de Telegram, en el que comparten consejos sobre cómo abandonar Rusia, ha crecido en 65.000 miembros desde que se anunció la leva. Y también han recibido cientos de peticiones de acogida en los pisos que esta organización mantiene en Estambul y en la capital armenia, Ereván, y en los que permite alojarse de forma temporal hasta que los afectados encuentren algo más permanente.
También muchos de los rusos que se marcharon a otros países al inicio de la contienda por su oposición a la guerra han abierto sus casas y prestan colchones y sofás a sus compatriotas recién huidos. Desde inicios de año, casi se ha doblado el número de rusos con permiso de residencia en Turquía, hasta los 109.349 notificados por el Departamento de Migraciones del Ministerio del Interior turco el pasado 29 de septiembre. Y ahí no están todos incluidos, porque quienes poseen un pasaporte ruso pueden permanecer 90 días en Turquía sin necesidad de registrarse.
Sin posibilidad de retorno
El momento más estresante que el doctorando en Ciencias Políticas Alexander Dobromislov vivió durante su huida fue cuando, tras el control de pasaportes en el aeropuerto Sheremetievo de Moscú, le ordenaron, junto a muchos otros hombres, dirigirse a una sala para comprobar su situación militar. “Fue lo más tenso, pero nos trataron bien y, de hecho, nos dijeron que todos podríamos proseguir”, asegura. “Creo que casi nadie está teniendo problemas para salir. Es probable que se deba a que, en términos estadísticos, todavía no somos muchos los que nos hemos ido [aunque cientos de miles de personas han abandonado ya el territorio ruso] y a que todavía tienen a mucha gente para reclutar en un país de 140 millones de habitantes. O quizás Putin prefiere que los que nos oponemos a él nos vayamos y así no provoquemos problemas. Pero también hay rumores de que podrían prohibir la salida de todos los hombres en edad militar, y quién sabe cuánto durará esa prohibición”, reflexiona.
De los que llegan ahora a Estambul, la mayoría no tiene muy claro cómo sobrevivirá: simplemente han empacado lo esencial, han cogido la maleta y han escapado. También saben que es posible que no puedan regresar a su país en mucho tiempo, especialmente si han recibido la llamada a filas, pues la deserción acarrea penas de 10 años de cárcel, más que la sentencia mínima por asesinato (unos seis años). “Creo que jamás volveré a ver mi país. Para mí es muy doloroso: dejo un hijo allí”, lamenta Mijaíl: “No tengo nada más que 1.000 euros, y ningún plan. Pero al menos soy libre y estoy vivo”.
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