Claves del debate presidencial de Brasil: broncas y curiosidades
Lula da Silva, Bolsonaro y otros cinco candidatos se enfrentan en un debate de más de tres horas
Los candidatos a la elección presidencial brasileña se han visto las caras por última vez antes de los comicios del domingo. El debate, organizado en la noche de este jueves por la cadena de televisión Globo, se ha alargado por más de tres horas. Aunque la atención estaba centrada en los dos favoritos, Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva, el formato de la discusión ha hecho que su presencia quedara diluida entre los otros cinco candidatos presentes.
Ataques a los favoritos
Lula recibió ataques de varios candidatos por los escándalos de corrupción de su Gobierno. El aspirante izquierdista a la Presidencia respondió que durante su mandato se investigó y se castigó a los culpables. Sobre las denuncias en su contra, destacó que había sido absuelto por los tribunales -en verdad algunas de las condenas han sido anuladas por defectos de forma-. En cuanto pudo, desvió la conversación a temas donde se siente más cómodo, como los logros de su Gobierno en materia de política social y generación de empleo.
Bolsonaro fue criticado por la gestión de la pandemia y la política ambiental. El actual presidente defendió la laxitud de las restricciones y “la libertad” individual de cada uno para vacunarse o no. Sobre el aumento de la deforestación, destacó el tamaño de la Amazonia, como Europa occidental, y dijo que no podía controlar las lluvias.
Inicio bronco
Lula y Bolsonaro se enzarzaron en un agrio intercambio de calificativos en los primeros diez minutos. El ultraderechista se dirigió a su rival como “expresidiario” (por haber cumplido una condena, después anulada), mientras el candidato de la izquierda lo acusó de “deshonestidad”, y le pidió responsabilidad ante la posibilidad de que la hija pequeña de este estuviese viendo el debate. Fuera de esos primeros minutos, Bolsonaro evitó elevar el tono, excepto cuando calificó de candidata “fachada” a la derechista Soraya Thronicke, un resbalón para quien trata de reducir su rechazo entre las mujeres. Lula perdió los nervios una vez más cuando otro candidato, el padre Kelmon, lo acusó de corrupto. En respuesta, el izquierdista lo tachó de “impostor” y le pidió que “cerrara la boca”.
El presentador mínimo
William Bonner, presentador del noticiario nocturno de Globo, tuvo un papel limitado debido al formato. Él no hacía las preguntas; solo elegía al azar los temas a tratar por los candidatos. Sin embargo, el moderador tuvo que parar el debate en varias ocasiones para mandar callar a los que interrumpían. “En respeto al público les pido que procuren mantener un nivel de ambiente adecuado”, reclamó a Lula y Bolsonaro, al inicio.
Formato de debate fluido y caótico
La forma elegida para el debate posibilitó un intercambio fluido, pero caótico. Se dividió en cuatro bloques, dos de ellos libres y los otros dos temáticos. Los candidatos preguntaban al rival que elegían. Después de enzarzarse en los primeros minutos, Bolsonaro y Lula evitaron más enfrentamientos directos y prefirieron preguntar a otros. El debate alargó por más de tres horas y, a veces, parecía más una sucesión enlatada de videos de propaganda electoral que un diálogo.
Una tercera vía presente
El formato dio el mismo tiempo a todos los candidatos, tuvieran un 55% de los votos o un 1% en los sondeos. Eso abrió el espacio que buscaban las opciones que se presentan como una tercera vía entre Lula y Bolsonaro. Ciro Gomes y Simone Tebet, tercero y cuarto según los sondeos, hicieron llamados a acabar con la polarización y trataron de presentar una imagen de estadistas con propuestas concretas. Soraya Thronicke y Felipe D’Ávila, con apoyos mínimos, también tuvieron su oportunidad.
Curiosidades
El padre Kelmon, aliado de Bolsonaro, puso la nota exótica. El autoproclamado arzobispo ortodoxo, que no está oficialmente reconocido como tal por la Iglesia, cargó contra los programas culturales en televisión promovidos durante los Gobiernos de izquierda, donde se hacen “cosas inmorales con los cuerpos”. Cuando Thronicke le preguntó sobre las muertes de la pandemia y sobre si tenía miedo de “ir al infierno”, el padre le respondió, muy molesto, que ella no conocía “el valor de un sacerdote” y que él no tenía miedo al infierno porque vivía “en el Evangelio”.
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