Japón despide a Shinzo Abe entre protestas por el elevado coste de la ceremonia
Unos 700 dignatarios extranjeros acuden al funeral de Estado, entre ellos la vicepresidenta de EE UU, Kamala Harris, y el primer ministro indio, Narendra Modi
Miles de japoneses y alrededor de 700 dignatarios extranjeros han despedido este martes a Shinzo Abe, el ex primer ministro japonés asesinado el pasado 8 de julio, con un funeral de Estado por el dirigente que ha permanecido al frente del Gobierno de Japón en la historia constitucional del país. Al mismo tiempo que una nutrida multitud se manifestaba frente a la sede del Parlamento para denunciar la pomposa ceremonia que le cuesta al erario público 12 millones de euros y para cuestionar sus bases legales, miles de personas formaron colas de hasta tres kilómetros para dejar una ofrenda floral en un altar habilitado en un parque vecino al estadio Nippon Budokan de Tokio, donde se ha celebrado la ceremonia.
Las exequias comenzaron a las dos de la tarde hora local (siete de la mañana, en la España peninsular), tras la llegada de la viuda de Shinzo Abe, Akie, que trasladó la urna con los restos mortales del ex primer ministro en un cortejo fúnebre que partió desde su domicilio en la capital japonesa. Frente a una fotografía mural rodeada de flores, el primer ministro, Fumio Kishida, leyó un mensaje en el que recordó que Abe participaba en un mitin político cuando fue abatido. “Siempre al servicio de tu país”, subrayó Kishida, que destacó los logros políticos de su antecesor. “Siento un dolor desgarrador”, añadió.
De entre los casi 700 invitados extranjeros, los medios japoneses han destacado la presencia de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris; del primer ministro indio, Narendra Modi; del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; o del primer ministro de Cuba, Manuel Marrero. También han asistido el presidente del Senado español, Ander Gil; el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach; y exmandatarios como el francés Nicolas Sarkozy o la británica Theresa May. La Casa Imperial envió al príncipe Fumihito, hermano del actual emperador, Naruhito, y primero en la línea sucesoria al trono del Crisantemo, junto a otros seis miembros de la familia.
Una de los invitados más polémicos ha sido Soe Han, embajador de la junta militar birmana que gobierna Myanmar desde el golpe de Estado de enero de 2021. Según la ONG Justice for Myanmar (Justicia para Myanmar), la presencia de Soe Han “junto con jefes de Estado legitima y envalentona a la junta que está cometiendo crímenes de guerra contra la humanidad con impunidad”.
División entre los ciudadanos
Las autoridades japonesas han movilizado a unos 20.000 policías para vigilar el estadio Nippon Budokan, patrullar las calles, las autopistas aledañas, las principales estaciones de metro y el altar donde miles de ciudadanos han querido rendir homenaje a Abe. Frente al Parlamento, donde se han desarrollado las protestas —algunos medios citan unos 15.000 manifestantes— la seguridad ha sido menos intensa.
A través de altavoces instalados en las calles, los líderes de algunos partidos de la oposición, como Kazuo Shii, del Partido Comunista, reiteraron su desacuerdo con el homenaje a un político divisivo que fue llamado a comparecer ante el Parlamento repetidas veces por escándalos de corrupción y favoritismo. También denunciaron el empeño de Abe en rearmar a Japón y enmendar la Constitución pacifista, impuesta por Estados Unidos tras ganar la Segunda Guerra mundial.
Abe, político conservador perteneciente al ala más a la derecha del gubernamental Partido Liberal Democrático (PLD), intentó formalizar un Ejército japonés con capacidad legal para participar en conflictos bélicos internacionales y poseer balística intercontinental. En su primer mandato (2006-2007), consiguió elevar la entonces llamada agencia de Defensa a rango de ministerio.
Este martes, antes de asistir a la ceremonia con los restos de su esposo, Akie, su viuda, se detuvo unos momentos ante el ministerio de Defensa, en un gesto que fue interpretado como un cumplido al cuerpo armado que simbolizaba las simpatías nacionalistas de su esposo.
Paradójicamente, el presunto asesino de Abe, Tetsuya Yamagami, sirvió durante tres años en la Armada japonesa. Tras una evaluación psiquiátrica que termina en noviembre, se dictaminará si su estado mental permite un juicio. Yamagami confesó que la razón del atentado, perpetrado con un arma de fabricación casera, fue el apoyo de Abe a una secta cristiana de origen coreano conocida como la Iglesia de la Unificación, a la cual su madre entregó la fortuna familiar, arruinando el futuro de sus hijos.
El magnicidio propició el inicio de varias investigaciones periodísticas sobre la profunda relación de Abe y el PLD con la secta y, aparte de ocasionar una purga de ministros del actual Gobierno vinculados a la organización religiosa, amenaza con estigmatizar el legado del fallecido primer ministro.
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