Banderas del Emirato Islámico de Afganistán ondean en un mercado de Kandahar, feudo de los talibanes y capital espiritual del país, el 13 de agosto. La anterior enseña tricolor (roja, verde y negra) fue desterrada de inmediato y se impuso esta blanca con la inscripción en negro de la shahada o protestación de fe musulmana escrita en árabe: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”. LUIS DE VEGAUn grupo de mujeres voluntarias de la ONG Pen Path celebra un encuentro de puertas adentro en una casa de Kabul por las restricciones de los talibanes para reivindicar su derecho a la Educación, el 2 de agosto. Un año después de su llagada al poder, las autoridades del Emirato siguen manteniendo cerrada la enseñanza secundaria femenina. Este sábado, una protesta de varias decenas de mujeres fue disuelta con disparos al aire por los talibanes en el centro de la capital afgana. LUIS DE VEGATaj Mohamed, de 53 años, muestra las dos fotos que tiene de recuerdo de uno de sus hijos, el policía Sadiqullah, de 28 años, que murió defendiendo Kandahar cuando el 13 de agosto de 2021 los talibanes conquistaron esta ciudad del sureste de Afganistán. LUIS DE VEGADos mujeres viajan en el maletero de un taxi a las afueras de Kandahar, el 13 de agosto. Con frecuencia este es el único espacio que pueden ocupar para no coincidir con varones. Las mujeres, por imposición del Emirato de los talibanes, no pueden alejarse de su casa sin un mahrán (acompañante masculino de su familia) más allá de 78 kilómetros. LUIS DE VEGAEmpleados municipales limpian los desagües en los que se acumulan las aguas fecales en una calle de Kandahar, el 6 de agosto. Esta escena es frecuente tanto en esta ciudad como en Kabul y otras del país donde no hay un sistema de alcantarillado. LUIS DE VEGAUna mujer da leche a su hijo en el hospital Indira Gandhi de Kabul, el mayor centro pediátrico de Afganistán, el 7 de agosto. Pese a los cientos de miles de millones de dólares invertidos durante las dos décadas de presencia de tropas extranjeras en el país, con las de EE UU a la cabeza, Afganistán sigue hundida en el subdesarrollo. LUIS DE VEGALas calles del centro de Kandahar están ocupadas por miles de motoristas que conviven con peatones, ciclistas, motocarros y otros vehículos. Ninguno de ellos está conducido por mujeres que, en el mejor de los casos, va de acompañante y cubierta por burka en esta conservadora ciudad. LUIS DE VEGAVarios empleados seleccionan las uvas que acaban de recoger y que van destinadas a la exportación para el mercado de Pakistán, el 13 de agosto. Aunque la frontera está a unas dos horas por carretera, son tres los días tardan los camiones frigoríficos en llegar a su destino de Lahore o Islamabad. LUIS DE VEGAMiagul, de unos 80 años, quedó lesionado de niño cuando una vaca le pisó la pierna derecha. Cada día mendiga tirado en una calle de Kabul. Prácticamente inmóvil, un amigo se encarga de llevarlo y traerlo desde su casa en una carretilla. El día en que se hizo esta foto, su recaudación después de toda la jornada fue de unos 50 afganis (aproximadamente medio euro).LUIS DE VEGALatifa, una viuda de 70 años, en el interior de su casa de la capital, el 3 de agosto. Es madre de un hijo que acabó divorciándose y volvió a casa, pero ahora es drogadicto y solo lo ve de vez en cuando. Las autoridades afganas estiman que, entre una población de 40 millones de habitantes, más de tres millones son consumidores de droga.LUIS DE VEGATaller textil en el que un grupo de mujeres, muchas de ellas viudas, aprenden a coser y ganan un salario de unos 20 euros al mes en un pueblo a las afueras de la ciudad de Kandahar, en el sureste de Afganistá, el 12 de agosto. Muchas se quejan de que los talibanes no las dejan trabajar de cara al público, por eso, la responsable de este negocio tuvo que cerrar su comercio en el zoco y trasladar la actividad a este sótano alquilado.LUIS DE VEGAEl doctor Mohammad Yaqob Sharafat pasa consulta en el hospital Indira Gandhi de Kabul, el mayor centro pediátrico de Afganistán, el 7 de agosto. En la sala en la que se tomó esta foto, hasta 18 niños acompañados de sus madres estaban repartidos en seis camas en poco más de 20 metros cuadrados. LUIS DE VEGAUn grupo de mujeres regresa a casa tras terminar su jornada en un taller textil de pueblo a las afueras de Kandahar, el 10 de agosto. El Emirato, basado en la interpretación más estricta de la sharía (ley islámica), pone importantes frenos a la mujer para trabajar, formarse, viajar o practicar deporte.LUIS DE VEGATres hombres rezan al atardecer junto a la carretera que lleva desde el paso fronterizo de Spin Boldak a la ciudad de Kandahar, el 11 de agosto. Afganistán es un país de hondas tradiciones tribales, conservador y muy apegado al Islam pese a que la mayoría de las personas consultadas por EL PAÍS desaprueban la manera en la que los talibanes emplean la religión para imponer su dictadura. LUIS DE VEGAEl sheik Abdulbasir Sahib, de 50 años, es un antiguo muyahidín que ahora ejerce de imam en una mezquita de Kandahar. En la imagen aparece rodeado de estudiantes de la escuela coránica (talibanes) que le muestran respeto besándole la mano. El religioso, a preguntas de EL PAÍS, justificó la violencia, incluso con atentados terroristas, si se emplean en defensa de lo que ellos consideran el islam. LUIS DE VEGAUn hombre camina por un mercado ubicado en los alrededores de la mezquita de Abul Fazl, un santuario chií, el 3 de agosto. La vida en las zonas más amenazadas de la capital no se resiente pese a los ataques que en los últimos días se han cometido contra esta comunidad con más de un centenar de muertos en Kabul, según la ONU. LUIS DE VEGAUn niño vuela una cometa en un pueblo de la provincia de Kandahar, el 11 de agosto. Estos juguetes, prohibidos durante un tiempo por los talibanes en su anterior dictadura (1996-2001), son casi siempre artesanales y suponen una de las principales distracciones de los chavales. LUIS DE VEGA