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Daniel Ortega descarta “un diálogo” con Estados Unidos en el aniversario de la revolución sandinista

“Es imposible un diálogo con ellos. Es para ponerse la soga al cuello a uno mismo”, afirma el mandatario nicaragüense

Daniel Ortega saluda al público durante las celebraciones de 43 aniversario de la revolución sandinista, este martes en Managua.Foto: MAYNOR VALENZUELA (REUTERS)
Wilfredo Miranda Aburto

Daniel Ortega ha aprovechado el 43 aniversario del triunfo de la revolución sandinista en Managua para descartar un diálogo con Estados Unidos. “Es imposible un diálogo con ellos. Es para ponerse la soga al cuello a uno mismo”, remarcó en un acto en Managua, dos meses y medio después de que The New York Times revelara que uno de sus hijos, Laureano Ortega Murillo, buscó un acercamiento silencioso con Washington para “aliviar las sanciones” impuestas a la “familia presidencial”.

Al descartar cualquier acercamiento con Estados Unidos –el principal socio comercial de Nicaragua–, Ortega crispa aún más la ya accidentada relación entre ambos países y persiste en la radicalización del régimen, plegándose, al menos retóricamente, a Rusia y a China, con cuya capital, Pekín, restableció relaciones diplomáticas en diciembre de 2021.

De acuerdo con el diario estadounidense, el acercamiento a Washington de Laureano Ortega Murillo (el hijo que más se perfila como un posible sucesor) ocurrió poco después de la invasión de Rusia a Ucrania. Sin embargo, la reunión entre un “alto funcionario” del Departamento de Estado y los gobernantes sandinistas nunca se concretó porque estos últimos “se acobardaron” por la condición de Estados Unidos para negociar: la liberación de todos presos políticos, quienes sufren tratos crueles e inhumanos en las prisiones de Nicaragua, de acuerdo a organismos de derechos humanos. Luego del desencuentro, el mandatario sandinista atizó su apoyo a la invasión de Vladímir Putin en Ucrania. “Nosotros quisimos tener una buena relación con Estados Unidos, pero es imposible”, agregó Ortega.

“Si la familia Ortega está dispuesta a discutir la liberación de los presos políticos, Washington se comprometerá, de lo contrario, Estados Unidos se está preparando para ejercer una presión adicional sobre el régimen con más sanciones”, declaró un funcionario del Departamento de Estado al periódico neoyorquino.

Fuentes diplomáticas consultadas por EL PAÍS confirmaron tal acercamiento y además aseguraron, antes de las declaraciones de Ortega este 19 de julio, que efectivamente no existían indicios de negociación debido a que los Ortega-Murillo no contemplan la liberación de los 190 presos políticos. A tenor, la semana pasada se filtró preliminarmente la Lista Engel que compila cada año el Departamento de Estado. El mecanismo implica amonestaciones y cancelaciones de visa a funcionarios de gobiernos autoritarios centroamericanos, incluido el sandinista, que hayan participado en corrupción y acciones antidemocráticas.

En la Lista Engel, que fue corroborada por el Gobierno norteamericano y puede ser oficializada esta semana, sobresalen 13 jueces y diez fiscales sandinistas responsables de acusar y condenar a los presos políticos. Esta sería la segunda ocasión que la Lista Engel se utilizará en contra de funcionarios del régimen sandinista, ya que inicialmente solo estaba ideada para los países del triángulo norte de Centroamérica: Honduras, El Salvador y Guatemala.

La primera vez que se usó la Lista Engel contra sandinistas fue en marzo de este año, cuando incluyeron a nueve funcionarios nicaragüenses. Un mecanismo que se suma a las sanciones más fuertes aplicadas por el Departamento del Tesoro a funcionarios e instituciones afines a los Ortega-Murillo.

Un 19 de julio en soledad

Ortega ofreció estas declaraciones en la vieja plaza de la Revolución Sandinista, en Managua, en un acto público realizado en circuito cerrado, sin muchedumbre, que también evidenció su aislamiento internacional por su perpetuación en el poder, conseguida a punta de represión de los opositores. El nuevo período de Ortega y Murillo a partir de enero pasado es considerado ilegítimo por una gran cantidad de países, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, de Europa, entre otros. En este 19 de julio, fecha culmen del sandinismo, ningún jefe de estado de peso acompañó al mandatario y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo. Ni siquiera arribaron a Managua –como en ocasiones anteriores– Nicolás Maduro de Venezuela o Miguel Díaz-Canel de Cuba.

El único jefe de Estado fue el discreto primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, a quien Ortega le dedicó el acto. Por tercera vez consecutiva, y a pesar de que el régimen sandinista siempre minimizó la pandemia de Covid-19, y ahora la dan por casi superada, el sandinismo no pudo llenar una plaza para el 19 de julio.

Analistas políticos consultados para este artículo, pero que prefieren el anonimato, sostienen que eso es muestra del desgaste del régimen ante la población y sus bases, debido a la represión sostenida y el alargamiento de la crisis sociopolítica cuyos efectos económicos golpean en general.

“Que un partido como el Frente Sandinista, que vivía de las movilizaciones, ahora no las haga, porque para este año ya no hay la excusa de la pandemia, demuestra la poca popularidad que tiene dentro de sus propias filas”, dijo uno de los analistas. Las últimas encuestas calculan el apoyo a Ortega y Murillo en menos del 20%. Para contrarrestar la falta de movilización popular, el Gobierno ideó la consigna “cada casa, una plaza”. De modo que los empleados públicos fueron obligados a realizar caminatas en barrios y comunidades, mientras los secretarios políticos del partido ordenaron a los militantes sandinistas colmar las redes sociales, en especial TikTok, recoge el medio Divergentes, con “publicaciones revolucionarias”.

El acto del 43 aniversario de la revolución sandinista se alargó por casi cuatro horas, en parte porque fue más un concierto que un mitin político. El sinfín de canciones –muchas de ellas usurpadas a los hermanos Mejía Godoy, autores de la banda sonora del sandinismo y hoy exiliados por la persecución de la pareja presidencial– intentaron llenar la soledad de Ortega y Murillo. La también primera dama se encargó de recordar que los presos políticos y voces disidentes no tienen espacio en el modelo “totalitario y de partido único” que, según los opositores, están consolidando.

“Aquí vencimos hace 43 años. No somos vendepatria, no estamos hechos para la traición. Estamos hechos para la libertad, la dignidad, la soberanía, la libertad… Rechazamos y repudiamos el odio para siempre. Nuestra bandera azul y blanco (de Nicaragua) fue rescatada una vez más por nuestra bandera roja y negra del yanqui enemigo de la humanidad y contra sus serviles y lacayos (…) ¡No pudieron, ni podrán!”, soltó Murillo, en especial esa consigna oficial que celebra la violencia policial y paramilitar que desarticuló a sangre y fuego las protestas ciudadanas en 2018.

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Sobre la firma

Wilfredo Miranda Aburto
Periodista nicaragüense. Colaborador de EL PAÍS basado en Costa Rica, donde está exiliado. Ha cubierto temas políticos, en especial sobre violaciones de derechos humanos: desplazamiento forzado, tráfico ilegal de tierras indígenas, medio ambiente y ejecuciones extrajudiciales en Centroamérica. Ha ganado el premio Ortega y Gasset y el Rey de España.

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