La guerra de los drones se vuelve contra Hezbolá
El Gobierno de Líbano choca con la milicia proiraní tras el derribo de tres aviones no tripulados por las fuerzas de Israel cuando se dirigían hacia un yacimiento de gas en el Mediterráneo
La guerra soterrada que libra Hezbolá con Israel se ha vuelto por primera vez contra la milicia proiraní en Líbano. El derribo por misiles de las Fuerzas Armadas israelíes de tres de sus drones, cuando se dirigían hacia la plataforma de un yacimiento de gas en aguas israelíes del Mediterráneo, ha desatado desde el pasado fin de semana un choque con el Gobierno de Beirut. Esta incursión de aviones no tripulados de Hezbolá se ha producido mientras Líbano e Israel negociaban con la mediación de Estados Unidos la delimitación de su frontera marítima común (un área con grandes reservas gasísticas). En un inusual desafío al poderoso partido-milicia chií, el Ejecutivo libanés ha tachado de “inaceptable” la operación de los drones. Hezbolá registró un retroceso en las elecciones de mayo en medio de la profunda crisis del país.
“Líbano considera inaceptable cualquier acción llevada a cabo fuera del marco de las competencias del Estado y del contexto diplomático de unas negociaciones que se hallan en una fase avanzada, ya que se expone al país a sufrir riesgos innecesarios”, rezaba el comunicado difundido por la oficina del primer ministro, Nayib Mikati, tras una reunión con el ministro de Asuntos Exteriores, Abdalá Bou Habib. Poner en explotación comercial los yacimientos resulta vital para la depauperada economía de Líbano. El 80% de la población se halla bajo el umbral de la pobreza tras el estallido de la crisis política en 2019. Pero con su rearmada milicia, curtida en una larga década del conflicto en Siria, Hezbolá sigue constituyendo un Estado dentro del Estado.
El fallido vuelo de reconocimiento con drones desarmados sobre en el yacimiento Karish, el más próximo de Israel a las aguas libanesas, ha sido un mensaje de advertencia, según los analistas militares israelíes. “La operación iba destinada a generar un impacto psicológico sobre Israel, que se dispone a comenzar la extracción de gas en septiembre”, precisa Yossi Yehoshua, corresponsal de Defensa del diario Yediot Ahronot. Tras erigirse en defensor de los intereses libaneses en unas disputadas aguas territoriales, el líder de Hezbolá, el clérigo chií Hasan Nasralá, ya había amenazado con represalias si se ponía en marcha el bombeo de gas antes de que Beirut acepte un acuerdo de delimitación.
A pesar de que los drones no volaban en formación y se desplazaban a muy baja altitud, fueron detectados en la tarde del sábado cuando se encaminaban hacia el yacimiento Karish, situado a un centenar de kilómetros de las costas de Haifa (norte). Un caza israelí F-16 lanzó el primer ataque, que fue seguido por el disparo de misiles desde la corbeta Eilat, que estrenaba el sistema defensivo Barak en una operación real.
Los servicios de información militares difundieron pocas horas después imágenes del derribo de los drones. En contra de lo habitual, la organización libanesa proiraní asumió la autoría de la operación, que calificó de “misión cumplida”, sin mencionar la destrucción de los aparatos no tripulados. “El mensaje ha sido entregado”, aseguraba en su comunicado.
El nuevo primer ministro en funciones de Israel, Yair Lapid, acusó al día siguiente a Hezbolá de “socavar la capacidad de Líbano de alcanzar un acuerdo sobre la frontera marítima”. El martes, antes de volar a París para reunirse con el presidente Emmanuel Macron, Lapid advirtió: “El Gobierno libanés debe mantener bajo control a Hezbolá, o lo haremos nosotros”.
Sin relaciones diplomáticas, Israel y Líbano siguen técnicamente en guerra, pese a que las armas callaron en 2006, al término de un conflicto entre el ejército y Hezbolá que se cobró la vida de 1.200 libaneses y 165 israelíes. Son frecuentes los incidentes bélicos, sin embargo, en un escenario marcado por la tensión. Un general español está al mando de los 10.300 cascos azules de la ONU (de los que más de 600 son españoles) que supervisan la estabilidad en la conflictiva frontera.
Ambos países emprendieron a partir de 2020 negociaciones indirectas, bajo la mediación de EE UU y los auspicios de la ONU, para delimitar la divisoria marítima en sus zonas económicas exclusivas. Reanudadas las conversaciones en 2021 tras un bloqueo inicial, Israel y Líbano se disputan una franja de 860 kilómetros cuadrados en el corazón de las reservas de gas del Mediterráneo oriental.
La plataforma de extracción de Karish se sitúa fuera del área en litigio, según Israel, pero Beirut discrepa sobre la ubicación de otros yacimientos muy próximos. El incremento de la demanda de energía en Europa, que busca fuentes de suministro alternativas al gas de Rusia tras el estallido del conflicto en Ucrania, parece haber acelerado el proceso de perforación y bombeo. “Israel no va a permanecer sentado ante las repetidas amenazas”, enfatizó Lapid en su visita al Elíseo.
Alarma en una nueva era de ataques
La era de los drones ya ha amanecido en Oriente Próximo. Apenas dejan huella en el radar y son relativamente baratos. Lo mismo sirven para observar de lejos al enemigo que pueden estrellarse con varios kilos de explosivos contra un objetivo predeterminado con precisión. El pasado febrero, un dron de Hezbolá hizo saltar las alarmas tras penetrar en el espacio aéreo de Israel desde Líbano. Cazabombarderos y helicópteros fueron despachados con urgencia a su encuentro, mientras los interceptores del sistema defensivo Cúpula de Hierro surcaban el cielo de Galilea.
El partido-milicia proiraní aseguró tras la incursión que el avión no tripulado había regresado a su base “intacto”, después de haber alcanzado las orillas del lago Tiberiades, a unos 70 kilómetros de la Línea Azul, frontera no oficial entre ambos países. “Hemos estado fabricando drones en Líbano [...] con expertos de la República Islámica de Irán”, advirtió entonces Nasralá en un mensaje televisado.
Pocos días después, seis drones israelíes atacaron una base de aviones no tripulados en el este de Irán, según reveló el diario Haaretz, donde destruyeron cientos de aparatos, de acuerdo con la información del canal libanés Al Mayadin, vinculado a la comunidad chií. Las acciones de los drones cobran cada vez mayor relevancia estratégica. Israel llegó a atacar en 2019 con dos aviones suicidas cargados con explosivos una sede de Hezbolá en Beirut para destruir materiales para la fabricación de misiles. Y ante los jefes de la diplomacia de EE UU y de cuatro países árabes reunidos en marzo pasado en la Conferencia del Negev, embrión de una alianza militar regional, el Gobierno israelí reveló que su aviación había derribado en 2021, “sobre el espacio aéreo de un país vecino”, drones iraníes que transportaban armamento para Hamás en la franja de Gaza.
“Pese a la consigna de ‘misión cumplida’ lanzada por la maquinaria de propaganda de guerra de Hezbolá, la operación (contra el yacimiento Karish) no ha sorprendido con la guardia bajada a Israel, que ha logrado un éxito operativo”, concluye el exgeneral Amos Aydin, analista militar y exdirector de los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas. Al revés sufrido por sus drones en el Mediterráneo, el partido-milicia proiraní tiene que añadir ahora la reprobación y la censura del Gobierno de Líbano.
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