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En grupo y organizados por las redes sociales: así es la ola de robos relámpago que aterroriza a San Francisco

Las autoridades notan con preocupación un patrón de turbas organizadas para saquear comercios

Luis Pablo Beauregard
La tienda de Louis Vuitton en Union Square cerrada en San Francisco
La tienda de Louis Vuitton en Union Square fue cerrada tras el saqueo de decenas de ladrones registrado el domingo.Danielle Echeverria (AP)

La zona metropolitana de San Francisco vive una severa crisis de inseguridad. La enfermedad mostró el fin de semana pasado uno de los síntomas más preocupantes cuando decenas de personas asaltaron comercios de lujo y dispensarios de marihuana en cinco ciudades de la región, famosa por ser la cuna del pacifismo de los sesenta y meca de las tecnológicas. Union Square, el corazón de esta urbe californiana, ha recibido un duro golpe criminal. Las boutiques de las marcas más exclusivas han cerrado sus puertas esta semana después de haber sido saqueadas. Las que han abierto se encuentran resguardadas por patrullas de la policía. En la mente de muchos dependientes se repite un mismo temor. Esto volverá a suceder más pronto que tarde.

“Es simplemente inaceptable”, calificó la situación Gavin Newsom, el gobernador de California. El mandatario visitó San Francisco esta semana y confesó a la prensa que la tienda en la ciudad de la empresa de vinos y licores de la que es dueño, PlumpJack, ha sufrido tres intentos de robo este año. Newsom, que gobernó San Francisco entre 2004 y 2010, ha prometido una mejor coordinación entre las autoridades y el apoyo de una fuerza de apoyo especial para luchar contra las bandas de atracadores que llevan meses saqueando comercios en esta ciudad y en las localidades de Walnut Creek, San José, Hayward y Oakland.

San Francisco tiene históricamente uno de los índices más altos de robo a comercios dentro de California. El promedio estatal era, antes de la pandemia, de unos 2.000 por cada 100.000 habitantes. El de la ciudad se encontraba arriba de los 4.000. En la región se mezclan las inmensas fortunas de las tecnológicas con la miseria de los sin techo, un fenómeno que no retrocede a pesar del avance de la urbe. Los comerciantes han desarrollado una alta tolerancia a este tipo de robos, pero los empresarios y las autoridades han notado con preocupación un patrón que no se había visto previamente.

Decenas de personas se organizan a través de las redes sociales y eligen el sitio donde darán el golpe. Este llega con forma de una turba armada con barras y martillos, con los que se rompen ventanas y escaparates. Entra un ciclón donde cada persona toma lo que puede en pocos segundos, metiendo el botín en bolsas de basura. A la salida de las tiendas los esperan coches que huyen rápidamente.

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“Tenemos información de que es un colectivo de personas, varios grupos que unen esfuerzos por aplicaciones de redes sociales para cometer estos atracos”, explicó el jefe de policía de San Francisco, LeRonne Armstrong. Ninguna de las empresas afectadas han dado a conocer el monto del motín robado, pero se presume que es de varios miles de dólares.

El sábado fueron unos 80 asaltantes enmascarados los que irrumpieron en la tienda departamental Nordstrom en Walnut Creek, en el este de San Francisco. No pasaron del primer piso antes de huir en 25 automóviles. Un día antes, había sido el turno de la boutique de Louis Vuitton en Union Square, donde llegaron 40 personas. Una tienda de ropa en Oakland también fue saqueada por una treintena de vándalos. La fiscalía local ha iniciado un proceso criminal solo contra nueve personas detenidas. Una ley local hace más difícil el combate a este tipo de delito, ya que considera grave el hurto si el monto de lo robado supera los 950 dólares.

“Ni siquiera lo calificaría de crimen organizado, eso fue terrorismo doméstico”, dijo Rachel Michelin, presidenta de la Asociación de Minoristas de California a la cadena local de Fox tras la ola de asaltos sufrida el fin de semana.

Aunque parte de estas conductas pueden describirse como gamberradas, la policía ha alertado que algunos grupos operan con una abierta hostilidad ante las autoridades. El jefe de policía de Oakland explicó esta semana que los ladrones dispararon en más de 170 ocasiones el viernes 19 de noviembre cuando fueron encarados por agentes para impedir que entraran a la fuerza a vaciar dispensarios de marihuana.

La preocupación ha dado paso al escándalo. Recientemente, se hizo público un video donde una patrulla de policía observa, sin hacer nada, cómo tres asaltantes, que no estaban armados, huyen segundos después de salir de una tienda con bolsas llenas de mercancía. El material grabado por una cámara de seguridad ha encendido los ánimos en una comunidad que busca explicaciones en medio de esta ola alimentada en 2021 tras la reapertura gradual de los comercios tras los cierres obligados por la pandemia.

Algunas grandes cadenas se han quejado públicamente de la situación, que se vive desde hace meses. El imperio de farmacias Walgreens informó este año que echaría el cierre definitivo de cinco tiendas en San Francisco por el incremento de robos. Su competencia, CVS, ha señalado que, a nivel nacional, registran un aumento de 300% de hurtos dentro de sus tiendas desde el inicio de la pandemia, lo que le genera pérdidas por 200 millones de dólares (un 0,1% de las ganancias anuales). Target, el gigante del menudeo en Estados Unidos, también redujo las horas de operación en cinco tiendas de la ciudad en un esfuerzo por frenar la sangría. “En los últimos meses, hemos experimentado un significativo y alarmante incremento de robos y de incidentes de seguridad en nuestras tiendas de San Francisco”, informó una portavoz. El mensaje tenía un timbre de alerta justo cuando Estados Unidos se adentra en la temporada navideña.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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