Una tripulación internacional con un objetivo común: salvar vidas
A bordo del ‘Geo Barents’ se habla una docena de idiomas. Una matrona japonesa, una enfermera de urgencias británica, un exmilitar danés, un buzo español o un mediador cultural palestino forman parte de un equipo diverso bien engrasado que se complementa en esta difícil labor
Para algunos es su primera misión, otros aportan la experiencia de una larga trayectoria en Médicos Sin Fronteras en misiones por todo el mundo, pero los 19 miembros de la tripulación de la ONG médico-humanitaria (cinco médicos, una asesora, un mediador cultural, una oficial de derechos humanos, una encargada de prensa, un responsable de logística, la jefa de la misión y ocho rescatistas) a bordo del Geo Barents comparten un objetivo: salvar vidas en el Mediterráneo. Estos son algunos miembros del equipo:
“Hice enfermería porque quería participar en trabajo humanitario”
Al frente de la misión está Barbara Deck, una canadiense de 33 años, que el año pasado fue también directora de proyecto a bordo del Sea Watch 4. Anteriormente estuvo encargada del equipo médico en el barco de salvamento Ocean Viking y otras misiones. Comenzó a trabajar para médicos sin fronteras en 2016 como enferma pediatra, ha hecho varias misiones en Sudán del Sur y Siria. A bordo se encarga de informar al equipo todos los días a las 8.30 de la situación del barco, las últimas novedades sobre las alertas y la organización del día. Ha combinado su carrera profesional con su deseo de ayudar a los demás. “Me metí como enfermera porque quería participar en trabajo humanitario, miré diferentes formas. Siempre he tenido pasión por la ciencia y por ayudar a la gente, así que busqué como unirlas y empecé a estudiar enfermería con la idea de sumarme a Médicos Sin Fronteras”.
“Hay que poner acciones a tus palabras”
Una foto cambió la vida del francés Philippe Juliany. Un hombre africano está en el agua y extiende la mano hacia la de un rescatista que está de espaldas. El agua está movida y parece que esté haciendo un gran esfuerzo por mantener la cabeza fuera mientras trata de aproximarse al rescatista. La distancia que hay entre sus manos es una metáfora de la vida y la muerte. “Esta foto me cambió la vida, por eso estoy aquí”, asegura. En 2016, después de vivir seis años en Madagascar, al volver a Europa decidió que quería implicarse en hacer algo por para evitar situaciones que consideraba injustas. “Si quieres poner acciones a tus palabras tienes que hacerlo”, asegura Juliany, que decidió tomar un curso en la Universidad de Lyon y prepararse para entrar en MSF, organización para la que ha trabajado también en Afganistán, en Congo y en África Central. Juliany, de 54 años, está a cargo de la logística en el Geo Barents, con amabilidad y diligencia se asegura de que todo está a punto y en su sitio. Además, tiene un papel destacado cuando llegan los rescatados a cubierta porque encargado de dar las directrices en la cubierta una vez que están a bordo. “Bienvenue mon amie”, saluda a los migrantes cuando llegan mientras les ayuda a quitarse el chaleco. Es una persona cercana que charla de forma distendida con los migrantes más jóvenes procedentes de Malí, de Costa de Marfil o Guinea Conakry.
“Parte de mí quiere marcar la diferencia”
Con una larga carrera como especialista de búsqueda y rescate, técnico de emergencias médicas, bombero y con experiencia en el Ejército danés, Thomas Olufson, de 40 años, participa por primera vez en una misión de Médicos Sin Fronteras. Era una experiencia que quería tener desde hace tiempo y se ha dado la posibilidad tomando un permiso laboral. “Parte de mi corazón quiere marcar la diferencia suena muy tópico, pero es verdad”, asegura. “Siempre he querido ayudar a la gente, hay muchas formas de hacerlo, pero siempre he encontrado la parte de ayuda humanitaria muy interesante”. Desde 2007, Olufson ha trabajado en varios proyectos para la ONU, ha realizado varias misiones en Sudán del Sur, en Uganda y Etiopía, donde ha tenido diferentes papeles en el área de seguridad y logística. Asegura que su trabajo le ha dado “muchas experiencias personales”. Ha sido capacitador en Irak, Afganistán, Líbano, Jordania, Nigeria y África Occidental. Además de hablar inglés y danés, de su experiencia en África tiene nociones de suajili.
“Me gusta estar donde mi trabajo es necesario”
Esta no es la primera misión para Silvia Kennedy, la enfermera del barco. Cuando se puso en marcha la operación del Geo Barents estaba trabajando en Inglaterra para MSF con pacientes con covid-19 y cuando le ofrecieron la oportunidad de volver al Mediterráneo no se lo pensó. “Me gusta estar donde mi trabajo es necesario”, asegura. Su misión es hacer un primer análisis de la situación médica, para avisar si hay alguna persona inconsciente, herida o embarazada. Con su radio llama a la responsable médica que espera en el barco para que se vayan preparando, por eso cuanto más detallada pueda dar la información mejor. Mientras, en el Geo Barents se prepara el resto del equipo para atender a los pacientes. Kennedy, enfermera de urgencias en el Reino Unido, ha participado en otras misiones de búsqueda y rescate con el barco Aquarius. También ha trabajado con MSF en Myanmar y Sudán del Sur. La primera vez que participó en un rescate en el mar y vio a un montón de gente en una embarcación de madera pensó en lo pequeña que se veía en la inmensidad del mar y el peligro el que se habían expuesto. “Cuán desesperados deben estar por salir de Libia para ponerse en una posición donde la muerte es una alta posibilidad”.
“Quiero hacer algo por el bien común y esto me lo da”
Para Ángel Lizama Sierra, un valenciano de 21 años, ha sido su primera misión. Se siente a gusto con una tripulación internacional y un trabajo tan diferente. Anteriormente ha trabajado como buzo y en los astilleros de Mallorca. Sabía que le tocaría enfrentarse a situaciones duras en los rescates, pero también que iba a ser una experiencia vital. “A raíz de esto quiero afrontar mi vida hacia algo que no sea monótono, relacionado con cooperación con ayudar a los demás, algo que te haga sentirte realizado con lo que haces, ver que hago algo por el bien común, y esto me lo da”. No le importa las horas de trabajo haciendo guardia o los madrugones para las vigilancias en el puente de mando. “Lo jodido es ver cosas que no son agradables de ver”. Recuerda el rescate fortuito que hizo el Geo Barents el primer día en el Mediterráneo, a la altura de Algeciras: “Tres chavales intentando cruzar el estrecho [de Gibraltar] a nado eso te hace pensar en qué situación puede estar esta gente”.
“Atendí un parto en mi primera misión”
Marina Kojima, la matrona de la expedición trabajaba en un hospital en Japón cuando decidió que quería un cambio y empezó su experiencia con Médicos Sin Fronteras en 2014. Su primera misión en un barco de rescate fue a bordo del Aquarius en 2016, también participó en las misiones del Ocean Viking (2019), junto a la ONG SOS Mediterranée, estuvo a bordo del Sea Watch 4 (2020), del Open Arms (2020) y ahora con el Geo Barents. Es la responsable de la clínica para atender a las mujeres embarazadas, un antiguo almacén que ha decorado con animales y pegatinas de Pepa Pig. “Habitualmente tenemos alguna mujer embarazada, aunque últimamente menos comparado con 2016”, señala. Ahora las mujeres y los niños representan aproximadamente el 10% de los migrantes que cruzan en bote, mientras que en las épocas de mayor afluencia eran un tercio. Cuando comenzó con MSF le parecía raro que hubiera una matrona a bordo de un barco, pensó que quizá sería un puesto para atender a las mujeres en la costa una vez que llegaran a puerto, pero no fue así: “En mi primera rotación en el Aquarius atendí un parto”. Recuerda que fue una mujer nigeriana que fue rescatada por la noche, viajaba con un centenar de personas en un barco de madera y era la única mujer que hablaba inglés, el resto de los pasajeros hablaban francés. El parto duró varias horas y nació un niño llamado Favor. “El nombre es porque cuando la mujer estaba en Libia, ya embarazada, los traficantes la separaron de su marido. Ella quiso embarcarse en uno de estos botes y le dijo al traficante que estaba embarazada que no tenía dinero, pero que por favor la dejara subir. Aceptó y por eso el niño se llama así”, cuenta.
Salah Dasuki, el refugiado sirio que vuelve al mar como mediador cultural
En 2016, apenas unos años de que escapara de Siria y lograra el estatus de refugiado en Noruega, Salah Dasuki participó en la misión del Dignity I. Desde entonces no había podido volver a colaborar con MSF hasta esta misión en la que ha desempeñado un papel fundamental. Sabe en primera persona lo que es ser refugiado por eso quiere estar ahí, en primera línea. “He pasado por la misma experiencia porque cuando llegué a Noruega también llegué de una manera ilegal, como inmigrante ilegal como lo llaman. Mi familia igual. Cuando mi familia llegó a Europa en 2015 vinieron en una lancha de Turquía a Grecia y luego cruzaron las fronteras andando, como fuera, hasta que llegaron a Alemania. En aquel momento cada segundo esperaba que alguien les encontrara y les ayudara”. Dasuki, Licenciado en Económicas, había trabajado con la ONU en Siria con los refugiados de Palestina, origen de su familia. A bordo del Geo Barents vuelve a tener el papel de mediador cultural. Se ha dejado la piel hablando en árabe con cientos de migrantes con infinitas preguntas. Ha sido aplaudido, abrazado. Ha tenido que calmar los ánimos a bordo y lidiar en su lengua con la Guardia Costera libia. Siempre tranquilo, siempre paciente. Durante la travesía cumplió 36 años. Su vida ha cambiado en estos cinco años “algunas cosas para bien, otras no tanto”, pero sigue teniendo claro cuál su propósito: “Quiero estar ahí donde la gente nos necesita, no solo a mí como Salah, sino que necesitan ayuda. Eso es lo que realmente quiero”.
“La vida es muy diferente depende de dónde nazcas”
David Molina lleva una década trabajando para Cruz Roja, primero como voluntario y luego como socorrista y coordinador de la gestión de playas en Cataluña. Aunque lleva años ayudando a otras personas decidió embarcarse en el Geo Barents por “las ganas de cambiar de aires, de hacer algo diferente y de aprender” y con la intención de “hacer el sitio donde uno vive un poco mejor”. Molina, que forma parte del equipo de salvamento, ha estado en primera línea en los rescates a bordo de las lanchas rápidas y seguirá durante los seis meses de misión del barco. Una vez finalizados los primeros rescates, como el resto del equipo, ha participado en las guardias en la cubierta pendiente de los supervivientes, donde recuerda sus conversaciones con Omar, un químico sirio que quería llegar a Europa para estudiar un máster y enviar dinero a su madre y hermana pequeña que se quedaron en su país. “Pero había otras 409 historias”, recuerda en referencia al resto de supervivientes. “La vida es muy diferente depende de dónde nazcas”, reflexiona.
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