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Navalni inicia una huelga de hambre en prisión para exigir atención médica

El opositor ruso, que se queja de un agravamiento de sus dolencias, insinúa que podría estar siendo envenenado de nuevo en el penal donde está preso

María R. Sahuquillo
El opositor Alexéi Navalni, en el Tribunal Municipal de Moscú, el pasado 20 de febrero.
El opositor Alexéi Navalni, en el Tribunal Municipal de Moscú, el pasado 20 de febrero.MAXIM SHEMETOV (Reuters)

Alexéi Navalni, el crítico más feroz contra el presidente ruso, Vladímir Putin, ha iniciado una huelga de hambre en prisión. El destacado opositor, condenado el pasado febrero en un polémico caso antiguo, exige que las autoridades le presten atención sanitaria adecuada. Navalni se recuperó en Alemania de un envenenamiento grave sufrido el pasado agosto en Siberia del que acusa directamente al Kremlin, y ha contado que sufre de fuertes dolores de espalda y que el entumecimiento que comenzó a padecer en una pierna se ha extendido ya a las dos. Eso le hace tener dudas sobre las causas de su dolencia, dice en un escrito al director del penal de este miércoles, en el que se lee entre líneas que puede temer estar siendo envenenado de nuevo.

El opositor acusa a las autoridades de contribuir al deterioro de su salud sometiéndole a la “tortura” de la privación del sueño: los guardas del penal le despiertan cada hora para comprobar que no ha huido, ya que está considerado como un caso de riesgo de fuga, aunque regresó voluntariamente a Moscú desde Berlín en enero y pese a saber que con toda probabilidad sería arrestado y procesado.

Navalni sospecha del recrudecimiento de sus problemas físicos, y recuerda que el verano pasado sufrió un gravísimo ataque con una neurotoxina de uso militar. Una sustancia que investigadores alemanes, franceses, suecos y de la Organización para el Control de las Armas Químicas (OPAQ) identificaron después como de la familia Novichok, diseñada en la antigua Unión Soviética y la misma que la inteligencia rusa usó contra el exespía ruso Serguéi Skripal en suelo británico en 2018, según el Reino Unido. “Teniendo en cuenta que los oficiales del FSB [el servicio de inteligencia estatal, heredero del KGB] recientemente intentaron matarme con armas químicas, pero que la medicina estatal lo declaró un trastorno metabólico, me atormentan dudas sobre las causas de mi enfermedad y las perspectivas de recuperación”, dice en su escrito al director de la colonia penal de Pokrov, publicado en su cuenta de Instagram por su equipo.

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El Kremlin, señalado por la Unión Europea y Estados Unidos por el envenenamiento de Navalni ―resaltan que los agentes de inteligencia rusos seguían y vigilaban al opositor―, niega cualquier papel en el ataque del pasado verano. El portavoz del presidente Putin, Dmitri Peskov, señaló hace unos días también que la medida de despertar a Navalni cada hora para verificar su estado y que deriva en una privación del sueño que el opositor considera tortura, es una medida normal de disciplina y control de la colonia penal.

En un pequeño comentario en la red social, que demuestra una vez más que es difícil sofocar la voz del opositor, Navalni explica que no le quedó más remedio que protestar privándose de alimentos (en Rusia se diferencia entre la “huelga de hambre”, en la que se puede beber agua, y “huelga de hambre seca”, que supone la privación total). “¿Por qué los presos hacen huelga de hambre?”, apunta. “Esta pregunta solo preocupa a quienes no fueron prisioneros. Todo parece complicado desde fuera. Pero, desde dentro, todo es simple: no tienes otros métodos de lucha”, dice el activista, que reclama la visita de un médico externo al penal y que afirma temer que los problemas de las piernas se agraven tanto que tengan que amputárselas. Apenas puede caminar, dice. “Ahora estoy acostado aquí, hambriento, pero todavía con dos piernas”, dice desde la colonia penal IK-2 de la región de Vladímir (a unos 100 kilómetros de Moscú).

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El Servicio Penitenciario Federal en la región de Vladímir, que la semana pasada evaluó el estado del opositor como “estable, satisfactorio”, asegura que el opositor ha recibido la asistencia médica necesaria, niega que se esté privando del sueño a Navalni deliberadamente y remarca que la supervisión de los condenados se hace de acuerdo con la ley y se aplica “a todos los condenados”, según una nota recogida por la agencia Interfax.

También el vicepresidente de la Comisión de Monitoreo Público de la misma región, Vladímir Grigoryan, ha negado cualquier maltrato y ha dicho que el opositor está “simulando” problemas de salud. Navalni, de 44 años, se ha quejado reiteradamente de que las autoridades del penal solo le han dado analgésicos básicos y un ungüento para la espalda y las piernas, y que se han negado a aceptar los medicamentos que su médico le había recetado anteriormente. El opositor estuvo en coma más de 20 días tras el envenenamiento y fue tratado en un hospital de Berlín. Tuvo que estar varios meses haciendo tratamientos de rehabilitación para volver a caminar. Sus síntomas neurológicos, ha contado en varias entrevistas, fueron muy duros.

El caso de Alexéi Navalni, que fue condenado el pasado febrero por incumplir la libertad condicional (por estar en Alemania) de una sentencia antigua por fraude que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya consideró en 2017 arbitraria e injusta, ha tensado todavía más las relaciones entre Rusia y Occidente. El opositor, recluido en una colonia penal considerada de las más severas del país y conocida por someter a los presos a aislamiento psicológico, tendrá que cumplir dos años y ocho meses de prisión. Ahora, el inicio de la huelga de hambre de Navalni supone otro elemento de escalada y podría reactivar las movilizaciones en apoyo al activista, que en enero derivaron en las mayores protestas en Rusia en una década y se saldaron con la dura represión de las autoridades.

El martes por la noche, en una videollamada con Putin, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, le señalaron la necesidad de que Rusia proteja la salud del destacado opositor y respete sus derechos, según el comunicado francés. El Kremlin, que suele evitar a toda costa mencionar al activista anticorrupción Navalni e incluso escribir su nombre, asegura en su nota sobre la llamada ―en la que se habló de varios temas, desde la vacuna Sputnik V, hasta la situación en Ucrania, Bielorrusia o Siria— que el líder ruso ofreció a sus homólogos una “explicación objetiva” sobre “A. Navalni”.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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