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Muere Raffaele Cutolo, el gran capo de la mafia napolitana

El fundador de la Nueva Camorra Organizada llevaba décadas en prisión y su sombra planeó sobre grandes crímenes como el de Aldo Moro

Daniel Verdú
Raffaele Cutolo
Raffaele Cutolo, en un calabozo de Nápoles, en 1983.IPA (IPA/Sipa USA / Cordon Press)

Raffaele Cutolo fue el mayor capo de la camorra napolitana, una mafia fragmentada y callejera que nunca ha querido tener un solo jefe. Un apóstol de la vanguardia del crimen que quiso innovar y plantar cara a la hegemonía de la Cosa Nostra, pero que se pasó media vida en prisión por ello sin perder ni un ápice de su poder. Cutolo ha muerto a las 20.21 del miércoles en la sección hospitalaria de la cárcel de máxima seguridad de Parma. Exactamente en el mismo lugar donde lo hizo Totó Riina, el gran jefe de la Cosa Nostra, en noviembre de 2017. Tenía 79 años y era el preso más anciano y longevo bajo el 41 bis -el severo régimen carcelario de aislamiento aplicado a los mafiosos en Italia-. Llevaba en la cárcel desde 1979, cuando fue detenido en la provincia de Salento. Fue el fundador de la llamada Nueva Camorra Napolitana (NCO) y uno de los delincuentes más influyentes, pese a que ingresó en prisión con solo 22 años. Su sombra planeó incluso en homicidios como el del ex primer ministro italiano, Aldo Moro. Nunca más vio la luz del sol. Pero jamás se arrepintió y hasta no hace mucho seguía manteniendo cierta influencia entre los clanes de Nápoles.

Cutolo, apodado Il Professore por su afición a leer y a escribir en la cárcel -rara en el presidio napolitano de Poggioreale- impulsó desde el pueblo de Ottaviano, en la falda del Vesubio, una corriente que bien podría haber representado el mayo del 68 de la Camorra. La fundación de una nueva ola a mediados de los años setenta basada en la estructura piramidal de la Cosa Nostra que cambió todas las reglas. Cutolo se inspiró en la Bella Società Riformata, una organización napolitana del siglo XIX y en la fraternidad de la Garduna, una asociación criminal española del siglo XVII (muchos de los mitos de la tres grandes mafias italianas proceden de España). La idea era poder hacer frente a la descomunal fuerza de la Cosa Nostra. A principios de los ochenta, gracias a su implantación y dinámica de servidumbres en la cárcel napolitana de Poggioreale, ya tenía alrededor de 10.000 afiliados.

La NCO desató una tormenta de plomo y sangre en los ochenta para hacerse con el control de la región y de los grandes negocios criminales de Italia. Nápoles se sumía en una crisis económica tremenda, Maradona aterrizaba en la ciudad y el mundo miraba hacia la falda del Vesubio. Pero Cutolo se disputaba el control de todos los negocios en los márgenes de la ley con una recién nacida facción llamada Nueva Familia, que terminó derrotando a sus predecesores a costa de un reguero de sangre y más de un centenar de cadáveres en plena calle. El cineasta Giuseppe Tornatore se inspiró en él para rodar la película Il camorrista, inspirada en el libro del periodista Giuseppe Marrazzo. Pero también remitían a él los ecos de Don Raffae’, la legendaria canción de Fabrizio D’André.

Cutolo es el ejemplo perfecto de la principal regla criminal de la calle: a quién hierro mata, a hierro muere. Condenado a repetidas cadenas perpetuas, cometió su primer homicidio en 1963, cuando mató a un joven en una pelea para defender el honor de su hermana Rosetta. Años más tarde, en 1991, su hijo Roberto fue asesinado en una reyerta en Tradate, en la provincia de Carese. Obsesionado con esa pérdida, y recluiido en el régimen carcelario más severo, logró volver a ser padre en 2007 por segunda vez gracias a la inseminación artificial desde prisión (ahí se casó sin poder tener contacto con Immacolata Iacone).

Cutolo es una de esas bisagras entre el mundo político y el universo criminal que abundan en Italia. También con otras organizaciones mafiosas como la romana Banda della Magliana. Desde su celda de máxima seguridad, vigilado constantemente, día y noche, continuó impartiendo doctrina criminal a todo su ejército. Su poder era tan grande que cuando las Brigadas Rojas secuestraron a Ciro Cirillo, uno de los personajes políticos de la Democracia Cristiana napolitana, para obtener su liberación, se presentaron en la cárcel de Cutolo varios personajes de los servicios secretos. También se dice que algún ministro. Todo ha sido negado oficialmente. Pero Ciro Cirillo fue liberado. El precio de 600.000 euros, se dijo entonces, pudo ser dividido entre las Brigadas y la familia de Cutolo. Lo mismo, aseguró, podría haber hecho con Aldo Moro. “Pude salvarle”, dijo a la Fiscalía. “Pero los políticos me dijeron que no convenía”.

La pérdida de poder de Cutolo dio lugar a toda una estirpe de nuevos capos camorristas, a la creación del Sistema, la nueva estrella polar de la Camorra (3.000 muertos, entre delincuentes y balas perdidas, en 25 años). Hoy la organización está extremadamente fragmentada y es difícil establecer un vértice como el que representó Cutolo. Un enjambre de adolescentes a bordo de scooters se disputan el control del centro de la ciudad. Ni siquiera en eso, se quejan los coetáneos del fundador de la NCO, se respetan ya los códigos.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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