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Jóvenes artistas cubanos piden libertad de expresión y diálogo

Decenas de personas se congregan para reclamar el cese del hostigamiento a quienes piensan diferente tras la protesta del Movimiento San Isidro

Un grupo de artistas e intelectuales se congrega frente al Ministerio de Cultura en La Habana, este viernes.Foto: AFP | Vídeo: Yamil Lage

Cuatro horas antes de que el pasado 26 de noviembre la policía cubana desalojara por la fuerza de una casa de La Habana Vieja a una quincena de artistas contestatarios y activistas políticos, integrantes del llamado Movimiento San Isidro, cinco de ellos en huelga de hambre en demanda de la liberación de un rapero condenado a ocho meses de cárcel por desacato, comenzaba en La Habana un encuentro de la revista Temas. La publicación, que el último jueves de cada mes organiza discusiones sobre diferentes asuntos sociales, había elegido para esta ocasión un panel de título ¿Una sociedad más democrática que sus organizaciones? Participaron académicos, funcionarios comunistas, miembros del clero, periodistas e intelectuales, y uno de los asuntos tratados fue si en una organización puede existir democracia sin espacios de debate consolidados y tolerancia para las minorías que piensan y se expresan diferente.

Mientras este encuentro se celebraba y los panelistas intercambiaban opiniones sobre la necesidad de que la sociedad cubana avance en su democratización, en el barrio de San Isidro estaba a punto de ocurrir la entrada de la policía en la sede del movimiento del mismo nombre. El operativo policial fue justificado por las autoridades con el argumento de que uno de los integrantes de la protesta había violado los protocolos sanitarios establecidos para enfrentar la epidemia de la covid-19, lo que representaba un riesgo para la salud de otras personas.

Lo sucedido desencadenó una situación inédita en Cuba. De forma espontánea, decenas de jóvenes artistas plásticos, cineastas y representantes del mundo de la cultura, se congregaron el viernes por la mañana a las puertas del Ministerio de Cultura para demandar un diálogo al más alto nivel, reclamando la excarcelación del rapero Denis Solís y pidiendo libertad de expresión, creación y cese del hostigamiento contra quienes disienten.

A la protesta fue sumándose más y más gente a lo largo del día sin incidentes con la policía, llegando a ser cientos de personas al caer la noche, cuando acudieron en su apoyo dos nombres importantes de la cultura cubana, el director de cine Fernando Pérez (La vida es silbar, Suite Habana) y el actor Jorge Perugorría (famoso por su papel en Fresa y Chocolate). Al llegar al lugar donde los jóvenes llevaban horas esperando, Fernando Pérez se dirigió a los manifestantes: ”Estamos aquí para decirles que les reciban, que esto va a ser el inicio de un nuevo lenguaje que le hace falta a la cultura cubana”.

Perugorría aseguró, por su parte, que era “la hora del diálogo”. Aunque ninguno de los dos participó en el encuentro del día anterior de la revista Temas, probablemente les hubiera gustado escuchar algunos de los argumentos esgrimidos en esa discusión, que en cierto modo tienen que ver con lo ocurrido en las últimas horas y con déficits que, según Pérez y otros intelectuales, tendrían que haberse resuelto ya en Cuba. “Hay dos conceptos fundamentales para que haya democracia en las organizaciones: uno es la deliberación y otro la tolerancia”, dijo en el evento de Temas el presidente de la sección de Literatura Histórico-Social de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, Carlos Alzugaray. Definió deliberación “como el proceso de argumentar una política determinada antes de tomar una decisión o de elegir un camino a seguir”, y opinó que si no existe auténtica cultura de debate y garantías para que este se produzca, “la gente tiene temor a decir cosas controversiales y se calla la boca”.

Sobre la tolerancia, Alzugaray aseguró que debe existir “ante cualquier idea y planteamiento, por descabellado que sea”, e “implica la aceptación de las minorías; las minorías forman parte del proceso y no deben ser excluidas porque tengan una opinión minoritaria”.

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Ante el Ministerio de Cultura, 24 horas después, los jóvenes reclamaban algo similar: tolerancia, libertad de expresión, debate. Finalmente, un grupo de 30 personas, incluidos artistas críticos, como Tania Bruguera, o la periodista Katherine Bisquet, miembro del Movimiento San Isidro y hasta el jueves en huelga de hambre, fueron recibidos por el viceministro de Cultura, Fernando Rojas. La reunión duró cuatro horas y a la salida el grupo dijo que la parte oficial se había comprometido “a abrir un canal de diálogo” con los jóvenes creadores y artistas independientes que demandan poder expresarse y crear “sin ser hostigados y criminalizados”, además de asegurar los funcionarios que se “interesarían” por la situación del rapero encarcelado Denis Solís y por Luis Manuel Alcántara, otro de los que hizo huelga de hambre y cuyo estado de salud era delicado.

Sobre la tarde de este viernes, en las redes sociales se producía un ardiente debate motivado por lo ocurrido en el barrio de San Isidro. Defensores del Gobierno argumentaban que los miembros del movimiento respondían a los intereses y manipulaciones de los sectores anticastristas de Miami y de la Administración Trump, y que su modus operandi era el de siempre: primero un incidente provocado, acompañado del seguimiento de la prensa extranjera y, después, la legitimación diplomática proporcionada por las embajadas extranjeras.

Otros artistas cubanos salieron a defender el derecho a la libertad de expresión y al disenso, más allá de sus opiniones específicas sobre el movimiento y sus integrantes. Lo hicieron los cantantes Haydee Milanés, Leoni Torres o el trovador Carlos Varela, que señaló que “ser crítico en la sociedad en la que uno vive tiene que ser un derecho intocable”. “Si a todos los que tengan ideas críticas, opuestas y diferentes los amenazan, agreden, censuran, regulan y encierran, entonces terminaremos presos de conciencia muchos millones de habitantes”. El autor de canciones como Guillermo Tell y La política no cabe en la azucarera, sentenció: “Que un pueblo haga silencio no significa que no piense. No se puede seguir cortándole las alas a la libertad de expresión y la libertad de pensamiento”.

Después de una noche intensa, Fernando Pérez, que asistió a la reunión junto a Perugorría, comenta a EL PAÍS: “Lo sucedido es importante, porque refleja la necesidad de gran parte de los jóvenes creadores de ser escuchados y de que no se les margine en sus posibilidades creativas y participativas. La reunión transcurrió con mucho respeto, todos pudieron expresarse, pedir que no se les hostigue por su forma de pensar o crear, y salió una agenda para continuar el debate sobre estos temas con las instituciones de forma estable”. A juicio de Pérez, de lo que se trata, es de “abrir espacios a una Cuba más plural, inclusiva” de quienes sienten que no tienen voz. Lo que vio, dice, le alienta a pensar que “hay una posibilidad de cambio”.

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