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El Movimiento 5 Estrellas reniega del legado populista

La formación, sin grupo en la Unión Europea y en plena caída en Italia, busca una nueva transformación que le permita estabilizarse

El cómico Beppe Grillo, fundador del M5S, habla con Luigi Di maio, ministro de Exteriores y último líder del partido, en Roma, este septiembre.
El cómico Beppe Grillo, fundador del M5S, habla con Luigi Di maio, ministro de Exteriores y último líder del partido, en Roma, este septiembre.RICCARDO ANTIMIANI (EFE)
Daniel Verdú

El Movimiento 5 Estrellas (M5S) nació justo hace 11 años como una respuesta popular al berlusconismo, al establishment político y económico y a la corrupción. Eran los años de la gran recesión y sus fundadores, el cómico Beppe Grillo y un empresario de la comunicación, Gianroberto Casaleggio, encontraron raíces en el periodo de Tangentopoli, el enorme caso de corrupción que liquidó la llamada Primera República y que alumbró a héroes populares como el fiscal Antonio Di Pietro. Disparaban contra Europa, gritaban fuera de los palacios y admitían en su opaco seno a militantes y dirigentes de derechas y de izquierdas que apostaron a un futuro de la democracia en la Red. El M5S se convirtió en un misil electoral que asaltó el poder el 4 de marzo de 2018, cuando arrasaron en las elecciones con un 33% de los votos. Hoy, sin embargo, la misma indefinición y falta de anclaje en el territorio se ha vuelto contra un partido instalado desde hace más de dos años en la torre de mando de Italia.

El pasado fin de semana el M5S convocó sus Estados Generales. Una reunión virtual para debatir su transformación y tumbarse en el diván político. La lista de problemas era larga. El M5S no tiene estructura en el territorio y se desangra cada vez que hay elecciones locales (no gobierna en ninguna región y está a un paso de perder Roma y Turín, las dos grandes capitales que conquistó hace 5 años); desde hace meses, cuando Luigi Di Maio —actual ministro de Exteriores— dimitió, carece de líder político; los electores de derechas se han ido casi todos a la Liga; no poseen grupo parlamentario en la Unión Europea y sus batallas internas desestabilizan al Gobierno, del que son socios mayoritarios. Su nivel de consenso, entretanto, ha pasado de aquel 33% al 15,9% que les atribuye el último sondeo de Ipsos para Il Corriere della Sera.

La transformación de una organización que logró colocar a un desconocido abogado llamado Giuseppe Conte como presidente del Gobierno es hoy una cuestión de vida o muerte, señala el politólogo Giovanni Orsina. “Los orígenes del movimiento se basaban en la oposición, en la protesta. Fiaron la parte constructiva de su propuesta al discurso de la democracia directa a través de la web. Pero ese experimento nunca terminó de funcionar y ellos son hoy un partido que gobierna y se alía con todos: justo lo contrario de lo que dijeron. La protesta se ha transformado en ambición de poder. Así que deben dotarse de estructura, porque las inestabilidades internas se convierten en debilidades del Gobierno”.

La idea de la democracia directa, articulada a través de un software creado especialmente para el M5S, sonaba mejor en los discursos que en la realidad. Todas las votaciones —referendos, elección de líderes políticos, propuestas de ley— se han gestionado en los últimos años a través de una opaca plataforma informática llamada Rousseau y controlada por Davide Casaleggio, el hijo de uno de los fundadores del partido que heredó por vía sanguínea la importante cuota de poder de su padre sobre la formación. La restringida lista de militantes que pueden votar (unos 130.000 sobre varios millones de votantes) no es pública y pertenece a la Casaleggio Associati. Un extraño caso de democracia privada del que se ha cansado ya casi todo el mundo en el M5S (menos el sector más populista, que lidera Alessandro Di Battista). “Se modificará el estatuto concediendo a Rousseau un contrato de servicio. Es decir, se podrá rescindir. Hasta ahora no era posible. La lista de inscritos pasará a manos del M5S”, señalan fuentes del partido.

El diputado Sergio Battelli, presidente de la comisión de Políticas de la UE en la Cámara, va más allá. “La plataforma pertenece a una asociación privada. No es rastreable ni democrática. Cuando hay una asociación así, que posee la plataforma y las reglas no están claras, ves que falla algo. La democracia directa debe permanecer, pero no gestionada por una asociación privada. El know-how de Rousseau debe pasar al M5S”, apunta sobre lo que se ha convertido en el núcleo de la disputa interna. Pero los cambios, imprescindibles para sobrevivir, también están pensados a escala Europea.

Las críticas a la UE, la amenaza de una posible salida del euro o la alianza con la Liga, uno de los partidos más beligerantes con la identidad comunitaria, quedarán atrás en esta nueva etapa. El M5S llegó a sentarse en la misma mesa política en Estrasburgo que la UKIP y Nigel Farage, pero después de muchos bandazos, el movimiento está hoy solo y busca familia: por motivos políticos, pero también económicos (el grupo mixto no recibe fondos para pagar consultores). Tras la negativa de los Verdes, alarmados por lo que consideraban una falta de democracia interna, solo quedan dos opciones: los liberales de Renew Europe —no tienen ningún partido italiano— y los socialistas, una opción que vería con buenos ojos el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, promotor de las alianzas en Italia entre el PD y el M5S.

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La eurodiputada Laura Ferrara, que participó activamente en los Estados Generales de la semana pasada, coincide en la urgencia de encontrar acomodo en una familia política europea. Las dos vías están abiertas y cree que hoy el M5S está más cerca de las posiciones de centroizquierda que le aproximarían al Partido Socialista, con quienes ya gobiernan en Italia. Pero en su mismo grupo de 14 eurodiputados, donde cuatro parlamentarios están al borde de la escisión y siguen insistiendo en la vía de los verdes, hay profundas divisiones en algunas cuestiones. “Estamos en las instituciones, y debemos cambiar las cosas, lograr resultados. Si no más vale seguir en la calle con los ciudadanos. Hay que mirar alrededor y ver qué hay y con quién se comparten más puntos programáticos para una alianza”, apunta respecto a la posibilidad de terminar en un grupo u otro.

El nivel de autocrítica ha crecido en los últimos meses. El movimiento, sin duda, ha madurado y se encamina a un nuevo formato todavía desconocido. Las mutaciones han sido constantes y se impone hoy en un amplio sector la idea freudiana de matar al padre (en este caso a los padres). Ilusiona la construcción de un partido que liquide el pensamiento uniforme y deje de acatar las directrices publicadas en un blog. El tiempo que lleve este proceso será clave para frenar la descomposición.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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