Macron llama a consultas a su embajador en Turquía después de que Erdogan cuestionara su salud mental
París achaca también a Ankara no haber condenado el atentado terrorista de Conflans-Sainte-Honorine
El tono duro entre París y Ankara no es nuevo. La reacción sí. Francia ha llamado a consultas a su embajador en Turquía, tras las “inaceptables” declaraciones de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, contra el mandatario francés, Emmanuel Macron, cuya “salud mental” ha cuestionado este fin de semana en hasta dos ocasiones. Una decisión extraordinaria que abre un nuevo capítulo, lleno de interrogantes, en una historia reciente de choques políticos en varios frentes que han elevado la tensión bilateral a cotas inéditas. Para París, Ankara “atiza el odio” contra Francia y los franceses en momentos en que el país es víctima de un nuevo ataque islamista. La Unión Europea ha pedido este domingo al jefe de Estado turco que baje el tono, una demanda que hasta el momento Erdogan parece desoír.
La llamada a consultas de un embajador es una herramienta diplomática de la que Francia no suele hacer mucho uso. De hecho, pese a las fuertes tensiones bilaterales, es la primera vez que se emplea ante Ankara, confirmó este domingo el Elíseo. Busca ser una “señal muy fuerte” del malestar de París ante la actitud del Gobierno turco, según dijo el entorno de Macron a la Agencia France Presse. La última vez que Francia llamó a un embajador como gesto de protesta fue en febrero de 2019 con el representante galo ante Roma, para manifestar el rechazo de París ante el encuentro del entonces viceprimer ministro italiano, Luigi di Maio, con un grupo de chalecos amarillos.
La gota que colmó la paciencia de París frente a Ankara fue el discurso televisado del sábado de Erdogan, durante el cual criticó duramente las decisiones de Macron para combatir el “separatismo islamista”, que incluye combatir lo que Francia denomina “islam político”. El Gobierno ha endurecido su respuesta tras la decapitación de Samuel Paty, un profesor de Historia en una escuela de secundaria en Conflans-Sainte-Honorine, en las afueras de París, que había mostrado en una clase de libertad de expresión unas caricaturas de Mahoma.
“Todo lo que se puede decir de un jefe de Estado que trata a millones de miembros de comunidades religiosas diferentes de esta manera es: vaya primero a hacerse un examen de salud mental”, dijo Erdogan el sábado. A pesar de las protestas de Francia, el mandatario turco volvió a la carga el domingo. Macron “está obsesionado con Erdogan, noche y día”, dijo en otra comparecencia televisiva. “Por eso, realmente necesita un chequeo (mental)”, insistió.
“Las declaraciones del presidente Erdogan son inaceptables. La desmesura y grosería no son métodos. Exigimos a Erdogan que cambie el curso de su política, ya que es peligrosa en todos los sentidos. No entramos en polémicas inútiles y no aceptamos insultos”, respondió el Elíseo la noche del sábado a través de AFP, a la par que anunciaba la llamada a consultas de su embajador.
La indignación de París no se debe solo a esas palabras de más de Erdogan, sino también la ausencia de otras más importantes: la falta de una condena turca tras el brutal asesinato de Paty.
“A la ausencia de toda declaración oficial de condena o de solidaridad de las autoridades turcas tras el atentado terrorista de Conflans-Sainte-Honorine, se unen además desde hace varios días una propaganda odiosa y calumniadora contra Francia, que demuestran una voluntad de atizar el odio contra nosotros y en nuestro seno, y de insultos directos contra el presidente de la República, expresados al más alto nivel del Estado turco”, dijo el Ministerio de Relaciones Exteriores este domingo en un duro comunicado. “Este comportamiento es inadmisible, más aún en un país aliado”, agregó. París también ha tomado nota del apoyo de Erdogan a “un boicot de productos franceses”, un llamamiento realizado en varios países musulmanes los últimos días a raíz de la defensa oficial en Francia de la publicación de las caricaturas de Mahoma y que la diplomacia francesa ha calificado, en otro comunicado, como una interpretación “desvirtuada” e “instrumentalizada con fines políticos” del mensaje de Macron contra el islamismo radical.
Sin hacer referencia explícita a Erdogan ni a los llamamientos al boicot de Francia, Macron lanzó el domingo una serie de tuits en los que afirmó que no piensa dar marcha atrás. “Respetamos todas las diferencias en un espíritu de paz. No aceptaremos jamás los discursos del odio y defenderemos el debate razonable. Nuestra historia es una de lucha contra tiranías y fanatismos. Continuaremos”, aseveró.
El Alto Representante de la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, también llamó este domingo al líder turco a bajar el tono. “Las palabras del presidente Erdogan sobre el presidente Macron son inaceptables. Llamo a Turquía a parar esta espiral peligrosa de confrontación”, escribió Borrell en Twitter. El responsable de la diplomacia europea recordó que Bruselas tiene una “oferta real para relanzar nuestra relación” con Ankara, pero subrayó que para ello “hace falta una voluntad real de las autoridades turcas sobre esa agenda positiva". "En caso contrario, Turquía quedará aún más aislada”, advirtió.
Francia y Turquía han chocado en los últimos meses en numerosos frentes políticos, desde el conflicto en Libia o Siria a las tensiones en el Mediterráneo oriental o, más recientemente, en el conflicto en el Alto Karabaj.
Pero hay otro tema que ha irritado especialmente a Erdogan y es la ofensiva francesa contra el extremismo religioso, ya que afecta directamente a los intereses —e influencia— turcos en Francia: aunque los turcos constituyen apenas el 10% de los musulmanes en Francia, de los 300 “imanes consulares”, los imanes asalariados por un tercer país que predican en mezquitas francesas y a los que Macron quiere poner freno, la mitad son turcos. Turquía también fue el único país que puso problemas para negociar un nuevo acuerdo cuando Macron, en febrero, anunció con el comienzo del curso 2020-21 un nuevo programa en sustitución del ELCO (Enseñantes de lengua y cultura de origen) que, desde 1977, permitía que profesores educados y pagados por otros países (entre ellos Turquía, pero también España, Italia o Portugal) dieran clases en Francia. El programa, que beneficiaba a unos 80.000 alumnos, tenía un problema, según Macron: que muchos profesores no dominaban el francés y que el Estado galo no tenía control alguno sobre lo que enseñaban, lo que podía abrir la vía a la radicalización.
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