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El regreso de Evo Morales no despierta pasiones en Bolivia

El gobierno electo asegura que el expresidente, refugiado en Argentina desde diciembre, tendrá un rol secundario en la nueva estructura de poder

El expresidente de Bolivia, Evo Morales, durante una rueda de prensa celebrada en Buenos Aires el 22 de octubre pasado.
El expresidente de Bolivia, Evo Morales, durante una rueda de prensa celebrada en Buenos Aires el 22 de octubre pasado.Natacha Pisarenko (AP)

Los bolivianos no piden a gritos el regreso de Evo Morales. El expresidente lleva desde el 12 de diciembre pasado en Argentina, adonde llegó como refugiado tras una escala apurada en México. Pero pese al triunfo del MAS en las últimas elecciones, su vuelta no será inmediata. Su salida anticipada del poder, producto de la presión de la calle y el abandono de la fidelidad de militares y policías, lo retiraron de la primera línea de la política boliviana. El domingo ganó la presidencia su delfín político, Luis Arce, sin que el nombre de Morales apenas suene en la campaña. El debate es ahora sobre el mejor momento para el regreso del líder en el exilio.

Evo Morales vive en Buenos Aires en una casa de un barrio de clase media. Lo visitan dirigentes locales vinculados con el gobierno peronista y líderes de la enorme diáspora de bolivianos que hay en Argentina (145.000 estuvieron habilitados para votar), que lo apoyó el domingo con el 88% de los votos. El lunes por la mañana, cuando la presidenta interina Jeanine Áñez ya había reconocido el triunfo de Arce en primera vuelta, Morales habló con la prensa argentina. “Tarde o temprano vamos a volver a Bolivia, eso no está en debate”, advirtió, pero sin dar fechas precisas. El martes se reunió con el presidente argentino, Alberto Fernández, un aliado político que le dio acogida. El argentino dijo que le gustaría “acompañar a Evo a que vuelva a su patria”. “Me encantaría ir con Evo, volver a depositarlo en su suelo”, dijo, y dio una pista sobre la fecha: “Vamos a ver cuándo es la asunción [de Arce]”.

La opinión común entre políticos, intelectuales y periodistas bolivianos durante el año en el que el MAS no estuvo en el poder fue que “si Evo vuelve a Bolivia, será para comparecer ante la justicia”, como resumió el expresidente y candidato derechista Jorge Quiroga. El consenso, basado en los resultados de las encuestas de opinión, era que la mayoría de los bolivianos rechazaba a Morales. Días antes de las elecciones, el exministro de Gobierno (Interior) y “hombre fuerte” de la presidenta Añez, Arturo Murillo, declaró incluso que “Morales no va a volver a Bolivia ni aunque el MAS gane” las elecciones. “No va a volver a Bolivia. Le tiene miedo a la gente. Le tiene miedo a la censura de la gente porque le ha hecho fraude a la gente, porque hoy día se ha sacado la máscara con el tema de la pedofilia”, dijo convencido.

La opinión de Murillo llamó la atención, porque al mismo tiempo que se descartaba su regreso se intentaba alentar el voto contra el MAS anunciando, falsamente, que Morales estaba en la frontera con Argentina listo para ingresar a Bolivia.

La contundente victoria de Arce ha silenciado por un tiempo este tipo de declaraciones, pero no ha eliminado el odio que despierta el expresidente entre la parte de la población que lo considera un “tirano”. Entre el electorado del MAS, Morales es mucho menos cuestionado, pero también despierta aprehensiones, en particular por las acusaciones que sus rivales han hecho en contra de su presunta vida sexual con menores de edad. Víctor Borda, dirigente del MAS y expresidente de la Cámara de Diputados dijo que “el ciclo de Evo ha acabado”. En tanto que la presidenta del Senado, Eva Copa, manifestó que su compañero de partido debía primero limpiarse de calumnias y difamaciones antes de volver al país. “No es el momento adecuado” mientras tenga “problemas que solucionar”, dijo.

La oficina boliviana de la campaña de Arce ha exhibido con cuidado el nombre de Morales. Aunque el expresidente era el jefe de la campaña y es el líder histórico del MAS, las alusiones a su figura y su legado no atraían votos, especialmente en las ciudades, así que los voceros procuraban evitarlas. En su discurso de la noche de las elecciones, Arce agradeció a su “jefe de campaña”, pero no lo nombró en forma explícita.

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En una entrevista con EL PAÍS, Arce dijo que su exjefe político será bienvenido, pero que no tendrá “ninguna participación” en el futuro Gobierno. “Tiene su rol como presidente del MAS, que es importantísimo. En este tiempo nos hemos dado cuenta de que fallamos al no fortalecer las instancias del propio MAS. Él puede contribuir en las relaciones con las organizaciones sociales. Y también va a estar bastante ocupado tratando de resolver los juicios que tiene”, dijo. El vicepresidente electo, David Choquehuanca, alguna vez “hermano político” de Morales y hoy distanciado, prometió durante la campaña que el “entorno” del expresidente no recuperará poder.

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