¿Fue la muerte de Sanda Dia un crimen racista?
Nuevas revelaciones sobre el homicidio hace dos años de un estudiante belga le han dado un vuelco al caso: él era el único negro y los 18 acusados que le practicaban las novatadas son todos blancos
El lugar parece sacado de una película de terror. Se encuentra en un frondoso bosque al borde de una carretera secundaria a las afueras de Amberes, la ciudad portuaria del norte de Bélgica. Tras un camino de barro y hojarasca, entre robles y helechos, se abre un claro con tres cabañas rústicas que suelen albergar campamentos de boy scouts. Hoy no hay nadie. Las puertas chirrían, todo se encuentra lleno de polvo, se ven viejas colillas en la chimenea, chapas de botellines de cerveza. Aquí se celebró, hace casi dos años, un salvaje ritual de iniciación para acceder a una elitista fraternidad universitaria. El episodio acabó con la muerte de un joven estudiante de Ingeniería Civil.
La tragedia conmocionó al país en su momento y provocó un intenso debate sobre los llamados “bautizos”, las tradicionales sesiones de novatadas de las asociaciones de estudiantes, bien agitadas con alcohol y pruebas humillantes. En los últimos tiempos, la prensa belga ha ido revelando detalles de tintes xenófobos sobre los imputados y su entorno; lo cual, unido al movimiento Black Live Matters, cuyo mensaje tuvo eco en este país al que aún persiguen sus fantasmas coloniales, le ha dado un nuevo giro al caso. Los 18 miembros del club presentes durante los hechos eran todos blancos, la mayoría de buenas familias y bien conectadas. Solo el fallecido, Sanda Dia, era negro. Nadie se cuestionó sobre esto en un inicio. Ahora, mientras la investigación sigue en marcha, Bélgica comienza a preguntarse: ¿y si en realidad se trató de un crimen racista?
Según la reconstrucción de la prensa belga, al chico, tras una jornada en la que debía beber cada vez que no superaba una prueba hasta casi perder el conocimiento, le dejaron dormir, pero negándole el acceso al agua con la que paliar los estragos de la resaca. Al día siguiente, los jóvenes se desplazaron a este lugar. Se le pidió a la víctima que cavara una zanja y se mantuviera en ella semidesnudo. La trinchera se llenó con agua y hielo. Era diciembre de 2018, la temperatura era gélida. Sanda Dia estaba acompañado por otros dos aspirantes, que acabaron mal, pero no fallecieron. Se les dio, presuntamente, a comer un pez vivo. Luego se les hizo beber un brebaje de aceite de pescado. Se les orinó encima. Los muchachos del club tenían preparados incluso ratones para ser ingeridos. En un momento dado, todo parece descarrilar. Dia no responde, emite extraños sonidos, los chicos acaban pidiendo una ambulancia. El joven llega al hospital con una temperatura corporal de 27ºC, una extraordinaria cantidad de sal en la sangre, y varios órganos fallando. Muere. Esa misma noche, los miembros del club se organizan para dejar todo recogido y sin rastro. Y borran mensajes y fotos de WhatsApp, que acabará recuperando la policía.
La fraternidad, hoy disuelta, se llamaba Reuzegom. Fue fundada hace décadas por estudiantes de la Universidad KU Lovaina, una de las más antiguas y prestigiosas del país. Cuando murió el chico, entre los miembros del club figuraban hijos de industriales, políticos y jueces de la región flamenca. El caso tuvo que cambiar de juzgado por un conflicto de intereses: la madre de uno de los acusados es juez en Amberes, donde llegaría el asunto en caso de apelación. El grupo tenía conexiones con la aristocracia: hasta hace poco ejerció como su presidente un joven barón que estudió Derecho y después comenzó a hacer sus pinitos en política, en un partido nacionalista flamenco y de creciente mensaje xenófobo, el N-VA, mayoritario en la región.
Una bomba de relojería
“Tenían sensación de ser intocables”, los define Kenny Van Minsel, un joven que tuvo que tratar con el club hasta hace poco. En 2018, Van Minsel presidía Loko, una asociación de asociaciones de la universidad. Llevaba años intentando que Reuzegom firmara un convenio pactando normas de seguridad para los bautizos. Nunca lo hicieron. La polémica sobre el trato degradante y a veces violento de estos rituales ha sido una polémica recurrente. En 2013, una estudiante de la Universidad de Lieja entró en coma tras ser obligada a beber 10 litros de agua. Sobrevivió. Los chicos de Reuzegom iban más allá. “Era el club más extremo”, dice Van Minsel. “Una bomba de relojería”. “Se creían por encima de cualquier estructura”. Define al club como “de derechas”. Y refiere un episodio ocurrido unos meses antes de la muerte de Dia, del cual fue testigo uno de sus colaboradores. Tras una fiesta de Reuzegom en un local de la universidad, los miembros pidieron a Sanda Dia que limpiara, pero no de cualquier forma: “Le dijeron que los negros tienen que trabajar para los blancos”. En palabras de Van Minsel: “No diría que la raza fuera el motivo [de la muerte]. Pero sí creo que jugó un papel”.
Entre las recientes revelaciones de la prensa belga, se incluyen una vieja fotografía en la que aparecen miembros de la hermandad disfrazados del Ku Klux Klan, un mensaje de un integrante sobre “nuestro buen amigo Hitler” y un vídeo en el que integrantes cantan a un vagabundo de origen africano: “¡Cortadles las manos, el Congo es nuestro!”.
Nozizwe Dube, estudiante de Derecho en KU Lovaina y fundadora del círculo africanista Karibu, ve en estos episodios un patrón. Ella, de origen zimbabuense, es de las pocas personas negras en clase. En su opinión existe “una normalización del racismo” en la facultad y en el país. “Siempre ha habido una discriminación estructural”. En Flandes el avance de la ultraderecha y los mensajes antinmigración han ganado terreno desde la crisis de los refugiados de 2015. La población extranjera ronda en Bélgica el 12%, según la OIM. La cifra crece cuando se habla de belgas descendientes de extranjeros. Un estudio de 2017 de la Fundación Rey Balduino, realizado con hijos de migrantes de Congo, Ruanda y Burundi denunció la situación: ocho de cada 10 confesaron haber sentido discriminación y abusos; más del 60% tenían un grado de educación superior (un dato por encima de la media), pero el desempleo entre ellos era cuatro veces superior a la media. “Las personas negras son ignoradas”, concluye Dube.
Los progenitores de la víctima se separaron hace tiempo. El padre, de origen senegalés, llegó a Bélgica en los noventa como solicitante de asilo. Trabajó en el puerto de Amberes y en una empresa de camiones, según The New York Times, que lo entrevistó recientemente. La madre es una mujer “corriente, de origen belga, de clase media”, asegura su abogado Jan Fermon. Ambos padres son defendidos por equipos jurídicos distintos. Y tienen una opinión dispar sobre el asunto de la raza. Según Fermon: “Creo que es demasiado sencillo decir que ocurrió por racismo”. Y da argumentos: había, por ejemplo, otros dos aspirantes aquella noche (“el tratamiento era igual; podría haber muerto cualquiera”); y está el hecho de que el club aceptara acoger a Sanda Dia (podrían haberle vetado el acceso). El caso tiene más que ver con la sensación de impunidad de las élites, asegura. “Son jóvenes de buenas y elegantes familias, que gradualmente adquieren la impresión de que pueden hacer cualquier cosa sin consecuencias. Se sienten por encima de la ley”.
La abogada Elisa Van-Bocxlaer, parte del equipo que representa al padre de la víctima, da su punto de vista. “No sé si hay racismo en la base. Deberá investigarse. Pero el hecho de que fuera de otro color hizo que tuviera que demostrar más que el resto”. Según ella, este es el motivo por el que quiso unirse a una fraternidad “vinculada a gente poderosa”. “Porque podía ayudarle a llegar un poco más lejos. Él vio un trampolín. En realidad no eran sus amigos. Es una historia triste. Un joven muy trabajador con una familia que lo quería. Deseaba tener una gran carrera”. Ese trampolín, añade, “lo mató”. También dice que la investigación está tardando más de lo habitual. No sabe por qué. Los cargos finales contra los 18 aún no han sido establecidos. Hace unas semanas, a punto de concluir la investigación, los investigados pidieron nuevas pruebas. Fueron aceptadas. Bélgica tendrá que esperar para responder: ¿fue la muerte de Sanda Dia un crimen racista?
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