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Marroquíes que trabajaban en Ceuta y Melilla antes de la pandemia piden a Rabat que les abra la frontera

Miles de obreros y empleadas de hogar que acudían a diario a las ciudades españolas autónomas llevan siete meses sin empleo

Francisco Peregil
Representantes del sindicato marroquí de trabajadores fronterizo acuden el jueves 1 de octubre a la sede del ministerio de Exteriores en Rabat.
Representantes del sindicato marroquí de trabajadores fronterizo acuden el jueves 1 de octubre a la sede del ministerio de Exteriores en Rabat.F.P. (EL PAÍS)

Chakib Marwan, jefe en Tetuán de la Unión Marroquí de Trabajadores Fronterizos, acudió el jueves 1 de octubre junto a otros compañeros ante el Ministerio de Asuntos Exteriores en Rabat para entregar una carta. Después lo hizo en la sede del Ministerio del Interior. Marwan y sus compañeros querían transmitir a las autoridades la penuria que padecen todos los que se han visto sin trabajo y sin ingresos desde que el 13 de marzo Rabat cerró sus puestos fronterizos con España por el estallido de la pandemia. Marwan calcula que son unos 3.000 los que entraban y salían a diario desde Tetuán y Castillejos hacia Ceuta. Y otros tantos los que lo hacían desde Nador a Melilla.

La mayoría de estas personas son empleadas de hogar, pero también hay albañiles, carpinteros, comerciantes… Hasta que el pasado 13 de marzo, Marruecos cerró las fronteras con España, ellos salían de sus casas por la mañana y regresaban por la tarde. Así ha estado el camarero Nordín Botabás, 54 años, durante el último cuarto de siglo. Vive en Nador y trabaja en Melilla. “Estoy casado y con tres hijos. Y ahora no tengo ninguna ayuda oficial, ni de España ni de Marruecos”, se queja.

“En Nador”, añade Botabás, “nos concentramos una vez enfrente de la delegación del Gobierno hace más de un mes. Pero ya no nos dejan seguir manifestándonos a causa del virus. Y estamos asfixiados, no tenemos para comer. Vivimos de los vecinos y de los amigos. Muchos amigos de Melilla me han mandado dinero. Yo no les he pedido nada, pero ellos saben cómo estamos viviendo aquí. Lo único que pedimos es que abran la frontera dos horas por la mañana, para que entremos en Melilla y dos horas por la tarde para que regresemos”.

El ministro de Finanzas, Mohamed Benchabún, declaró el 28 de septiembre ante una comisión parlamentaria que Marruecos pierde cada día 10.000 puestos de trabajo a causa de la pandemia. El ministro presentó unas cuentas según las cuales la recesión prevista del -5% del PIB para este año será aún mayor y ascenderá al -5,8%. El país ya venía padeciendo dos años de sequía, y ahora se ha visto afectado por la ausencia de turismo exterior, que supone unos de sus principales ingresos, además de la agricultura y la industria del automóvil.

El sindicalista Chakib Marwan se preguntaba el pasado martes, cinco días después de depositar su carta en dos ministerios de Rabat en la que pedía que les dejen ir a trabajar a Ceuta y Melilla: “¿Todavía no ha habido ninguna respuesta del Gobierno? No sé qué quieren que hagamos. Vamos a tener que salir a la calle a manifestarnos. El problema es que el Gobierno ha prohibido las manifestaciones para que no haya contagios del virus”.

Marruecos tuvo controlado al virus durante los tres primeros meses de confinamiento. A principios de julio solo se habían registrado 242 muertes. Y solo había 4.255 casos de contagio activos. Pero a partir de agosto el número de contagios diarios comenzó a superar la barrera de los 2.000 infectados por día. Este miércoles se alcanzaron 2.410 muertes y 19.484 casos de contagios activos.

El Gobierno prorrogó este jueves un mes el estado de emergencia sanitaria, que se extenderá hasta el 10 de noviembre. Se trata de la séptima prórroga desde marzo. El jefe del Gobierno, Saadedín el Otmani, ha calificado la situación de “inquietante”.

Desesperación por perder el trabajo

Samira el Omrani, una empleada de hogar residente en Tetuán que lleva 17 años trabajando en Ceuta, también se personó ante el ministerio de Exteriores marroquí para depositar la carta. “Yo tengo un préstamo pedido en el banco y no lo puedo pagar. Como yo hay mucha gente”. Desde Nador, Fátima Cata, de 45 años, representante de los trabajadores fronterizos que trabajan en Melilla, explica: “Yo estoy casada y con dos hijos. Trabajaba en casa de mi señora. No recibo ayuda ni del Gobierno español ni del marroquí. Solo me ayuda mi señora desde Melilla. Hay señoras que ayudan y otras que no. Mi señora es muy buena, pero no va a pasar toda la vida esperándome. Si ella no me manda dinero”.

“Hay señoras que ayudan”, explica Cata, “pero también hay señoras que les han dicho a sus muchachas: ‘no podemos esperarte más’. Hay señoras que tienen hijos en el colegio, que necesitan ayuda en casa y están contratando a otra gente”.

Karima Said, empleada de hogar de 38 años, residente en Nador, comenzó a trabajar en Melilla con 15 años. “Hace tres días, mi jefe me llamó y me dijo: 'Lo siento mucho. Hemos esperado seis meses y medio y la frontera no se abre. Y han contratado a otra muchacha. Llevo tres días llorando. Mis jefes son buena gente, pero yo he perdido mi trabajo por culpa de la frontera. Yo no tengo padre, mi madre está mala. Tengo que comprarle los medicamentos. Solo queremos trabajar, como en España. Allí la gente trabaja con su mascarilla”.

El problema de los trabajadores fronterizos en paro se añade en Nador y Tetuán al del cese del contrabando. Marruecos ha decidido poner fin a lo que en Ceuta y Nador se conoce como “comercio irregular” y eso afecta a miles de hombres y mujeres porteadores. De momento, Marruecos no ha expresado ninguna intención de reabrir el paso hacia Ceuta y Melilla.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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