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La geopolítica de un supermercado iraní en Caracas

La relación entre Irán y Venezuela se estrecha con la apertura de un enorme almacén y eleva la tensión con Washington

Dos personas con mascarilla compran en un supermercado iraní en Caracas, Venezuela, el 31 de julio.
Dos personas con mascarilla compran en un supermercado iraní en Caracas, Venezuela, el 31 de julio.STR (AFP)

La apertura de un supermercado bien abastecido se volvió todo un evento en Venezuela. Una cadena iraní revolucionó a la población la semana pasada al abrir su primera tienda en Caracas. En un país en el que al 96% de la población no le alcanza el dinero para comprar alimentos, la comida puede ser lo único en lo que se piensa. El negocio es parte de los acuerdos que mantiene Nicolás Maduro con el Gobierno persa para estrechar lazos, primero como salvavidas durante la escasez de gasolina de hace dos meses y ahora con la importación de productos.

José Luis Hernández, de 32 años, hacía cola el sábado con su hija por segunda vez para ingresar al supermercado Megasis. El viernes, el día de apertura, intentó entrar, pero la larga fila de personas que iban a conocerlo se lo impidió. “Uno viene a ver, pero no tiene cómo comprar”, dijo. Iba con camisa formal, como quien sale de paseo, en medio de la cuarentena estricta por la pandemia, que en Caracas incluye la restricción de acceso a los supermercados según el número de cédula de identidad. Algo que en el local iraní no se estaba cumpliendo. Hernández es vecino de Petare, en la zona metropolitana de la capital. Desde allí tiene vista al enorme almacén y ha sido testigo en las últimas semanas de la transformación del lugar, que el último mes vio llegar decenas de camiones con mercadería.

La tienda está instalada en un viejo local expropiado hace una década por Hugo Chávez a una cadena francesa que operaba el hipermercado Éxito. “Cuando éramos felices y no lo sabíamos. Recuerdo que vendían un buen pollo en brasa”, rememora Hernández. El predio luego fue convertido en la cadena estatal Abastos Bicentenario y, posteriormente, adjudicado al empresario colombiano Alex Saab, ahora detenido en Cabo Verde y a la espera de la extradición a Estados Unidos por supuesto lavado de dinero. “Eso duró poco y todo era carísimo”, dice Hernández. Saab, acusado de ser el testaferro de Maduro, fue quien instaló en los mercados expropiados durante los primeros años del chavismo las tiendas CLAP, nombre otorgado por el programa social de alimentos subsidiados.

Una década después de la expropiación, se ha instalado una empresa del conglomerado Etka. Con 700 establecimientos en Irán, la compañía es operada por el Ministerio de Defensa de ese país y tiene vínculos con la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, designada como grupo terrorista por Washington, según lo publicado por Wall Street Journal.

El empresario Issa Rezaie, identificado como viceministro iraní de Industria por la televisión estatal venezolana y cabeza visible del conglomerado, aseguró el día de la inauguración: “Nuestro objetivo principal es comercial”. Extensos reportajes publicitarios se han transmitido en el canal del Estado VTV, donde han dicho que se trata de un emprendimiento de empresarios iraníes y venezolanos, aunque no han dado detalles de los segundos.

Más de 3.000 productos iraníes se ofrecen en el local, todos con etiquetas en persa o en inglés y con el precio en dólares. Jalea de dátiles, carne halal enlatada, mantas demasiado gruesas para el trópico caraqueño o anotadores con motivos de niñas con hiyab son algunos de los productos que pueden resultar exóticos para los venezolanos. También otros como la leche en polvo por kilo de empresas expropiadas por el Gobierno, que se venden al mismo precio de cualquier otra marca comercial, a casi seis dólares, equivalentes a tres salarios mínimos. El artículo más frecuente en los carritos de quienes sí podían comprar era el papel higiénico, que se ha convertido un lujo en el país, y cuya presentación iraní representaba algún ahorro: 12 rollos por casi tres dólares.

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Rezaie ha dicho además que la alianza demuestra cómo “dos países sancionados pueden complementarse”. La apertura de Megasis, que ha desatado críticas de Estados Unidos, ocurre en el momento de mayor asfixia del Gobierno de Maduro tras un año del endurecimiento de las sanciones de Washington. El acuerdo empresarial luce como un desafío geopolítico que se juega en los pasillos de un supermercado que flamea en su entrada las banderas de Irán y Venezuela. “Cualquier presencia de la República Islámica en Venezuela no es algo que veamos favorablemente. Este Estado es un patrocinador del terrorismo. Irán está dispuesto a venderle cosas a Venezuela, cuando Venezuela no tiene dinero para pagar”, dijo Michael Kozak, subsecretario de Estado de EE UU para Asuntos del Hemisferio Occidental.

El trasiego de los 1,5 millones de barriles de gasolina que llegaron en mayo a bordo de buques iraníes ya había encendido las alarmas. En abril, un avión de la sancionada aerolínea Mahan Air aterrizó en Venezuela como parte de las primeras gestiones. Luego, los capitanes de las embarcaciones que transportaban el combustible fueron sancionados por el Tesoro de Estados Unidos.

En las últimas dos décadas, el chavismo ha hecho de Irán su aliado en su proclamada “lucha antiimperialista”. Le abrió camino en la región cuando el mapa político estaba dominado por Gobiernos entonces afines a la revolución bolivariana, como Ecuador y Bolivia. Una deriva de proyectos sin prosperar, como la fábrica de bicicletas Fanabi o la ensambladora de vehículos Venirauto, forman parte de los antecedentes de esta relación. Ahora, vuelven a estrecharse los lazos con Maduro. Sucede además cuando la tensión entre Irán y Estados Unidos ha alcanzado su mayor punto, tras el asesinato a principio de año en Irak del general Qasem Soleimani, uno de los principales comandantes de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán.

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