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Egipto se planta frente a Turquía en el tablero de Libia

El presidente egipcio advierte que su Ejército intervendrá en el país vecino si Trípoli, que cuenta con el apoyo de Ankara, avanza sobre Jufra y Sirte

El presidente de Egipto, Abdelfatá Al Sisi, (en el centro), y el comandante Jalifa Hafter, (a la derecha), el pasado 6 de junio, en El Cairo.
El presidente de Egipto, Abdelfatá Al Sisi, (en el centro), y el comandante Jalifa Hafter, (a la derecha), el pasado 6 de junio, en El Cairo.Presidencia de Egipto

La irrupción de Turquía en Libia a principios de año, con sus oficiales, sus mercenarios sirios y sus poderosas armas antiaéreas, convulsionó los delicados equilibrios de fuerzas en el país magrebí. Egipto, que fue siempre el principal protector -junto con Emiratos Árabes Unidos- del hombre fuerte del este de Libia, el mariscal Jalifa Hafter, mantuvo un perfil discreto ante los avances de Turquía, principal aliado del llamado Gobierno de Unidad Nacional, con sede en Trípoli, pese a observarlos con temor. Ese perfil bajo saltó por los aires el sábado pasado cuando el presidente egipcio, Abdelfatá Al Sisi, abrió por primera vez la puerta explícitamente a una intervención directa de su Ejército en Libia si Trípoli y Ankara siguen acercándose hacia sus confines.

Al Sisi precisó, durante una visita a una base militar cerca de la frontera libia, que para Egipto las líneas rojas infranqueables son la base militar de Jufra y la ciudad de Sirte. El Gobierno de Trípoli respondió en un comunicado que las declaraciones de Al Sisi son “un acto hostil y una injerencia flagrante”, equivalentes a “una declaración de guerra”. Jufra y, sobre todo, Sirte, son dos lugares que Turquía y el Gobierno de Unidad intentan conquistar desde que Hafter emprendió la retirada desde las afueras de Trípoli a inicios de junio. Hafter terminó entonces el asedio a la capital que lanzó el 4 de abril de 2019.

Al Gobierno de Unidad lo apoya Turquía sobre el terreno, Italia en los foros diplomáticos y Qatar como socio financiero. Y al mariscal Hafter, de 76 años, lo respaldan además de Egipto y Emiratos la diplomacia del presidente francés, Emmanuel Macron, y el poderío militar de Rusia, mal escondido tras los mercenarios rusos de la empresa Wagner.

Un diplomático occidental que prefiere no revelar su nombre apunta: “En la última semana las dos partes, el Gobierno de Unidad y el mariscal Hafter, están muy quietos sobre el terreno. Y eso a pesar de que ambos han reforzado sus líneas desde la última semana. Mientras tanto, en el exterior hay bastantes maniobras diplomáticas”.

Las líneas rojas que fija Al Sisi son la base militar de Jufra, situada en el centro de Libia, bastión de las fuerzas de Hafter, de los mercenarios rusos que le acompañaron y de los 14 cazas rusos que fueron enviados en su apoyo el pasado mayo. Y la ciudad porteña de Sirte, situada unos 300 kilómetros al norte de Jufra. Sirte es vital como puerta de acceso a la codiciada zona costera conocida como creciente del petróleo, donde se encuentran la mayoría de terminales de exportación de crudo de Libia.

Sirte fue tomada por el Estado Islámico en junio de 2015, y las milicias de Misrata la recuperaron en diciembre de 2016. El pasado enero fue conquistada por las tropas de Hafter. Así que la línea roja que traza Al Sisi en realidad solo lleva en poder de Hafter seis meses. “El factor clave”, explica el citado diplomático, “es que ahora están los turcos sobre el terreno. Y para Egipto eso ya son palabras mayores. ”.

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Jalel Harchaoui, investigador del Clingendael Institute, explica también por qué son tan importantes ambos enclaves. “Jufra permite proteger Sirte. Y, al mismo tiempo, permite proyectar el poder militar hacia el suroeste, que es donde se encuentra, entre otros lugares, el mayor campo petrolero del país, el de Sharara. Si pierde Jufra, el Ejército Nacional Libio tendrá que replegarse cientos y cientos de kilómetros hasta verse arrinconado en el extremo noreste del país. Libia es un país muy extenso donde no hay puntos estratégicos cada 100 kilómetros. Hay muy pocos lugares estratégicos, y Jufra y Sirte son dos de los más importantes”.

Por estos motivos, nadie parece estar dispuesto a entablar negociaciones sin controlar antes Sirte. Pero la demarcación de una línea roja en estos puntos implica también una aceptación tácita por parte de Egipto de la presencia de Turquía en el oeste de Libia. Al Sisi esgrimió que su posible intervención solo pretende garantizar la seguridad de su frontera y forzar un alto el fuego genuino.

Un analista egipcio crítico en cuestiones de defensa y seguridad de Egipto señala bajo la condición de anonimato: “Egipto concibe el este de Libia y el creciente del petróleo en particular como una parte inseparable de su propia seguridad nacional”.

Tras las palabras de Al Sisi, Italia, Alemania y Estados Unidos instaron el lunes a las partes a declarar un alto al fuego. Sin embargo, aunque Macron también se sumó a esta petición, se posicionó claramente contra la posición de Ankara; advirtió contra su “juego peligroso” y declaró: “No toleraremos el papel de Turquía en Libia”.

La declaración de intenciones de Al Sisi ha sido interpretada también como un reconocimiento del mal momento que atraviesa el autoproclamado Ejército Nacional Libio (ENL), de Hafter, a pesar del ingente apoyo que ha recibido a lo largo de los últimos seis años por parte de sus patrones internacionales. “La lectura en El Cairo y otras capitales es que el ENL ya no es capaz de proteger el este de Libia o detener los avances del Gobierno de Unidad sin un apoyo material significativo” observa el anterior analista militar.

Allison McManus, investigadora en el Center for Global Policy con sede en Washington, constata: “En el momento en el que Turquía entró en escena la debilidad de la posición del ENL y la de Hafter pasó a ser muy evidente”.

Uno de los interrogantes que abre el nuevo escenario en Libia es en qué posición queda Hafter. El mariscal nunca ha sido una figura que genere consenso entre sus aliados externos. Su imagen dentro y fuera de Libia se ha desgastado desde su fracasado asalto a Trípoli. Sin embargo, forzar su caída, aunque parece inevitable a la larga, no figura como una prioridad mientras continúe el conflicto.

Claudia Gazzini, investigadora en el centro de análisis International Crisis Group, sostiene: “Han habido indicios de que Egipto y los Emiratos se han desencantado con Hafter y estaban considerando deshacerse de él. Pero los aliados de Hafter lo apoyarán mientras no haya una solución o negociación política con Trípoli”.

Pese a hacer sonar los tambores de guerra, El Cairo no ha abandonado su intención de seguir buscando un consenso político. Dos semanas antes de anunciar que Egipto está dispuesto a intervenir en Libia de forma directa, Al Sisi presentó una nueva hoja de ruta hacia una solución política del conflicto.

Hafsa Halawa, investigadora no residente en el Middle East Institute, observa que esa puerta sigue abierta tras las últimas declaraciones de Al Sisi: “Egipto también está diciendo a sus aliados: ‘[Queremos] negociar, estas son nuestras líneas rojas y las hemos fijado claramente. Pero cederemos otras partes, no vamos a ser abiertamente agresivos. Pedimos un alto al fuego efectivo’”.

Al Sisi no concretó bajo qué forma podría intervenir el Ejército, pero la mayoría de analistas descartan una guerra total. En el caso de actuar ante el presumible avance del Gobierno de Unidad hacia el este, Egipto podría optar primero por un movimiento limitado cerca de la frontera.

El citado diplomático occidental se pregunta: “Si el Gobierno de Unidad, respaldado por los turcos, toma Sirte, ¿qué hará Egipto? A Egipto le preocupan sus mil kilómetros de frontera compartidas con Libia, pero no hasta el punto de meter a sus soldados. Puede que utilice su aviación. Pero un encontronazo entre los aviones egipcios y las baterías antiaéreas turcas apostadas en barcos sería muy grave. Yo creo que todas las partes son conscientes ahora mismo de que un paso en falso puede traer graves consecuencias”, concluye.

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