Minneapolis despide a George Floyd: “Esta vigilia es una súplica por la justicia”
Cientos de asistentes homenajean al afroamericano en el primero de los tres actos previstos en distintas ciudades para honrar su memoria
“A George Floyd lo mató la pandemia del racismo y la discriminación”, sostuvo este jueves Benjamin Crump, el abogado y amigo de la familia en el podio del primer acto en memoria del afroamericano de 46 años que murió de forma brutal a manos de la policía 10 días atrás y que desencadenó multitudinarias protestas contra el racismo en Estados Unidos y otros países. “Este no es un funeral normal, ni son circunstancias normales, pero la causa es muy común”, lamentó el reverendo afroamericano Al Sharpton, en el servicio celebrado en Minneapolis. “George Floyd no murió por una enfermedad, murió por el mal funcionamiento de la policía en este país”, agregó. Al acabar la ceremonia, los asistentes guardaron silencio por ocho minutos y 46 segundos, el tiempo que el policía clavó su rodilla en el cuello de Floyd.
Cientos de personas han acudido a la primera despedida de Floyd. Dos oficiales, incluido el jefe policial de Minneapolis, Medaria Arradondo, hincaron sus rodillas al pasar el féretro. Además de los familiares y cercanos, las principales autoridades del Estado de Minnesota han llegado hasta la North Central University. Miles de asistentes, según medios locales, aguardaron fuera para presentar sus condolencias. La ceremonia es “una súplica a Estados Unidos y una súplica por la justicia para que no permitamos que su muerte sea en vano”, sostuvo Crump, quien ha hecho un llamamiento a continuar protestando contra “el mal que vimos en ese vídeo”. “No queremos dos sistemas judiciales en EE UU: uno para blancos y otro para negros”.
El reverendo Sharpton, quien lleva 40 años en primera línea del activismo político en Estados Unidos, puso de pie en reiteradas ocasiones a los asistentes con un inspirador y político discurso. “La historia de George Floyd es la historia del hombre negro en Estados Unidos desde hace 401 años”, afirmó. El activista sostuvo que la comunidad afroamericana puede hacer lo mismo que los blancos, “pero no podemos quitarnos la rodilla del cuello”, en alusión a la forma en que murió Floyd en manos de un policía blanco. “Cuando tienes el primer presidente negro y le pides su certificado de nacimiento, es otra muestra de que no podemos quitarnos la rodilla del cuello”, aseguró. “No pedimos favores, pedimos que nos la quiten de una vez para que hagamos y seamos todo lo que podemos ser”.
En Brooklyn (Nueva York), también se realizó una multitudinaria vigilia liderada por un hermano de Floyd, Terrence, quien aseguró que George “tocó muchos corazones”, y toda la gente que lo ha honrado “es un testimonio de ello”. Optimista, dijo que se haría justicia por su muerte. En la misma línea, el reverendo Sharpton, de 65 años, afirmó que está “más esperenzado que nunca” en que ocurra un cambio sustacial en el área judicial. El ver tantos blancos como afroamericanos en las calles, el ver a manifestantes fuera del Parlamento en Londres, le han hecho creer que “es un tiempo diferente”. El activista convocó una manfiestación en Washington para el 57 aniversario del asesinato de Martin Luther King, el 28 de agosto.
A Floyd lo honrarán donde nació, donde creció, y donde murió. El acto en su memoria en Minneapolis es el arranque de una serie de servicios que se celebrarán en tres ciudades durante seis días mientras continúan las manifestaciones por todo el país. Para el sábado está programado un acto en Raeford, Carolina del Norte, donde nació, y el próximo martes se instalará un velatorio en Houston, en el Estado de Texas, donde vive su familia. Al día siguiente, martes, será el funeral privado. Derek Chauvin, el agente acusado de haber matado a Floyd, acumula en el historial policial hasta 17 denuncias en su contra.
La ola de protestas ha desplazado a segundo plano los temores de contagio por la pandemia del coronavirus, que ha causado más de 100.000 muertes en Estados Unidos. Una de las secuelas más dolorosas de la crisis sanitaria ha sido que los funerales se han tenido que celebrar a distancia para evitar la propagación del virus. No es el caso de Floyd. El guardia de seguridad de 46 años dio positivo de la covid-19 a principios de abril, según reveló la autopsia, que descartó que la enfermedad jugara un papel en su fallecimiento. Fue un homicidio, concluyó el médico forense. La pandemia también ha puesto al descubierto otra arista de las desigualdades sociales y económicas que afectan a la comunidad negra: el virus se ha ensañado con los afroamericanos que, a pesar de ser el 13,4% de la población, representan las mayores tasas de mortalidad por el brote en varias ciudades.
En lo que podría ser visto como un altar o un muro de las lamentaciones, vecinos de Minneapolis de todas las edades y razas han presentado sus respetos durante 10 días al sitio donde murió Floyd. Este miércoles, por primera vez, llegó hasta allí su hija Gianna, de seis años. Entre flores, dibujos y escritos en honor a su padre, la pequeña, a hombros del antiguo miembro de la NBA Stephen Jackson, dijo sonriente: “Papá cambió el mundo”. El exjugador de baloncesto, amigo de Floyd, prometió que se haría cargo de Gigi, que la llevaría al altar, que le limpiaría las lágrimas. Quincy Mason, el hijo de Floyd de 27 años, también acudió a la esquina donde se mantiene viva su memoria y se arrodilló para honrarlo: “Ningún hombre o mujer debería estar sin sus padres. Queremos justicia”, afirmó.
Entre los asistentes al servicio en Minneapolis se encuentraba Gwen Carr, la madre de Eric Garner, el joven afroamericano que murió a manos de la policía en 2014. Un oficial blanco lo detuvo y llevó al suelo por vender cigarrillos sueltos en Nueva York. Garners gritó once veces, antes de morir, que no podía respirar. El mismo lamento de Floyd, que se ha convertido en todo un símbolo durante la mayor ola de protestas raciales en Estados Unidos en medio siglo. “Parece que voy a ir al funeral de mi hijo otra vez”, lamentó Carr este miércoles en Minneapolis. “Este joven estaba llorando por su madre al final. Eso fue como un eco de mi hijo desde la tumba diciendo: “Mamá, tienes que hacer algo. Todavía nos están matando”, afirmó.
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