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Jean-Luc Mélenchon: “No es el momento del choque frontal” con el Gobierno

El líder de La Francia Insumisa y principal crítico de Macron cambia su estrategia de “conflicto” y “choque” con el Ejecutivo francés durante la crisis del coronavirus y apuesta por una oposición “propositiva”

El líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, escucha al primer ministro, Édouard Philippe, durante su presentación del plan de desescalada la semana pasada
El líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, escucha al primer ministro, Édouard Philippe, durante su presentación del plan de desescalada la semana pasadaDAVID NIVIERE (AFP)
Silvia Ayuso

Si hay alguien en la política francesa que domina el arte de la oratoria agresiva es Jean-Luc Mélenchon (Tánger, 68 años). El líder de La Francia Insumisa ha sido, desde que llegó al poder Emmanuel Macron hace justo casi tres años, una de las voces más críticas —si no la más dura— con el Gobierno y con el presidente, al que hasta hoy acusa de ejercer una “monarquía presidencial” sin escuchar ni a los suyos. Se ha opuesto prácticamente cada una de sus políticas y reformas, que si pasaron por el Parlamento fue gracias a la holgada mayoría de la que goza el macronismo, no al apoyo “insumiso” (ni de otros grupos). Algo ha cambiado sin embargo desde el comienzo de la crisis del coronavirus y las difíciles decisiones que han conllevado y siguen implicando. Sin caer en la complacencia, sus maneras se han vuelto más suaves. Mélenchon ha aparcado ese “choque frontal” que reconoce era hasta ahora la marca de la casa insumisa. Y ha sido una bajada de tono consciente.

“Nuestra estrategia hasta ahora era la del choque frontal sobre todos los temas, como generador de conciencia política”, explica Mélenchon en entrevista en París con el grupo de periodistas europeos LENA del que forma parte El País. “Pero en estos momentos, el choque frontal no favorecería la toma de conciencia política. Haría lo contrario, la bloquearía”, afirma. De ahí que hayan pasado de esa política de choque a una “oposición propositiva, constructiva”.

No es que el líder izquierdista, amigo del líder de Podemos y vicepresidente del Gobierno español, Pablo Iglesias, sobre cuya característica coleta bromea ahora que hasta él luce un de pelo más largo porque en Francia aún no hay peluquerías abiertas, haya cambiado de postulados. Ni que apruebe sin discutir todo lo que hace un Gobierno que califica sin ambages de derechas aunque este rehuya las etiquetas. Al contrario. Mélenchon y su grupo no paran de presentar contrapropuestas y de denunciar públicamente los “errores” que a su juicio comete el Ejecutivo una y otra vez, como la decisión de mandar a los niños a clase progresivamente cuando comience la desescalada el 11 de mayo, que considera igual de mala que cuando se decidió celebrar la primera ronda de municipales el 15 de marzo, justo dos días antes de que entrara en vigor la orden de confinamiento nacional.

“No estamos en un momento de tiempo suspendido. Al contrario. Este periodo es el del despertar de las conciencias políticas. Pero la política en el sentido más global del término”, especifica el veterano político —fue senador socialista y hasta ministro en el Gabinete de Lionel Jospin— en una larga entrevista en la sede de su partido en París, en la que estos días de confinamiento apenas trabajan un par de colaboradores pero a la que él sigue acudiendo.

Lo que sí ha cambiado es el tono, las formas. Que nadie busque estos días al Mélenchon agitado que, hace año y medio, se ofuscaba durante un registro de su casa y esta misma sede del partido por una investigación sobre sus cuentas de campaña y lanzaba ese “¡la república soy yo!” mientras acusaba a la justicia de estar “politizada” y de seguir órdenes del macronismo, como siguió haciendo desde el hemiciclo.

“Hemos desplazado el centro de gravedad de nuestra acción hacia otra línea que llamamos ‘las causas comunes’. Es decir: buscar que todo el mundo pueda salir de esta, no olvidar a nadie en el camino. Y eso ha requerido un estilo. No era cuestión de agredir a los gobernantes. Había una manera de hablar que debía corresponder al momento. Creo que lo hemos hecho bien. Hemos sido útiles al país”, considera.

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Está convencido de que hasta ha creado escuela. “Creo que mi comportamiento ha obligado a otros a cambiar de tono. Madame Le Pen (la líder del ultraderechista Reagrupamiento Nacional, la otra gran voz crítica de Macron) comenzó salvaje y ahora ella también pide que se respeten las consignas sanitarias. No es lo que decía al principio. Pues mejor que mejor. ¡Lo primero es la salud común!”. Cierto es, al mismo tiempo, que tanto los insumisos como sus colegas de la extrema derecha saben que no tienen fuerza para oponerse a las decisiones del macronismo: Francia Insumisa solo tiene 17 de los 577 escaños en la Asamblea Nacional y el Reagrupamiento Nacional de Le Pen aún menos, seis, que ni siquiera han podido formar grupo parlamentario propio. Aun así, su cambio de estrategia de choque no ha pasado desapercibido.

En estas semanas de confinamiento, se han producido escenas hasta ahora inéditas en estos tres años de gobierno macronista y de las que se ríe, casi sorprendido, el propio Mélenchon, como cuando evoca una reciente sesión parlamentaria en la que interpeló con amabilidad al primer ministro, Édouard Philippe, por el que siente pese a su antagonismo político un respeto mucho mayor que por Macron. ¿Indulgencia ante el Gobierno? No, rechaza tajante. Pero “ante un peligro común, la sociedad manifiesta una gran exigencia de solidaridad. No quiere batallas que le parecerían subalternas. La estrategia de combate de los insumisos debe por tanto adaptarse a ello”. De ahí que, según Mélenchon, se haya optado por una línea “positiva”: “Ofrecer respuestas concretas para afrontar la crisis sanitaria”.

¿Y cómo ve las críticas feroces de la oposición en España al Gobierno? “Me sorprendería que [los electores] consideraran aceptable ese comportamiento, incluso entre los de extrema derecha o derecha”, dice. En Francia, recuerda, “nuestro partido representa la parte política más insumisa del pueblo. Pero no habría querido que los franceses deduzcan de nuestra actitud que cada uno puede hacer lo que quiera. No queríamos que nuestra oposición política quede reducida a un ‘todas las consignas [del Gobierno] son malas”.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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