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El colapso de Venezuela multiplica la vulnerabilidad de la población frente a la pandemia

El país afronta el coronavirus sin recursos y con un sistema sanitario empobrecido. El coste de una mascarilla, de uso obligatorio en público, equivale a un tercio del salario mínimo

Florantonia Singer
Un paciente espera en la sala de emergencias del hospital de Guiria, Venezuela.
Un paciente espera en la sala de emergencias del hospital de Guiria, Venezuela.FEDERICO PARRA (AFP)

Hace una semana, el día que se informó del primer caso de coronavirus en Venezuela, en el Hospital El Algodonal, en Caracas, suspendieron las cirugías por falta de mascarillas. Hicieron unas intervenciones sencillas, porque tampoco tenían aire acondicionado en los quirófanos. La falta de la indumentaria básica de protección se sumó a los obstáculos y les hizo suspender los planes. Este es uno de los centros que el Gobierno venezolano ha catalogado como “centinela” junto a dos más en la capital y 43 en todo el país para atender los casos confirmados de la Covid-19.

Es el lugar donde la doctora Marietta Rea ha trabajado 40 años de su vida. “El Algodonal no tiene nada, absolutamente nada. No hay con qué hacer las pruebas, ni material para protegernos. No había tapabocas para entrar a pabellón ni trajes ni botas. Hay temor con esta crisis y es natural, porque no hay con qué trabajar”, dice con decepción sobre el centro que alguna vez fue referencia en el país para enfermedades respiratorias. Un hospital donde en otro tiempo se fabricaron vacunas, se hizo medicina experimental y se realizó el primer trasplante de válvula cardiaca en el país.

Pese a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Nicolás Maduro ha exigido el uso masivo de mascarillas, de cualquier tipo, incluso artesanales, en tiendas y transporte público, que se venden a un dólar (un tercio del salario mínimo) en las puertas de las estaciones de metro. Pero en los hospitales, que tendrán la mayor exposición, no hay. Algunos de los casos sospechosos de los que estuvieron en esos dos vuelos de Iberia que iniciaron la epidemia en Venezuela, fueron a El Algodonal y tuvieron que ser remitidos a otros centros por la imposibilidad de manejarlos, dice Rea.

La pandemia en Venezuela se suma a una emergencia sanitaria que se viene advirtiendo desde 2016 y que desde el año pasado mantiene en el país a equipos humanitarios de las Naciones Unidas y la Cruz Roja Internacional. Con los primeros 33 casos (ahora hay 42), el Gobierno desplegó las medidas de distanciamiento social que han obligado al cierre de colegios, suspensión de actividades laborales, restricción de la circulación interna y cierre de vuelos. Aun así, Venezuela tiene una carencia difícil de compensar: se trata del precario estado del sistema sanitario, deteriorado después de años de desinversión, que han disparado casos de enfermedades controladas y también han generado una contabilidad de muertes evitables por fallas eléctricas y falta de insumos médicos.

La llegada del virus al país ha venido también con protestas del personal médico. Es en los hospitales donde hay más temor por el virus que ahora está haciendo estragos en Europa. “Las enfermeras exigen las barreras de protección eficaces, no algo que de la sensación de protección. A los enfermeros no nos pueden obligar a trabajar en condiciones de riesgo, porque hay un principio de sobrevivencia y si eso no se garantiza al personal de salud en una crisis epidemiológica como esta, no vamos a tener personal para luego. Apenas estamos en la primera semana”, dice Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de Enfermeras de Caracas.

En un hospital en el oeste de Caracas, con una donación de tres rollos de tela empezaron esta semana a fabricar tapabocas. No tienen casos sospechosos ni son un centro centinela, pero nadie tiene mascarillas. “Con este material sacaremos unos 5.000”, dice Daniel Hernández, representante sindical del centro de salud, que hizo videos con su teléfono en los que un grupo de mujeres confeccionaba las mascarillas simples. Reconoce que hay otros problemas que resolver para mantener la limpieza en un hospital sin y agua y que estas indumentarias no van a servir para los médicos y enfermeras que traten directamente con los infectados por coronavirus.

Los sindicatos de salud vienen haciendo un monitoreo diario de la existencia de guantes, tapabocas, jabón, desinfectante, cloro y agua en los hospitales. Todos los días faltan uno u otro. Hay jabón, pero no hay agua. Hay guantes, pero no tapabocas. La Encuesta Nacional de Hospitales encontró en 2019 que en el 78% de los establecimientos tuvo fallas en el suministro de agua. En algunos falta de todo. “El ausentismo laboral ha sido grande estos días. Hay miedo, hay quienes están reutilizando los tapabocas y también muchas dificultades para llegar a los centros de salud, porque además en los transportes también deben usar el tapabocas”, dice Mauro Zambrano, delegado en el Hospital Universitario de Caracas.

Gustavo Villasmil es miembro de la comisión de expertos que nombró Juan Guaidó para atender la epidemia. Como médico, asegura que las medidas tomadas por Maduro han sido acertadas, pero asegura que el tiempo que se está ganando con el distanciamiento social, que debería ralentizar los contagios, debe emplearse en las dos puntas de la cadena sanitaria: la de los ambulatorios y centros pequeños que puedan atender los casos leves, que está totalmente desmantelada, y en los grandes centros adecuando y ampliando la ínfima infraestructura de terapia intensiva del país, donde no se llega a 100 camas con respiradores mecánicos.

“Se necesitan monitores y ventiladores mecánicos, el equipo de protección para el personal de salud, pues la tasa de contagio entre médicos en China fue tres o cuatro veces más que la de la población. Es la hora de las mascarillas, de los guantes, de los visores, de los ventiladores para cuando llegue el momento cumbre de la ola epidémica no nos golpee tan fuerte”.

A la espera de pruebas

Desde 13 de marzo, cuando se informó de los primeros contagios, el crecimiento de casos en Venezuela ha sido casi exponencial. El martes, sin embargo, hubo una caída abrupta y el miércoles no se registraron, según lo anunciado por los voceros del Gobierno. Venezuela inició su ciclo con el coronavirus con 300 tests que entregó la Organización Panamericana de la Salud, agotados en los primeros días.

La poca capacidad de hacer todas las pruebas, que ha sido clave en otros países para controlar la epidemia, ha dificultado tener una mirada clara del avance del virus en Venezuela, así como también la escueta información que han dado las autoridades, que no informa con regularidad ubicación, modos de contagio, edades y sexo de los casos.

Este jueves se volvieron a sumar casos y el número llegó a 42. El anuncio lo hicieron durante la recepción de 4.000 kits de diagnóstico que envió China y que, según el ministro de Información Jorge Rodríguez, permitirán hacer 320.000 pruebas. Maduro también pidió más pruebas e insumos médicos a la OMS para enfrentar la epidemia, luego de que el Fondo Monetario Internacional negara el financiamiento de 5.000 millones que pidió para la emergencia, dejando atrás todas las críticas que el chavismo ha hecho al organismo, al punto de haber cerrado su oficina en el país en 2005.

Desde 2017 la información epidemiológica de Venezuela no es pública y los médicos y la población navegan a ciegas sobre el avance de enfermedades de notificación obligatoria. A la censura de esta información se suma el hostigamiento a periodistas por parte de policías y autoridades durante la cobertura de la crisis y el bloqueo hecho a una web que lanzó esta semana el equipo de la Asamblea Nacional para divulgar información sobre el virus, una muestra de que el conflicto político en el país no tomó cuarentena.

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